Por Aurora Losada/Literal Magazine.
“¿Alguien se ha preguntado qué vamos a hacer cuando termine este juicio?”
La pregunta jocosa, lanzada por uno de los millones de TikTokers que durante más de seis semanas comentaron puntualmente el juicio del actor Johnny Depp y de su ex mujer, la también actriz Amber Heard, aludía al síndrome de abstinencia que sentiríamos cuando el proceso llegara a su fin. Cientos de millones de espectadores dentro y fuera de Estados Unidos nos enganchamos, reconozcámoslo, con mezcla de fascinación y de espanto, a la transmisión nuestra de cada día.
La pregunta podía parecer cargada de frivolidad, como la concentración mediática en el juicio mientras el país sufría el azote bestial de nuevos tiroteos en escuelas y supermercados, como el show casi obsceno que se desarrollaba a diario en la sala, y como el espectáculo añadido que, de forma muy creativa, eso sí, se armaba en TikTok como colofón de cada sesión.
En realidad, la pregunta era premonitoria.
Qué vamos a hacer después de este juicio, ahora que ya sabemos el veredicto que marca un antes y un después, es la gran cuestión. Cómo nos vamos a comportar a partir de ahora en casos similares, o en cualquier caso que requiera, como manda el sistema democrático, un debido proceso antes de un castigo. Yo extendería la pregunta más allá: qué van a hacer los agentes más influyentes en la cultura de la cancelación, medios y empresas, para tomar y ejercer sus decisiones con cautela y responsabilidad en vista de que muchos de ellos se precipitaron y resbalaron en su prisa por defenestrar a Depp que, hoy sabemos, fue difamado por su ex.
Este caso iba mucho más allá del litigio entre dos celebridades, uno más célebre que la otra. Había mucho más en juego que Johnny Depp vs Amber Heard y, como retrueque, Amber Heard vs Johnny Depp. Un veredicto que sólo a días de haber sido pronunciado se convirtió en épico por su trascendencia y polémico por su contenido, confirmó que no eran sólo las acusaciones entre particulares lo que se juzgaba sino, además, un sistema sociocultural dominante desde hace años que no cuestiona ni permite cuestionar, que impone la unidireccionalidad, exige pertenencia y lealtad a la tribu adecuada, facilita la acusación gratuita y practica la cancelación de gatillo fácil. Basta con ver la reacción ante el dictamen de la propia Heard, que durante el juicio no escatimó contradicciones, mentiras y hasta histrionismo, para entender que vivimos en una cultura en la que dependiendo del género de quien se sienta en el banquillo, las apuestas tienen resultado garantizado.
¿Cómo eliminar el engranaje que se pone en marcha cuando una sola palabra basta para que alguien veladamente acusado de hechos atroces sea inmediatamente vilipendiado, socialmente condenado, laboralmente castigado, aislado, y considerado un apestado?
Este juicio, pero sobre todo el veredicto, son una oportunidad para reflexionar sobre este punto inquietante al que hemos arribado, en el que las viejas premisas de que la justicia debe ser igual para todos y de que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, parecen haber quedado fuera de moda.
Cuando siete miembros de un jurado dictaminaron unánimemente que la actriz Amber Heard, ex esposa del actor Johnny Depp, difamó con malicia y alevosía al actor, y que debe pagarle 10 millones de dólares por daños y perjuicios, más otros cinco millones por su maldad, no estaba abriendo una caja de Pandora: estaba intentando cerrarla.
“Para que un jurado dictamine que hubo malicia y difamación en un caso como éste, realmente tiene que ser porque no creyeron nada y en algún punto incluso dejaron de escucharla”, le dijo a la cadena de televisión NBC uno de los abogados que analizaron el caso, en referencia a Heard. Y es que, como ha señalado en alguna ocasión el analista legal Jeffrey Toobin, lo simple rara vez pierde ante una pretendida complejidad.
Como en una cebolla, en la historia de este juicio hay múltiples capas, y de todas ellas hemos tenido conocimiento, con todo lujo de detalle. Está la historia del matrimonio tóxico en el que ambos intercambiaban lindezas de toda índole, la historia de la casi incapacitante adicción al alcohol y a las drogas de Depp y del acompañamiento en el uso de drogas de Heard, la historia de los brotes histéricos de la actriz y de las huidas de él para evadir enfrentamientos, las tensiones creadas por la carrera artística absolutamente consagrada del uno y la carrera artística sin mayores glorias de la otra, la historia de los ciclos esquizofrénicos que combinaban gritos e insultos por parte de ambos con reconciliaciones desesperadas…