Por Zoé Valdés/El Debate.
El Vacuo infinito se organizó un congreso a la medida, no le importó la tragedia nacional de Valencia, todavía sin aliviar, y asumió no respetar el duelo de las víctimas.
Nada de nada debía importar más que él mismo y su pichona. Urgía auto celebrarse, festejarse, sobredimensionarse y, sin dilaciones, puso manos a la obra. No le bastaron los besitos que se da él mismo frente al espejo cada mañana, también los chupones que se brinda en embelesos embelequeros cada noche antes de acostarse, ni los achuchones propiamente arrobados en todo momento. A veces se levanta de la silla correspondiente en el Congreso, se dirige enardecido a los servicios, solo para contemplarse en el espejo, plagarse de cariñitos por doquier. «Qué lindo soy, qué bonico, qué apuesto, qué mandado…» Y poripallá, vamos, irresistible.
El Vacuo incansable además exigió que en la puesta en escena preparada con antelación, en la que se luciría frente a los ‘sociolistos’, su ‘presidenta’ de amor loco fuese conducida hacia el salón principal en andas, bajo numerosos reflectores, escoltada por dos secuaces, y aplaudida, aclamada, y lamida hasta el extremo —previo fundraising— por los admiradores de su «pulcra esposa». Ella, de rojo sangre, que es el color predilecto de los ‘militontos sociolistos’, ensayó y perpetró la entrada triunfal; iba de un meneo de melena a otro, agitada por la emoción ficticia, aunque siempre con los ojos ocultos tras un tupido cerquillo o flequillo (no sé cómo no tropieza y se despetronca).
La gente entregada al paroxismo de la situación no cesaba de aplaudir, hasta que las manos empezaron a partirse en dos, en tres, en cuatro, y hasta a fracturarse y fragmentarse en esquirlas. Tuvieron que añadir unos basureros donados por la alcaldesa de París, de esos de plástico transparente, por cierto no muy ecologetas, para que el público ya manco pudiera asistir a arrojar el rastrojo y desperdicio de falanges (por huesitos) inservibles.
El Vacuo ilimitado autorizó que algunos hablarán sus tonterías «militontas», e inclusive les permitió que escribieran babosadas tales como «el socialismo en estado puro». Sí, el ministro Despeinado rotuló en piedra, digo en X, semejante frase que quedará para la inmortalidad de la Historia de la Energumancia sobre una imagen de sus camaradas «sociolistos» desaguacatados en un trance de muñones y vivas ensordecedores -quepa añadir que se enjugaron lágrimas. Todo muy finamente norcoreano…
Zoeño de mi Corazón: Si malo-malísimo es el Dr. Fraudez, peores-peorsísimos son quienes lo siguen. Están “lobotomizados”, como dijo Ngongo. “No tienen remedio”, como dijo Octavio Paz. Hay que pasar sobre ellos. Lo de “Energumancia” te quedó genial.
Muchas gracias, querido Alesso.