EDITO

ED. Las lágrimas de Trudeau

Por Zoé Valdés/El Debate.

Mi madre decía que no soportaba ver a los hombres llorar, no me importa que tuviese que ver con algún concepto ligado al patriarcado o lo que fuera, era mi madre y lo que decía mi madre era palabra santa y punto. El resultado es que logró influenciarme en ese sentido, yo tampoco puedo en general con los llorones, es cierto que alguna excepción he hecho, eso sí, por caridad. El hijo de Fidel, digo, el de Pierre, ha llorado como una niña; según él porque Trump le amenazó con aranceles, bueno, así andan todos… Creo que más bien Justinito llora porque se le acaba el tiempo y sabe que va a entregar a su sucesor un país hecho leña. Y a él no le quedará más que seguir disfrazándose para ir a los conciertos de Taylor Swift en los que acompaña a su hija.

Donald Trump expresó que está estudiando anexar Canadá a Estados Unidos, al parecer a todos los que no vivimos en ese país nos parece otra locura de Trump, pero a estas alturas numerosos canadienses no lo ven tan descabellado, ni tampoco de tan mala gana. La verdad es que no acabo de verlo, porque claro, me sale esa cosita mala que uno lleva dentro, sobre todo a los que hemos vivido en el social-comunismo y a veces se nos altera una alerta como un resquemor en cierta parte de nuestro cerebro.

He consultado con varias fuentes, todas coinciden en lo siguiente: «Estados Unidos tiene herramientas para anexionarse Canadá, pero es una posibilidad poco realista a nivel político y militar. Trump no lo haría por la vía militar, sino por la económica. De cualquier modo, tendría que someterse a referendo para que semejante delirio expansionista fuese aprobado. Un delirio que una parte no despreciable de los canadienses verían con buenos ojos». Se me cayó la mandíbula y di con ella en el contén, jamás habría imaginado que una cantidad de canadienses pensaran que una solución al desastre económico pudiera ser la posibilidad de convertirse en el estado 51 de Estados Unidos.

¿Trudeau lloraba por esa razón? Conociéndolo así, como lo hemos conocido en estos años de su mandato, a este señor como a la mayoría de los políticos actuales lo que menos le importa es el país que él mismo llevó a la ruina; inclusive hasta cuando entre lágrimas jura y perjura que el orgullo de su vida es haber sido el primer ministro de Canadá se le nota que miente. Trudeau fue elegido por ser el hijo de quien es, con sus rasgos muy bien definidos: un izquierdista puro y duro que preferiría anexar antes a Canadá con China, o con Corea del Norte, y hasta con la empobrecida Cuba, que con Estados Unidos. Trudeau no vale nada, no es un hombre, es un esperpento…

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