EDITO

ED. Es la libertad, Sánchez, es la libertad

Por Bieito Rubido/El Debate.

Hasta el más miserable de los seres humanos tiene derecho al bien preciado de la libertad. Nacemos libres, aunque quieran esclavizarnos. Desde que poblamos la tierra, los humanos nos hemos caracterizado por tratar de deshacernos de las ataduras físicas y mentales que otros nos han querido imponer. Es una pulsión atávica, como lo es la propensión de algunos hombres a tiranizar a sus conciudadanos.
Afortunadamente, en el discurrir de los siglos, los seres humanos nos acostumbramos, como un hábito más, siendo un derecho, a ser libres y por eso nos irritan aquellos que nos la quieren arrebatar, invocando, curiosamente, la bella expresión de libertad. Recuerden a los comunistas de toda la vida, aquellos que apellidan a cualquier cosa que hacen con la palabra «democracia». ¿Recuerdan la República Democrática de Alemania? Era esa en la que disparaban a cualquier persona que quisiera traspasar el muro de Berlín. Y todos aquellos jóvenes asesinados, al intentar superarlo, inspiraron la hermosa canción Libre de Nino Bravo.
Libertad sin ira cantamos en los finales de los setenta del siglo pasado cuando estrenábamos la democracia. No imaginábamos, entonces, que un niño de aquella época, de apenas 7 u 8 años podría amenazarnos ahora con limitar nuestra cuota de libertad. Sánchez, nacido en 1972, amaga con su «punto y aparte». Consiste en limitar la independencia de los jueces y minar los cimientos de la columna de la democracia que son los medios de comunicación.
La libertad, lo escribió Hugo Grocio, es indivisible. No hay trocitos de ella. Si se cuestiona cualquier parte del albedrío o autonomía ciudadana, se cuestiona la prerrogativa más notable de un sistema democrático: la libertad…

 

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