Economía

Economía Cuba: El fracaso de la cultura en 2021

Por Elías Amor.

Ahora que se han empezado a divulgar las informaciones estadísticas de la economía cubana en 2021, es posible comprobar el estado de postración y el círculo vicioso al que la han empujado las autoridades.

Los principales indicadores apuntan a un hecho evidente: el presupuesto del estado como instrumento de activación de la economía no da para más, y es preciso abrir espacios para que la actividad privada emergente vaya ocupando los resultados y objetivos que el régimen no puede.

Pero claro, esta opción de apertura y libertad va en contra de la ideología comunista o marxista leninista incorporada a la constitución de 2019, y por ello, los cubanos tienen la impresión, contrastada por los hechos, de que se asiste al final de una etapa, de un largo camino de 63 años de desabastecimiento, miseria y falta de prosperidad, y que llegó la hora de los cambios estructurales.

Una somera revisión de los principales datos pertenecientes a las distintas secciones del anuario estadístico provoca una impresión muy desfavorable de la situación económica.

En materia cultural, el balance es deprimente y apunta al deterioro estructural de la que, en su momento, fue una de las principales apuestas del régimen comunista.

La cultura en 2021 se tradujo, como resultado de la producción cinematográfica del país, en que tan solo se realizaron 2 largometrajes, 5 cortometrajes y 7 horas de dibujos animados. Sin duda “cifras récord” para guardar en la historia. Desde luego, nada que ver con los 11 largometrajes y 76 cortometrajes producidos en 2010, según datos del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica. El sector cinematográfico, una de las apuestas de la revolución, prácticamente ha muerto por la desidia de las autoridades y la insuficiencia de recursos financieros.

Por lo que respecta a libros y folletos, todavía el dato es peor. Si cuesta en un momento como el actual hacer frente a la competencia del libro digital, en Cuba más aún. De 10.189.900 libros publicados en 2017 se ha pasado a 1.169.100 en 2021 (un -88,5%). Con los folletos, la caída ha sido incluso mayor, pasando de 2.482.100 en 2017 a tan solo 205.000 en 2021 (un 91,7%).

Las actividades culturales de asistencia popular han colapsado en los últimos años. Los espectadores en cines se redujeron de 2.332.500 en 2017 a 545.900 en 2021 (-76,5%). Los asistentes a espectáculos de música, tan relevantes en Cuba, bajaron en el mismo período de 47.835.900 a 8.154.200 (-81,7%). Al teatro, la asistencia se ha reducido igualmente pasando de 6.144.700 a 348.700 (-94,3%). Incluso, los espectáculos de danza han visto como disminuían los asistentes de 1.992.600 a 162.500 (-91,8%).

Estas tendencias no solo se pueden atribuir a los efectos derivados de la pandemia, sino a los cambios introducidos por una progresiva desafección de los cubanos hacia la oferta cultural del régimen comunista, y de forma reciente, por las medidas de la tarea ordenamiento en materia de precios de espectáculos.

Ante este panorama cultural desértico y vergonzoso, tan solo aparece un dato positivo en los últimos años. Se trata del número de horas de televisión emitidas a la población. Estas han aumentado continuamente, pasando de las 67.606 en 2017 a las 98.280 de 2021. Un crecimiento del 45,4% en dicho período. Además, en el cómputo total de horas emitidas por las televisiones, se destaca el aumento de los canales digitales, que pasaron de 10.849 horas en 2017 a 34.604 horas en 2021, un crecimiento del 240%. Las emisiones digitales han pasado de representar el 15% del total en 2017 al 35% en 2021.

Los datos expuestos indican que la política cultural del régimen hace aguas por todas partes y está perdiendo el contacto con una sociedad que aspira a otro modelo. La escasez de recursos económicos limita el potencial del estado en materia cultural, pero, al mismo tiempo, se cierra cualquier opción a la participación privada.

Una mala combinación para afrontar las demandas de una sociedad que aspira a recibir unos servicios culturales de calidad y adaptados a sus necesidades. Los tiempos de la “vieja trova”, simplemente quedaron atrás, y hay que empezar a pensar en la trova de la cuarta revolución industrial, con menos estado, menos dirigismo cultural y más libertades.

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