Por Carlos Manuel Estefanía.
Introducción
En estos días, el intelectual cubano mexicano Antonio Ramos me ha hecho llegar un mail con un comentario donde se establece un paralelismo histórico entre los millonarios cubanos que apoyaron ingenuamente a Fidel Castro en los años 50 y los ricos contemporáneos que hoy respaldan a políticos socialistas en Estados Unidos, como el caso que menciona el Wall Street Journal sobre los «Mamdani millionaires» que apoyan a un socialista como candidato a la alcaldía de Nueva York.
En la nota se recuerda cómo, al principio, Castro se presentó como un reformista moderado, hablando de honradez, justicia y reformas agrarias, lo cual atrajo el apoyo de sectores acaudalados que creyeron poder controlarlo o influir sobre él. Algunos eran oportunistas (“guatacas profesionales”), otros simplemente ingenuos. Sin embargo, la verdadera naturaleza del régimen se hizo evidente con los fusilamientos sumarios y la anulación de absoluciones judiciales, como en el caso de los aviadores de Batista.
En el texto enviado por Ramos se destaca que hoy no hay excusas: después de más de seis décadas de experiencias similares, los grandes capitalistas que apoyan a socialistas lo hacen por falta de percepción política, formación humanista y moral, lo cual refleja una decadencia social profunda en sectores extremadamente ricos. Estos millonarios, sostiene, arrastran con su influencia a masas que carecen de la capacidad racional para prever las consecuencias de esas alianzas. Sirva lo anterior de base para el siguiente ensayo.
Durante décadas, se nos ha enseñado que el capitalismo y el socialismo son enemigos irreconciliables, dos polos opuestos en una lucha ideológica que definió gran parte del siglo XX. Sin embargo, la historia —y el presente— son mucho más matizados. En numerosas ocasiones, los caminos del capital y del socialismo se han cruzado, a veces en silencio y otras con gran estruendo.
Desde magnates como Armand Hammer, que supieron hacer negocios con la Unión Soviética, hasta empresarios cubanos que apoyaron a Fidel Castro en su ascenso al poder, la línea entre el interés privado y las causas progresistas puede ser más difusa de lo que se imagina.
Este ensayo se adentra en esa zona gris, donde los capitalistas abrazan —ya sea por convicción, conveniencia o estrategia— proyectos socialistas. Un fenómeno paradójico y revelador que desafía etiquetas simplistas y relatos reduccionistas.
Armand Hammer y la URSS: Capitalismo en tierras soviéticas
Pocos ejemplos ilustran mejor esta dualidad que el de Armand Hammer (1898–1990), fundador de Occidental Petroleum. En 1921, Hammer fue recibido por Lenin, lo que dio origen a un acuerdo para explotar minas de asbesto en la Rusia soviética, marcando el inicio de una relación inusual pero duradera con el régimen comunista.
Años después, Hammer fundó una fábrica de lápices que se convertiría en proveedor oficial del Estado soviético. A lo largo de su carrera, mantuvo estrechos contactos con figuras clave del Kremlin, como Brezhnev y Gorbachov.
Aunque Hammer no se consideraba socialista, creía en el comercio como un puente entre ideologías, una herramienta para mejorar la vida de las personas y evitar conflictos internacionales. Su historia demuestra que, incluso en sistemas aparentemente antagónicos, hay espacio para el intercambio, el entendimiento y, por supuesto, el beneficio mutuo.
La burguesía cubana y la Revolución de Fidel Castro
Al hablar de la Revolución cubana, a menudo se piensa en un levantamiento popular contra las clases altas. Sin embargo, la realidad fue más compleja. Varios sectores de la burguesía nacional no solo simpatizaron con la causa revolucionaria, sino que jugaron un papel clave en sus primeras etapas.
Apoyo inicial de las clases altas
Fidel Castro comenzó su carrera política en el Partido Ortodoxo, una formación reformista y nacionalista, predominantemente burguesa. Tras el golpe militar de Batista en 1952, muchos empresarios y profesionales vieron en la oposición una esperanza para construir una Cuba moderna y soberana, libre de autoritarismo.
