Por Lucimey Lima Pérez.
El estigma de los trastornos mentales, totalmente injustificado, es limitante y culpabiliza. Es un absurdo ligado a la ignorancia. La manera de explicarlo es en base al fundamento bio-psico-social de los trastornos mentales, ya que las conductas repercuten en el entorno y desencadenan rechazo, negación y ocultismo. La estigmatización del trastorno en el consumo de alcohol es más alta que para el resto de las condiciones mentales, inclusive el uso de otras sustancias. La experiencia nos ha mostrado que es una realidad muy difícil de modificar. Recientemente fue publicada una revisión sobre el uso de alcohol que incluye 16 estudios realizados en 9 países, la cual sustenta esta posición (Alcoholism: Clinical & Experimental Research 2021). En general, el trastorno del uso de alcohol es considerado como una ¨mala conducta¨, culpabiliza y excluye al que lo padece, además, produce temor ante la posible agresividad ocasionada por el consumo.
Las clasificaciones de trastornos mentales establecen criterios muy precisos sobre el consumo de alcohol como trastorno. El llamado alcoholismo comprende la dependencia física, la tolerancia, la dificultad en el control de la cantidad que se consume y el síndrome de retirada al disminuir o abandonar el consumo. El término, en relación al trastorno, es usado en forma popular o en asociaciones como Alcohólicos Anónimos, mas no en medios profesionales.
Otro comportamiento diferente lo constituye el consumo no frecuente, pero sí desmesurado, que produce síntomas deletéreos debido a la intoxicación. Las conductas que se llevan a cabo luego de una embriaguez no son recordadas, ya que hay obnubilación de la conciencia, y pueden ser totalmente indeseadas y ocasionar serias dificultades personales e interpersonales. El consumo excesivo ha sido medido por unidades y reportado por el National Health Service del Reino Unido. Las consecuencias del consumo de alcohol en cada grado son reportadas por diferentes investigaciones.
Por otro lado, también se destaca que el consumo moderado (1-14 tragos semanales) disminuye las señales cerebrales relacionadas con el estrés (imágenes del cerebro) y puede prevenir eventos cardio-vasculares. El consumo de más de 14 tragos o unidades (8 g de alcohol puro) semanales en forma crónica no es protector, ni el consumo excesivo a corto plazo con la subsecuente embriaguez (más de 14 en 2 h). Esto es señalado por un estudio con más de 53,000 individuos presentado en el American College of Cardiology Scientific Session 2021, así como en otro estudio que incluyó más de 245,000 participantes (2010).
Pareciera que todas estas mediciones son arbitrarias y por tanto han sido modificadas en varios tiempos por los organismos competentes en la materia. Sin embargo, aseveramos que son guías para permitirnos describir patrones de consumo y poder comparar los grupos que resultan, sin desdeñar el componente individual.
Existen científicos que señalan el daño que ocasiona el consumo de alcohol en cualquier magnitud. Uno de ellos indica que los consumidores de alcohol presentan una reducción de la materia gris en casi todo el cerebro, la cual corresponde a células y conexiones de crítica relevancia funcional (Medscape Medical News 2021, 25,000 participantes, Reino Unido). Categóricamente afirman ¨el fin de la happy hour¨.
Si bien los trabajos realizados durante años han sido controlados adecuadamente y reportan significancia estadística entre no bebedores y bebedores de alto, intermedio y bajo nivel, la controversia se mantiene y seguirá siendo un tema de discusión a largo plazo. En términos de salud mental el uso de alcohol puede ocasionar serias alteraciones y solamente el consumo responsable puede detener los efectos no beneficiosos. Tema escabroso y delicado, a ser revisado continuamente.
Viñeta. Isabel es una mujer de 50 años que estuvo casada durante 30 años con un hombre 15 años mayor que ella, tuvieron 3 hijos tempranamente en el matrimonio, todos independientes en el presente. Luego de unos 15 años de desapego en la pareja, el esposo de Isabel le dijo que quería irse de la casa, lo cual la impactó a pesar de no ser una pareja funcional. Isabel había estado consumiendo alcohol diariamente en cantidades moderadas, lo cual disminuía su estrés familiar y después de la separación. Además, presentó un episodio de depresión mayor con insomnio, por lo que le indicaron un antidepresivo y un hipnótico. Una noche sola en su casa comenzó a tomar vino en forma descontrolada, no sabe cuánto consumió, en el estado de confusión mental en el que se encontraba tomó tantos medicamentos como pudo encontrar a su alcance. Una hermana la fue a visitar y la encontró inconsciente. Isabel fue llevada al Hospital más cercano, tratada y recuperada. Al poco tiempo de este intento de suicidio parcialmente premeditado, ya que ella manifiesta que no recuerda exactamente qué hizo, asistió a la consulta para tratamiento psicoterapéutico del duelo no resuelto. Claramente informó sobre los eventos y las relaciones de familia, así como su sentimiento de soledad. Isabel sigue consumiendo alcohol y dice que no intenta detener la conducta aunque sus hijos estén preocupados. Trabajamos sobre el duelo y la moderación con técnicas integrativas en psicoterapia.
Lucimey Lima Pérez es Psiquiatra, Psicoterapeuta, Máster y PhD en Neuroquímica.
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