Por Sor Nadieska Almeida h.c.
Este texto nos lo ofrece la liturgia de hoy al celebrar la fiesta de San José, patrono de la Iglesia universal, y aunque el fragmento bíblico hace referencia a Abraham, nuestro padre en la fe, solo quiero apropiarme de la profundidad de la expresión para hacer mía la experiencia de tantos hombres y mujeres que esperaron contra toda pérdida de esperanza.
Rodeados de obstáculos supieron ir de frente. Eligieron vivir afrontando y asumiendo cada reto en su caminar por la vida. Vida de Fe, pero también vida en la cotidianidad histórica de su ser. Vida de decisiones, de oscuridad, de silencios y palabras no entendidas. Vida tejida como la nuestra, donde la esperanza se cimenta en la confianza en el Dios que hace camino con nosotros y en nuestra capacidad de responderle a su propuesta de salvación liberadora.
Hoy mi esperanza hace un intento por levantarse. Vivo como muchos la dura experiencia de la zozobra en espera de la llegada de la luz. Sufro el cansancio físico y psicológico que me agotan, sobre todo cuando no veo soluciones. Me duele profundamente el corazón cuando veo a los trabajadores cansados, sin dormir, sin alimentación adecuada, caminando tramos largos para venir a cuidar a ancianos a quienes también les ha sido robada la esperanza en los últimos días de su existencia. Dormir incluso ha sido difícil para ellos por los apagones, los mosquitos, porque los generadores de electricidad no están hechos para soportar tanto consumo, y junto a ello sumamos el gasto grande de combustible, el que hay que suplicar que llegue.
Cuando hace apenas tres días nuestro pueblo CANSADO de tantas injusticias decidió libre y espontáneamente reclamar sus derechos básicos: comida y corriente eléctrica, para después sumar un grito más profundo, el de libertad; este pueblo es apresado, multado, amordazado, intimidado. Y si no fuera suficiente, tratan de minimizar su valor diciendo que era solo un pequeño grupo de personas. NO, no se puede permitir silenciar al pueblo nuevamente, fue un pueblo en diferentes lugares del país. No fueron personas pagadas por nadie ni incitadas a salir. Incluso con miedo, quienes salieron fueron madres reclamando la comida, el descanso, la alegría para sus hijos. Fueron hijos cansados de ver a sus padres consumirse en la miseria, la delgadez, la violencia. Fueron padres cansados de mendigar, de inventar, de “resolver”, para poner algo sobre las mesas de sus hijos.
No, no es justo decir lo contrario a lo que nuestros ojos vieron. No sigamos culpando a otros gobiernos, asumamos nuestra responsabilidad, la incapacidad de sacar adelante un país que sufre por más de seis décadas. No debemos ser tratados como personas que no piensan, o peor aún, que siguen creyendo en las mentiras que nos dicen. Tenemos capacidad para darnos cuenta de la decadencia de este sistema y lo estamos pagando con mucho sufrimiento.
No queremos a nuestros hijos encarcelados injustamente. No queremos más golpes en cada protesta. No queremos más amenazas. No más hambre, no más enfermos sin medicamentos, no más migrantes huyendo de esta isla llevando a la espalda una mochila y un corazón roto. Ya es suficiente. Nuestro grito es legítimo y tiene que escucharse. Queremos VIVIR en nuestra isla porque es nuestra, porque aquí nacimos, porque aquí nos plantó Dios, porque así nos la heredaron nuestros mambises, y porque tenemos el derecho de elegir. Cuba no puede seguir siendo una cárcel con el cielo como techo.
Es suficiente, no queremos seguir viviendo con desesperación y desesperanza. Queremos soñar con una Cuba donde contemos realmente todos y busquemos juntos el bien de TODOS.
Hoy, como tantas veces, me resisto a perder la esperanza y, porque CREO, me vuelvo a animar, vuelvo a sonreír y le digo a mi buen Dios: aquí nos tienes, bendícenos con el coraje y la parresía de apostar por ti. Tú ERES la esperanza que no defrauda.
San José, acompaña nuestros desiertos y ayúdanos a ponernos serena y confiadamente en el camino de la anhelada libertad.
S.Nadieska Almeida h.c
Respeto y admiración por esta digna Hija de la Caridad cubana que desde dentro de la isla es capaz de escribir lo que piensa y lo que siente. Hay que tener mucho coraje para vivir como si uno fuera libre en un país donde serlo te cuesta la cárcel y la vida. Dios y la Virgen te protejan.