En 1958, el Pacto de Caracas reunió a diversas fuerzas opositoras, desde el Movimiento 26 de Julio hasta sectores empresariales que esperaban cambios profundos sin desmantelar las estructuras productivas del país.
Burgueses en el nuevo régimen
Con el triunfo revolucionario en 1959, el gabinete de Fidel Castro estaba compuesto por abogados, tecnócratas y empresarios reformistas.
El Discurso del Club Rotario de La Habana: ¿Un Fidel Castro conciliador con el Capitalismo al Inicio de la Revolución?
Al analizar los primeros compases de la Revolución Cubana, es común que se asocie a Fidel Castro directamente con la implementación del socialismo y la erradicación del capitalismo. Sin embargo, un examen de sus pronunciamientos iniciales, como el discurso ofrecido en el Club Rotario de La Habana el 15 de enero de 1959, sugiere una postura menos antagónica y, en ciertos aspectos, incluso conciliadora con los sectores empresariales y la lógica de mercado, al menos en la retórica pública de ese momento.
En este significativo encuentro, celebrado apenas unos días después del triunfo revolucionario, Castro no se mostró como un enemigo declarado del sistema capitalista per se. En lugar de ello, su mensaje se centró en conceptos como la libertad, la democracia y la justicia. Enfatizó que la Revolución había llegado para erradicar la «prebenda, el privilegio, el favoritismo y el nepotismo» del régimen anterior, males que incluso sectores empresariales legítimos podían haber sufrido o repudiado.
Al hablar de que solo serían castigados los «criminales de guerra» y que «cuando haya justicia, no habrá venganza», Castro buscaba claramente tranquilizar a la sociedad en su conjunto, incluidos aquellos con intereses económicos y propiedades. No hubo en este discurso un llamado explícito a la nacionalización masiva o a la expropiación generalizada, ni una condena ideológica del capital privado como tal.
Si bien Castro afirmó la soberanía cubana y declaró que «se acabó la Enmienda Platt», lo que denotaba un fuerte sentimiento anti-intervencionista y nacionalista, esta postura no era inherentemente anticapitalista. Un gobierno nacionalista podría perfectamente coexistir con un sistema económico de mercado, siempre y cuando este operara bajo sus propios términos y no los de potencias extranjeras.
En esencia, el discurso en el Club Rotario se inscribe en un período en el que el movimiento revolucionario aún presentaba una amplia coalición de fuerzas, y su líder buscaba consolidar el apoyo popular y la estabilidad, más que iniciar una confrontación ideológica frontal con el sistema económico existente. La radicalización y la definición socialista de la Revolución, con sus consecuentes nacionalizaciones y la confrontación directa con el capitalismo, se darían en fases posteriores, a partir de 1960. Este encuentro de enero de 1959 sirve, por tanto, como un ejemplo de que la postura inicial de Fidel Castro no era de abierta hostilidad hacia el capitalismo, sino de un enfoque en la regeneración moral, la justicia y la soberanía nacional.
En un discurso posterior de Fidel Castro pronunciado en el banquete de instituciones económicas el 27 de agosto de 1959, se enmarca en un momento crucial de la Revolución Cubana, cuando el nuevo gobierno buscaba legitimar su autoridad y establecer relaciones constructivas con los sectores empresariales capitalistas. A lo largo de su intervención, Castro enfatiza que su gobierno no está en contra de los empresarios, sino que busca rectificar los problemas acumulados por décadas de corrupción y mala administración.
Desde el inicio de su discurso, Castro reconoce la importancia de los industriales en la reconstrucción del país y muestra un tono conciliador. Afirmó que, a pesar de las dificultades, hay un interés común en el desarrollo económico de la nación:
«El sacrificio mayor que tiene esta generación… es el de arreglar lo que venía desarreglado desde hace tanto tiempo»
Este reconocimiento sugiere que Castro no ve a los empresarios privados como adversarios, sino como aliados potenciales en la tarea de reconstrucción.
Aquí, Castro se posiciona como un reformador que busca establecer un nuevo estándar ético en la administración pública, un mensaje que podría resonar positivamente entre los empresarios que también buscan un entorno de negocios más limpio.
