Deporte y Salud

Deporte Cubano en París 2024: El Fin de un Espejismo

Por Carlos M. Estefanía.

Los Juegos Olímpicos de París 2024 han revelado una verdad que el régimen cubano lleva décadas negándose a reconocer: el deporte en Cuba, que alguna vez fue símbolo de orgullo y de la  afamada “Revolución”, se ha convertido en una triste sombra de lo que fue. Con apenas dos medallas de oro, una de plata y seis de bronce, la delegación cubana se ubicó en el puesto 32 del medallero, una posición que, según recuerdan varios analistas,  no ocupaba desde los Juegos de México 1968. Este resultado es un reflejo doloroso y contundente de un sistema que, obsesionado con la creación de campeones, acumula fracasos sin cesar.

Mientras que los deportistas cubanos son pagados por el Estado para que se dediquen a tiempo completo a la disciplina que practican, sus contrincantes de otros países, por lo general, son verdaderos aficionados, personas que equilibran sus entrenamientos con trabajos ordinarios. Aun así, estos atletas a medio tiempo superaron con creces a los cubanos en las olimpiadas de este año. Es irónico y amargo que un país que presume de formar atletas de élite haya sido superado por competidores que carecen del nivel de apoyo estatal que tradicionalmente se daba al deportista cubano, concebido como vitrina viviente del sistema imperante en su país. Este descalabro no es un accidente ni un simple resultado de circunstancias externas; es una evidencia de una crisis sistémica más profunda que el régimen se niega a reconocer.

Las razones de este declive son bien conocidas: la emigración de talentos, las estrictas limitaciones que impiden a los atletas unirse a clubes internacionales, y la incapacidad del sistema para adaptarse a las realidades modernas del deporte global. El modelo cubano, que alguna vez fue una potencia olímpica, está atrapado en el pasado, incapaz de evolucionar mientras el resto del mundo avanza.

En lugar de enfrentar esta realidad, el régimen cubano ha recurrido, una vez más, a su estrategia habitual: la manipulación y la propaganda. El 11 de agosto, el diario oficialista Granma publicó un artículo titulado “Inspirada en Fidel, Cuba compitió con dignidad y apego a los valores del deporte”. Este texto no es más que un intento desesperado de maquillar el fracaso con la retórica revolucionaria de siempre. En lugar de ofrecer una reflexión honesta sobre la decadencia del deporte cubano, el artículo se aferra a las gastadas consignas del “legado de Fidel” y la supuesta dignidad con la que los atletas compitieron en París.

Este discurso, dirigido a convencer a la población de que la delegación cubana ha triunfado moralmente a pesar de no haber alcanzado sus objetivos, es un claro ejemplo de la falacia que el régimen intenta imponer. El recurso constante a la figura de Fidel Castro, presentado casi como una deidad, es un intento de mantener viva una ideología que ha perdido su capacidad de resonar incluso entre los más leales. Mientras tanto, la realidad es imposible de ocultar: la corrupción, la falta de inversión y la incompetencia gubernamental han condenado al deporte cubano al mismo destino que al resto del país.

Al leer la nota de Granma, es importante recordar que aquellos involucrados en su redacción y difusión no tienen plena libertad física ni mental, lo que los lleva a estampar sus firmas bajo un texto que ensalza la “dignidad” y los “valores” de los atletas cubanos, como si estos pudieran compensar la falta de medallas y el bajo rendimiento general. Pero esta narrativa no es más que una cortina de humo, diseñada para desviar la atención de la decadencia y el estancamiento del sistema. Celebrar pequeños logros como si fueran grandes victorias refleja la desesperación de un régimen que, incapaz de ofrecer resultados tangibles, se aferra a la fachada de un éxito inexistente.

Para los cubanos que ya no se dejan engañar por la propaganda oficial, este tipo de artículos solo refuerza la desilusión con un gobierno que ha perdido toda capacidad de autocrítica. Es evidente que el deporte cubano, al igual que el país en general, está sufriendo las consecuencias de décadas de mala gestión, corrupción y represión. Es hora de que el gobierno enfrente la realidad y deje de usar el deporte como una herramienta de manipulación ideológica. Los resultados de París 2024 no son una victoria moral, sino una prueba más de la profunda crisis que atraviesa Cuba bajo el yugo del fidelismo, un sistema que, lejos de avanzar, se hunde cada vez más en su propia ineficacia.

Al final, el fracaso de este modelo deportivo es solo un síntoma de un problema más profundo. Durante décadas, solo dos deportes han sido verdaderamente accesibles para las masas en Cuba: el remo, en su modalidad de balsa para cruzar el estrecho de la Florida, y el senderismo, especializado en la supervivencia frente a ladrones, violadores, mordeduras de serpientes, tobillos rotos, asesinatos y hambre, todo con el fin de alcanzar la libertad atravesando el Darién. Todo lo demás es cuestión de una élite, una élite que ha dejado de estar a la altura de la que la precedió en los tiempos del subsidio soviético y de una economía que, al menos, producía algo. Como bien dicen los marxistas, aunque en la práctica lo olvidan, la economía es la base de todo, y cuando esta se desmorona, todo se va al traste, incluidas las glorias deportivas.

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