Política

ED. Francia y su empañado esplendor

Por Zoé Valdés/El Debate.

Aquello que fue, por abandono ya no es, que diría Rabelais en esa maravilla que es Gargantúa y Pantagruel, desde luego con otras palabras y en un francés que todavía invita a vibrar al paladar, porque el idioma galo se degusta como un buen plato de ostras de temporada. La literatura salva, al menos alivia, sin duda alguna, con sus más y sus menos…

En el buró de voto, contrario a las veces anteriores, cada uno de los asistentes de mesa, franceses por «su puesto», aunque originarios de otras partes, trataban hoy con menos displicencia, sonreían atentos y señalaban a las boletas, a unas más que otras… Todo es como muy de otra galaxia, o como cuando antes existía aquella Francia con su eterno esplendor, algo empañado cual espejo mohoso, el clásico París bien vale una misa (¿ahora un sura del Corán?), y el patatí patatá o su machin et truc… Sí, todo parecía en calma…

Salvo cuando se apareció uno en su Tesla lujoso, parqueado a lo como Dios pintó a Perico, se coló delante, parapetando su suprema humanidad entre él y el resto, entregó sus documentos; entonces la muchacha de la mesa le informó que no era ahí, que debía ir a votar a otra oficina… Alors le mec (el tipo) se encabritó, gesticuló en pleno rostro de la meuf (mujer), dando a entender que le estaban impidiendo votar, sólo porque se estrenaba en ello, y tal y mascual…

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