Por José Abreu Felippe/Insularis Magazine.
para Zoé Valdés
La muchacha había salido al balcón y estaba recostada a la baranda.
–¿Y dónde es que lo ves?
Al hombre se le notaba fatigado. Más bien hastiado de hacerle la misma pregunta a su hija.
–Dime, ¿dónde es que lo ves?
Ella se mantenía con la cabeza baja. No estaba claro si se miraba las manos o sencillamente hacia abajo, hacia la calle, que a esa hora de la tarde se mantenía desierta.
–¿En tu cuarto?
La muchacha movió la cabeza. Podía interpretarse como un sí o un amago de bostezo o una señal de aburrimiento.
–Es muy importante precisar el lugar.
La muchacha lo miró unos segundos antes de preguntar.
–¿Importante? ¿Por qué es importante?
–Porque probablemente nos ayude a determinar su origen.
–Lo veo en todas partes.
–¿Ahora, por ejemplo?
La muchacha tardó en responder.
–Ahora no.
–¿Es decir que aquí, ahora, solo estamos nosotros dos?
–Sí.
–Entonces…
–¿Entonces qué?
–¿Dónde es que lo ves?…