Por Zoé Valdés/El Debate.
Sí, han leído bien, no es Mambrú –como en la canción– el que se va a la guerra, es Emmanuel Macron. El presidente francés señaló a Rusia como «enemigo de Francia» en su reciente intervención del miércoles en la noche en la principal cadena televisiva, además de mentir cuando afirmó que las tropas rusas asedian las fronteras con Francia. En ese instante, de verdad, que por fin pude entender la enorme inquina que le tienen los franceses, la que a veces yo consideraba desproporcionada; no se puede mentir con tanta parsimonia y, añadiría, con semejante cuajo y sangre fría.
Macron probó en más de una ocasión que no es más que un fantoche producto de su historia personal, un analista argumentó en la radio: «Un hombre que no ha trabajado nunca, ni siquiera como un verdadero político, que llegó a la presidencia como por arte de birlibirloque antes de los cuarenta años, que no supo fundar una familia propia, que no posee descendencia, se atreve a contar con los hijos ajenos para declararle la guerra a Vladimir Putin».
Sí, porque «eso fue una declaración de guerra» en toda norma, han observado también políticos franceses de generaciones anteriores, quienes con enorme preocupación lo han subrayado, como el antiguo ministro de la Armada francesa, Hervé Morin, que encontró el pronunciamiento del presidente excesivamente inquietante e incitador a una ansiedad colectiva.
«La amenaza rusa está aquí», pronunció el presidente, y siguió como si nada, como mismo alarmó durante la pandemia de la covid-19 en la que en su primer discurso mencionó en seis ocasiones «estamos en guerra». Nadie duda que Vladimir Putin sea una amenaza probable para otros países, pero lo que sí constituye una amenaza real es el islam radical al que nos enfrentamos a diario, como afirmó el periodista de CNews Pascal Proud. Hervé Morin agregó: «No me siento en seguridad con este presidente… Me gustaría ver a un presidente de la República con una voluntad serena».
De otra parte, la prensa oficialista francesa no sólo no se inquieta, sino que se entrega en cuerpo y alma a ese espíritu belicoso inoculado por el presidente, al que siguen llamando «el Mozart de las finanzas y la política», y que por el contrario ha destruido la economía del país y ahora pretende conducir a los ciudadanos a una inquietante afrenta. Porque tal como lo oímos nosotros, lo habrá oído Vladimir Putin, los que han leído lo suficiente sobre el oligarca de la KGB saben que es el tipo de provocación que el ruso no pasará por alto.
Mientras tanto, el antiguo primer ministro, François Fillon –excandidato a la Presidencia frente a Macron en el 2017 perdió a causa de los ataques tan espantosamente cruentos y bajos que desataron los medios y los hilos oscuros de los magnates del poder internacionales en su contra y en contra de su esposa–, daba una lúcida entrevista en la revista de carácter político Valeurs Actuelles, donde señala la importancia primordial del Estado de cuidar sus fronteras y decidir quién las atraviesa hacia dentro y quién no.
Subraya la inalterable, y al mismo tiempo, alarmante ambigüedad de Emmanuel Macron, imagino refiriéndose a que hace poco quitándole fuerza moral a unas manifestaciones del ministro del Interior con relación a la desfachatez del Gobierno argelino con relación a la invasión migratoria y a los criminales que debiera el Gobierno argelino asumir, el presidente mostrara su afabilidad con ese país que no ha cesado de insultar a Francia por boca de su presidente Abdelmadjid Tebboune con el que aparece casi siempre tomado de la mano. A Macron le encanta la familiaridad táctil con sus homólogos, lo que se notó también junto al presidente Donald Trump en su última visita a Washington….
Su carrera política está cortada y Trump se encargará de sus alas.