Por Denis Fortun
La muchacha de seguridad, un tanto molesta, me pide que le traduzca al sujeto que él no puede entrar al área de aduanas. El hombre insiste y me asegura que necesita ver urgente a un «policía de inmigración», sin embargo, no me aclara para qué. Le respondo que, si no me habla claro, no puedo asistirlo, y ella, la muchacha de seguridad, menos no le va a permitir que pase. Es entonces que me pregunta si soy cubano, le contesto que sí con cierto desgano, y el tipo me enseña un pasaporte rojo con el rótulo de la Comunidad Europea y me ruega que lo ayude. Me explica que salió de Cuba luego de hacerse ciudadano español, y se fue a Cancún, de allí sacó pasaje para Miami.
–Aquí nadie me ha parado –me reprocha sorprendido-. Compadre, tengo que volver a entrar para entregarme. Lo mío es la Ley de Ajuste…
Le cuento a la joven la historia y me mira con cara de no entender nada, dejando claro que no sabe qué va a decir. Le sugiero que deje pasar al hombre de una buena vez, bajo mi custodia, y por fin acepta, por supuesto, no sin cierta sospecha. Ya sentado en una de las banquetas ubicadas frente a la puerta de aduanas, a punto de yo hablar con un oficial, el hombre me toma por el brazo y me susurra casi.
-Por favor, diles que no me devuelvan…
Me sonrío. Me siento una suerte de Justino compasivo y no puedo evitar acordarme de Juan Rulfo…
Denis Fortun es escritor. Del libro Diles que no me devuelvan…
Una presentación de Denis Fortun con Ángel Velázquez Callejas.