Castro apela al patriotismo y al sacrificio colectivo, invitando a todos, incluidos los empresarios s, a colaborar en la construcción de una Cuba mejor:
«La Revolución… quiere seguir trayendo al país el mayor número de beneficios, no solo materiales, sino también morales.»
Este enfoque sugiere que la Revolución busca integrar a los empresarios en un esfuerzo común por el bienestar nacional, en lugar de marginarlos.
Finalmente, Castro enfatiza la necesidad de adaptación a la nueva realidad económica y política:
«La Revolución no siente hostilidad ni prejuicios contra nadie…»
Al afirmar esto, Castro deja claro que su gobierno no está en contra del sector privado, sino que busca crear un nuevo modelo económico que beneficie a todos. Esta adaptabilidad es vital para fomentar una relación constructiva entre el Estado y los empresarios.
De la luna de miel a la ruptura
Sin embargo, esta luna de miel no duró. La Reforma Agraria de mayo de 1959 encendió las alarmas. A partir de ese momento, el giro ideológico se aceleró, y las nacionalizaciones de empresas en octubre de 1960 sellaron la ruptura.
Para 1961, muchos industriales cubanos habían optado por el exilio o financiaban la contrarrevolución. Lo que comenzó como una alianza con la burguesía reformista terminó en un divorcio irreconciliable.
📚 Jean-Paul Sartre: un intelectual burgués en la Cuba que se apresta a aniquilar a la burguesía
No solo empresarios simpatizaron con el socialismo caribeño. En 1960, los filósofos Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, ambos definidos por los marxistas ortodoxos como filósofos burgueses, viajaron a Cuba, entrevistaron a Fidel Castro y publicaron Huracán sobre el azúcar, donde elogiaban las reformas sociales del gobierno revolucionario, aún no declarado socialista, pero en camino de serlo.
Ese respaldo tuvo efectos concretos: intelectuales, artistas y mecenas europeos occidentales, no necesariamente pro soviéticos que comenzaron a apoyar —económica y logísticamente— el proyecto cubano. De repente, la Revolución no solo tenía legitimidad en las calles de La Habana, o en las capitales de llamado “Socialismo Real” sino también en los cafés de París.
🌪 El giro capitalista del socialismo cubano
Lo que nadie podía prever es que esa misma revolución terminaría, décadas después, dependiendo de la iniciativa privada para sobrevivir. Hoy, Cuba enfrenta su peor crisis financiera en décadas, provocada por la ineficiencia estatal, una planificación fallida y, sin duda, por el embargo económico de Estados Unidos, que ha castigado la producción y provocado inflación, cortes eléctricos y escasez de bienes básicos.
Frente a esta crisis, el gobierno comunista ha optado por retroceder, abriendo espacio a lo que antes despreciaba: el capitalismo.
En febrero del 2001, David Rockefeller, emblemático banquero estadounidense, se reunió en La Habana con Fidel Castro por primera vez desde la revolución, acompañado de 18 banqueros, empresarios y ex diplomáticos que abogan por el levantamiento del embargo de EE.UU. a Cuba. Durante el encuentro de más de cinco horas, Rockefeller destacó su interés en observar los cambios en la isla y la necesidad de obtener una visión propia para asesorar al gobierno estadounidense sobre las relaciones con Cuba.
La visita reflejaba un cambio en el establishment estadounidense, que busca oportunidades económicas en Cuba, especialmente ante la creciente inversión europea. La delegación, parte del Centro de Política Internacional de Washington, se opone al embargo, considerando que limita el acceso a un mercado atractivo.
El encuentro también mostró la apertura de Castro hacia EE.UU. para atraer inversiones, coincidiendo con un contexto donde figuras militares estadounidenses han comenzado a ver a Cuba de manera menos amenazante. Tras la reunión, Rockefeller y su grupo viajaron a México para continuar las conversaciones.
Desde 2021, la flexibilización legal ha permitido la creación de más de 10,200 nuevos negocios privados, dando lugar a una incipiente economía alternativa que convive, a duras penas, con el modelo socialista.
