Por Carlos Manuel Estefanía Aulet.
Queridos lectores,
Les escribo, como saben mis más fieles seguidores en ZoePost, desde el municipio Botkyrka (se pronuncia “Botchyrka”), en el Condado de Estocolmo, donde el otoño sembrando el piso de hojas amarillas va dando paso al invierno; ya se cubre la comuna con su manto gris y los días parecen comprimirse en sombras largas. La oscuridad aquí no es solo climática: también se percibe en la política, la economía y la seguridad. Pero, como siempre, los residentes, nativos o inmigrados, luchan por desenterrar luz entre la penumbra.
Botkyrka ha vivido días tensos. Dobles homicidios en Tullinge, tiroteos en Alby, y la explosión en Tumba que hirió a una madre y a su hijo, víctimas de un conflicto de narcotráfico.
Ebba Östlin es una política socialdemócrata sueca (Socialdemokraterna) nacida en 1970. Su rol más destacado fue como presidenta de la Junta Municipal (Kommunstyrelsens ordförande) de Botkyrka —un cargo equivalente al de alcaldesa—, que ocupó desde diciembre de 2015 hasta enero de 2023. Su salida del cargo estuvo marcada por una fuerte controversia interna dentro de su partido en el municipio de Botkyrka. Posteriormente, anunció su retiro total de la política municipal en Botkyrka debido a su mudanza al municipio de Estocolmo. Desde la renuncia de la expresidenta Östlin, los partidos vienen negociando alianzas, moviéndose con cautela como sobre hielo fino.
En otra forma de hacer políticos, el periódico local mostro a los jóvenes y niños marchar bajo la lluvia clamando por la paz. No es de extrañar que la educación sigua dando frutos: el 85,6% de los alumnos alcanza el nivel requerido para pasar al bachillerato, “gymnasium” (bachillerato), superando el promedio nacional.
La cultura se convierte en resistencia: la Konsthall (Sala de Arte) abrirá “Att gräva fram solen” (Cavar para encontrar el sol), invitando a cavar juntos para encontrar la luz. Adam y Amina Seid Tahir construyen mundos donde la mitología afro nórdica, mezclada con ideología Queer, tan promovida en estos lares desde el poder, pretende dar voz a los invisibles, enseñando que el futuro se busca colectivamente, no se hereda. La apertura será el 8 de noviembre, ya veremos qué tal sale el experimento. Las bibliotecas, los talleres de danza y diseño, los clubes de programación, el circo, la iglesia: todos actúan como antídoto contra el aislamiento y la desesperanza.
Pero Botkyrka es solo un reflejo de Suecia en general, un país en tensión profunda.
El gigante industrial sueco de baterías Northvolt se declaró en quiebra en Suecia en marzo de 2025 (tras una declaración similar en EE. UU. a finales de 2024), marcando un duro fracaso para las aspiraciones europeas de establecer una cadena de suministro de baterías para vehículos eléctricos y reducir su dependencia de fabricantes asiáticos.
El colapso se debió a la combinación de una expansión demasiado rápida y ambiciosa, problemas graves para escalar la producción en su planta principal en Skellefteå, el incumplimiento de plazos que llevó a la cancelación de contratos clave (como uno de 2.000 millones de dólares con BMW), y una consiguiente crisis de liquidez que resultó en miles de millones de dólares en deuda, a pesar de haber atraído una enorme cantidad de capital público y privado. Esta semana, el quiebre del gigante industrial dejó al Estado con pérdidas millonarias y puso en evidencia la fragilidad de las ambiciones verdes. Cientos de empleados perdieron sus trabajos, los fondos de pensiones sufrieron millones en pérdidas, y la deuda total del grupo superó los 60.000 millones de coronas suecas. La industria pesada enfrenta también riesgos en Stegra, antes H2 Green Steel, y la incertidumbre económica se siente en todos los rincones del país.
La inseguridad también se intensifica. Asaltos en Gotemburgo, debates sobre bajar la edad penal, violencia de bandas, caza y confiscación de armas que provoca ansiedad y depresión: Suecia descubre su vulnerabilidad, aunque lo hace de manera pública y transparente, algo impensable en Cuba, donde la fragilidad se oculta.
El sistema de salud enfrenta desigualdades crecientes. El Blodcancerförbundet (Asociación de Cáncer de Sangre) denuncia que la Ley del Paciente no se cumple y reclama mayor control estatal sobre fármacos y financiamiento. Al mismo tiempo, la desigualdad climática revela que el 1% más rico contamina 11 veces más que la mitad más pobre, mientras lluvias torrenciales provocan inundaciones de aguas residuales en Halland. Las autoridades responden con programas de resiliencia industrial, enseñando que la crisis es oportunidad si se afronta con estrategia.
Las tensiones políticas se sienten en todos los niveles: think tanks liberales debaten sus líneas ideológicas, partidos centristas revisan alianzas con la izquierda, y la Oficina del Defensor del Pueblo sanciona violaciones a la libertad de expresión en escuelas. La educación sufre con aulas desordenadas, peleas y explosiones de botellas de plástico caseras, y la percepción de la economía nacional se torna pesimista: solo un 32% cree en la mejora para el próximo año.
Y, sin embargo, Suecia sigue siendo un país que respira, debate, corrige. La democracia es práctica diaria, imperfecta pero vigente. Se cae, se levanta, se critica y se corrige. Y mientras observo a los niños y jóvenes en Botkyrka —entre talleres de danza, bibliotecas y marchas por la paz donde los menores dan lecciones a la locura de sus mayores, tan belicistas en los últimos tiempos— pienso en Cuba: cuánto necesitará nuestra isla aprender a dialogar sin miedo, a corregir errores, a construir futuro desde la participación y la educación, a desenterrar el sol que durante tanto tiempo nos ha sido negado, .
Aquí, la luz se enciende colectivamente; en Cuba, aún tenemos que aprender a hacerlo, y no hablo solo del intermitente apagón eléctrico, endémico gracias a la ingente labor del gobierno. Y, sin embargo, ver, al otro lado del mundo a una sociedad como la sueca tambalear y levantarse da esperanza: nos enseña que la democracia no se recibe como regalo, se practica. Que la libertad se construye con participación, debate, educación y arte. Y que, aunque el invierno sea largo, cualquier sociedad que conversa, crea y se organiza, tarde o temprano, vuelve a amanecer.
Carlos Manuel Estefanía Aulet es un disidente cubano radicado en Suecia.
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”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”
Redacción de Cuba Nuestra
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