En 2023, tanto el sector privado como el gobierno realizaron importaciones por un valor de 1,000 millones de dólares cada uno, lo que refleja la creciente importancia de los emprendedores particulares. La mayoría de estos bienes provienen de Estados Unidos y se financian con remesas familiares.
Actualmente, 1.5 millones de cubanos trabajan en empresas privadas, casi la mitad de la fuerza laboral del país. Sin embargo, este cambio genera tensiones internas, ya que una nueva élite empresarial comienza a emerger, chocando con la ideología igualitaria de la Revolución.
Los contrastes son dramáticos: un profesional estatal (médico, maestro, burócrata) gana alrededor de 15 dólares mensuales, mientras que en el sector privado se puede obtener entre 5 y 10 veces más. Productos básicos como una bolsa de patatas fritas italianas cuesta 3 dólares, el papel higiénico 6 dólares y el vino 20. Muchos solo pueden acceder a estos productos gracias al dinero que reciben del extranjero.
Cuba y la inversión extranjera en 2025
Consciente de sus limitaciones, el Estado cubano ha reafirmado en 2025 su apuesta por atraer inversión extranjera, especialmente en sectores clave como el turismo, la alimentación, la industria y la energía.
Algunas cifras actuales:
- 363 negocios activos con inversión extranjera:
- 114 empresas mixtas
- 187 contratos de asociación económica internacional (AEI)
- 62 empresas de capital totalmente extranjero
- 53 empresas en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel (ZEDM)
- 3 reinversiones aprobadas en 2024, por un monto superior a 119 millones USD
Sectores más dinámicos:
- Turismo (45%)
- Alimentos (11%)
- Industria (10%)
- Energía (8%)
Marco legal
La Ley No. 118 de Inversión Extranjera (2014) ofrece garantías jurídicas, exenciones fiscales y facilita la importación de maquinaria. Además, Cuba mantiene acuerdos bilaterales con más de 60 países para evitar la doble tributación y proteger las inversiones.
Un hito reciente fue la apertura del banco canadiense NOVABANK S.A., el primero de capital totalmente extranjero autorizado a operar servicios financieros para el sector privado cubano.
En Expo Caribe 2025, 41 empresas extranjeras y delegaciones de 35 países reafirmaron su interés por participar en el futuro económico de la isla.
Rockefeller y los países socialistas: diplomacia, finanzas y paradojas ideológicas
Un banquero en Berlín Oriental
El acercamiento de David Rockefeller al comunismo cubano tenía antecedentes. En junio de 1975, David Rockefeller, realizó una visita oficial a la República Democrática Alemana (RDA), uno de los bastiones del socialismo en Europa del Este.
- Fue recibido por altos funcionarios del Estado socialista, incluido el presidente del Staatsbank, Horst Kaminsky.
- La visita fue parte de la política de détente entre Este y Oeste, en un contexto de apertura diplomática y financiera.
- Rockefeller se presentó como un “icebreaker” (rompehielos), interesado en discutir temas políticos, económicos y culturales con líderes comunistas.
Este encuentro reflejaba una paradoja: uno de los banqueros más influyentes del mundo capitalista dialogando con gobiernos que oficialmente rechazaban el sistema que él representaba.

Finanzas globales y socialismo pragmático
Durante los años 70, el auge de los mercados financieros internacionales —especialmente los mercados de eurodólares— permitió que países socialistas accedieran a créditos y capital extranjero.
- Los países del bloque soviético, incluida la RDA, buscaban importar tecnología y automatización desde Occidente.
- El Estado socialista era el prestatario directo, lo que ofrecía garantías de pago atractivas para bancos como Chase Manhattan.
- Rockefeller también visitó la URSS y Checoslovaquia en el mismo viaje, consolidando lazos financieros con el bloque oriental.
La historia de los Rockefeller en países socialistas revela una compleja red de intereses económicos, diplomáticos y estratégicos. Aunque ideológicamente opuestos, los sistemas comunistas y capitalistas han encontrado puntos de convergencia en la necesidad de financiamiento, tecnología y legitimidad internacional.
David Rockefeller no solo abrió canales financieros con gobiernos comunistas, sino que también ayudó a normalizar relaciones en un mundo dividido por la Guerra Fría. Su legado demuestra que, en la práctica, la economía global ha sido más pragmática que ideológica.
Capitalismo en Asia comunista
Las inversiones extranjeras en la China
Al igual que en Cuba, aunque con resultados incomparablemente más exitosos, la República Popular China ha demostrado que el comunismo, lejos de ser impermeable al capital, puede utilizarlo como palanca para alcanzar objetivos estratégicos, sin ceder el control político del sistema.
Orígenes paradójicos
Fundada en 1949 bajo el liderazgo de Mao Zedong, la China comunista nació con una retórica anticapitalista radical. Sin embargo, incluso durante la Revolución Cultural, el régimen estableció vínculos pragmáticos con los mercados capitalistas. En 1973, el programa “Cuatro-Tres” (Si San Fang’An) significó un viraje hacia la compra masiva de tecnología y maquinaria occidental por un valor de 4,300 millones de dólares, con proveedores incluso en Estados Unidos. Este ambicioso giro contó con el respaldo de figuras como Zhou Enlai y Li Xiannian.
Reformas y apertura: el legado de Deng Xiaoping
Con la muerte de Mao en 1976, Deng Xiaoping lideró un cambio estructural con su política de gaige kaifang (Reforma y Apertura). Bajo este modelo:
- Se crearon Zonas Económicas Especiales (ZEE) como Shenzhen, imanes para el capital extranjero.
- Se permitió la existencia de empresas mixtas entre inversores internacionales y empresas estatales.
- China ingresó a la Organización Mundial del Comercio en 2001, consolidando su rol en la economía global.
Entre 1978 y 2000, el comercio exterior chino pasó de 20 mil millones a más de 474 mil millones de dólares, abriendo un nuevo capítulo: un socialismo que se alimenta del capital privado global para consolidar su modelo de poder.
Capitalismo con características chinas
Lo que emergió no fue un sistema liberal, sino un “capitalismo de partido-estado”, donde:
- El Partido Comunista Chino (PCCh) conserva el control político sobre toda la economía.
- Las inversiones deben alinearse con metas nacionales como la autosuficiencia tecnológica.
- Las grandes firmas extranjeras operan en China bajo estricta supervisión estatal.
Empresas como Apple, Tesla y Volkswagen han invertido miles de millones, atraídas por el mercado y la infraestructura, pero sujetas a una gobernanza autoritaria.
Tensiones y desafíos
Este modelo híbrido ha generado fricciones:
- Estados Unidos y la Unión Europea han endurecido las revisiones de seguridad a inversiones chinas en sectores estratégicos.
- La ambigüedad entre empresa privada y control estatal despierta sospechas sobre prácticas anticompetitivas y falta de transparencia.
Principales inversionistas capitalistas extranjeros en la China comunista
A pesar del contexto ideológico, nombres prominentes del capitalismo global han apostado fuertemente por el “dragón rojo”. A continuación, un listado representativo:
Inversionistas individuales y líderes de firmas
Nombre y Apellido | Firma / Fondo | Sector principal | Notas destacadas |
Masayoshi Son | SoftBank | Tecnología, e-commerce | Invirtió $20M en Alibaba en 2000; hoy supera los $100B |
Neil Shen | Sequoia Capital China | Tecnología, salud, consumo | Fundador de Trip.com y figura clave en el venture capital chino |
Hugo Shong | IDG Capital | Tecnología, medios, fintech | Pionero de las inversiones extranjeras en China desde 1993 |
Yuri Milner | DST Global | Internet y redes sociales | Apostó por ByteDance y Alibaba |
William Hu | Qiming Venture Partners | Salud, IT, energía limpia | Focalizado en startups estratégicas |
Tim Gong | SIG China | Tecnología, consumo | Director general con amplio portafolio en el ecosistema digital chino |
Fondos y firmas institucionales
Firma / Fondo | País de origen | Empresas chinas financiadas |
Temasek Holdings | Singapur | DiDi, Meituan Dianping, Kuaishou |
Goldman Sachs | EE. UU. | Alibaba, Lufax, Zhihu |
GIC (Gob. de Singapur) | Singapur | Ant Financial, Meituan Dianping |
CPPIB (Canadá) | Canadá | Ant Financial, Meituan Dianping |
Baillie Gifford | Reino Unido | Varias empresas tecnológicas chinas |
Investor AB | Suecia | Diversas firmas en tecnología |
BlackRock | EE. UU. | Fondos A-share en China |
Fidelity Investments | EE. UU. | Portafolio en la región por más de $1B |
La experiencia china, al igual que la cubana, pero con un éxito monumentalmente mayor, revela la gran paradoja del socialismo real: la coexistencia estratégica entre una retórica comunista y una práctica económica capitalista. A diferencia del caso caribeño, China ha logrado atraer inversión extranjera no desde la debilidad, sino desde una posición negociadora fuerte, manteniendo su soberanía política mientras se nutre del capital privado global.
Así, el “socialismo con características chinas” representa la culminación de un modelo híbrido donde la ideología se convierte en herramienta para fortalecer el poder del partido-estado, no un freno para su apertura al dinero extranjero.
El caso vietnamita; evolución y desafíos
Introducción
Vietnam, oficialmente una república socialista gobernada por el Partido Comunista, ha sido durante las últimas tres décadas uno de los destinos más atractivos para la inversión extranjera directa (IED) en Asia. Esta paradoja —un país comunista que acoge capital extranjero— se explica por una transformación económica profunda iniciada en 1986 con el programa Boi Mới (Renovación), que abrió la economía al mercado global sin abandonar el control político centralizado.
Este ensayo analiza la evolución de la inversión extranjera en Vietnam, sus principales sectores, actores internacionales, incentivos ofrecidos por el Estado y los desafíos estructurales que enfrenta.
Historia de la inversión extranjera en Vietnam
- 1987: Se aprueba la Ley de Inversión Extranjera, la primera legislación que permite la entrada de capital foráneo.
- 1988: Se otorga la primera licencia de inversión a Hochimex (Hong Kong) y Ba Ria-Vung Tau Tourism Company, con un capital inicial de US$2 millones.
- 1995: Vietnam normaliza relaciones con EE. UU., lo que impulsa la llegada de capital norteamericano.
- 2007: Vietnam se une a la Organización Mundial del Comercio (OMC), consolidando su integración económica global.
Desde entonces, Vietnam ha firmado más de una docena de tratados de libre comercio, incluyendo el EVFTA (con la Unión Europea) y el RCEP (Asociación Económica Integral Regional).
Datos actuales y sectores clave
Según el Ministerio de Planificación e Inversión de Vietnam:
- En el primer semestre de 2025, la IED alcanzó US$21.5 mil millones, un aumento del 32.6% interanual.
- Los sectores más atractivos fueron:
- Manufactura y procesamiento: US$12 mil millones (56.6% del total).
- Bienes raíces: US$5.17 mil millones (24%).
- Ciencia y tecnología: US$1.18 mil millones.
- Tratamiento de agua y residuos: US$902.9 millones.
Principales países inversores
País | Inversión en 2025 (USD) | Participación |
Singapur | 4.6 mil millones | 21.4% |
Corea del Sur | 3 mil millones | 14.3% |
Japón | 2.2 mil millones | 10.2% |
China | 1.95 mil millones | 9.1% |
EE. UU. | 405 millones | 1.9% |
Incentivos estatales
Vietnam ha adoptado políticas agresivas para atraer capital extranjero:
- Exención del impuesto corporativo por 2 años y reducción del 50% por 4 años adicionales.
- Tarifas preferenciales del 10% por 15 años para proyectos de alta tecnología.
- Acceso a zonas económicas especiales con infraestructura moderna.
- Participación en tratados como el CPTPP, EVFTA y RCEP, que reducen aranceles y barreras comerciales.
Desafíos estructurales
A pesar del éxito, Vietnam enfrenta obstáculos importantes:
- Burocracia y lentitud legal: El 70% de los proyectos inmobiliarios enfrentan demoras por problemas de licencias y permisos.
- Restricciones sectoriales: Áreas como defensa, telecomunicaciones y banca tienen límites de propiedad extranjera (30–49%).
- Corrupción y transparencia: Aunque ha mejorado, Vietnam aún ocupa el puesto 77 en el Índice de Percepción de Corrupción.
- Sostenibilidad ambiental: La falta de certificaciones verdes en edificios y fábricas pone en riesgo la atracción de inversión ecológica.
Vietnam ha logrado una transformación económica notable al combinar un modelo socialista con apertura al capital extranjero. La inversión extranjera ha sido clave para el crecimiento del PIB, la generación de empleo y la modernización industrial. Sin embargo, para mantener su atractivo, el país debe mejorar la transparencia legal, la sostenibilidad ambiental y la capacitación laboral.
La paradoja de un Estado comunista que depende del capital extranjero no solo es viable, sino que ha sido el motor de uno de los milagros económicos más sorprendentes del sudeste asiático.
Yvon Chouinard: cuando el capitalismo se vuelve herramienta “social”
En el extremo opuesto del espectro —pero siguiendo la misma lógica— se encuentra Yvon Chouinard, fundador de la marca Patagonia. En 2022, Chouinard donó su empresa, valorada en 3,000 millones de dólares, a un fideicomiso ecológico. Su declaración fue tan provocadora como inspiradora: “La Tierra es ahora nuestro único accionista”.
Chouinard pretende representar a una nueva generación de capitalistas que, en teoría, no buscan acumular riqueza, sino canalizarla hacia causas sociales y medioambientales, demostrando que el capital también puede tener conciencia, o al menos una agenda. ¿Será verdad?
Mamdani y los millonarios del socialismo neoyorquino
Un ejemplo actual de este fenómeno se observa en la coyuntura política de Nueva York, donde ciertos sectores adinerados respaldan a figuras socialistas como Zohran Mamdani. Este apoyo plantea interrogantes fundamentales sobre la autenticidad del discurso igualitario promovido.
La paradoja de millonarios apoyando a un candidato que aboga por la redistribución radical de la riqueza no puede pasarse por alto. Lejos de representar una conversión ideológica genuina, este fenómeno parece ser una estrategia sofisticada de las élites económicas para controlar, desde dentro, los márgenes del cambio social.
Los capitalistas que se alinean con propuestas supuestamente radicales no parecen tener intenciones reales de renunciar a sus privilegios. Aunque públicamente se muestran dispuestos a “sacrificar” una fracción de sus ingresos, su respaldo a proyectos socialistas suele ser calculado. En lugar de arriesgar el núcleo de su poder económico, promueven reformas que suavizan las tensiones sociales sin alterar las estructuras que los benefician.
Este tipo de apoyo, lejos de empoderar a los sectores más vulnerables, puede terminar reforzando un sistema en el que las desigualdades persisten bajo una nueva apariencia de justicia social.
En este contexto, emerge con fuerza el concepto de “socialismo de lujo”, un oxímoron que describe la actitud de una clase alta que adopta causas progresistas como parte de su imagen pública. Se trata de un fenómeno comparable al “radical chic” descrito por Tom Wolfe, donde las posturas de izquierda se convierten en accesorios ideológicos de moda, más que en compromisos reales con la transformación estructural.
Así, el congelamiento de alquileres o la gratuidad del transporte público, por más atractivas que parezcan, se convierten en promesas vacías cuando sus impulsores pertenecen a círculos que jamás experimentarán la precariedad que esas medidas pretenden remediar.
La desconexión entre discurso y realidad social es profunda. Y en ese abismo entre lo que se dice y lo que se hace, se fraguan las contradicciones del capitalismo progresista contemporáneo.
Conclusión
Desde Lenin a Mamdani, pasando por Fidel, la historia del socialismo está plagada de momentos en los que el capital, lejos de oponerse, ha colaborado, invertido e incluso salvado a los regímenes marxistas. Ya sea por cálculo económico, fascinación ideológica o ceguera política, los capitalistas han sido, en no pocas ocasiones, los mejores aliados del socialismo real.
Tal vez, como advertía la nota enviada por Antonio Ramos, el mayor peligro no reside en el socialismo en sí, sino en una élite adinerada que ha perdido el juicio, la ética y la memoria histórica.
Carlos M. Estefanía es un disidente cubano radicado en Suecia.