Por Andrés R. Rodríguez.
El ser humano aprende de sus propios errores. Los cambios sociales que hoy se están produciendo o se han de producir, están incluyendo un conocimiento cada vez más profundo y responsable sobre la naturaleza. Las funciones que los valores humanos desempeñan como garante de continuidad (por ejemplo, instituciones, moral, bioética) se hallan hoy en proceso de cambio acelerado y sin lugar a dudas en un futuro inmediato y mediato incluirán sustancialmente conocimientos sobre Ecología, los que permutarán tanto la epidermis como la esencia humana.
Es de destacar que la mayoría de las ideologías sociales actuales, obvian olímpicamente lo esencial de lo ecológico. En especial, le pasan por encima Marx y los marxistas, cuyos grandes errores se deben entre otras cosas a su carácter acientífico (lo que niegan con verborrea abundante) y su desconocimiento de lo ecológico, porque sus planteamientos fueron generados en el siglo XIX, cuando el bagaje teórico al respecto era apenas alguna que otra intuición filosofante. Sin embrago, lo sociológico debe estar basado esencialmente en lo ecológico porque somos ciudadanos de un enorme ecosistema, la biosfera. Y cada ciudad, cada fábrica, cada casa, no deja de ser un ecosistema y regirse por basales leyes ecológicas.
Las viejas políticas y los políticos deben ceder terreno ante un ciudadano público, sino impoluto, al menos poco contaminado, que puede mostrar sus manejos a la luz pública y aún merecer el respeto de los que en él confiaron. Y ello es lógico si se tiene en consideración que el mundo se aproxima a situaciones de cierta tensión como pueden ser el cambio climático, elevación del nivel del mar, el recalentamiento del planeta o la contaminación masiva. En estas situaciones, estar comandados por caudillos incultos, liderados por politiqueros atentos a encuestas o moverse según espejismos populistas, puede implicar el suicidio de los vivos y el asesinato de los del porvenir.
Toda nueva forma política e ideológica deberá ser pro-científica, consensual, sumatoria, razonadora, diversa y diversificadora. Una de estas debe ser el ecologismo. Deberá ser a la vez método científico, intuición artística, justicia natural.
Sin embargo, algunos ya están viendo en el ecologismo los mismos vicios de que adolece la vieja corrompida política. Algunos le ven un toque sureño para atacar al norte y otros le ven un alma norteña para detener al sur desbordado. Otros la ven como ideología de unos contra otros o de otros contra unos. Pero no debe ser, dado que el ecologismo tiene sus raíces en la ciencia, su tronco en el arte y sus frutos en ser alternativa a sociedades contaminadas, quimizadas, plastificadas. Hasta el momento, es en parte utopía nebulosa, pero también diversos desastres ecológicos van resaltando su importancia y sus metodologías van permeando el proceso civilizatorio.
Es conveniente insistir en el ecologismo como ambientalismo arbolado con las velas de la Ciencia en general y de la Ecología en particular. El avance de la nave ecologista, con su valía como forma de consciencia social, rama científica y método pedagógico, es incomparablemente superior al de la solitaria ecología académica, a la medieval defensa de los cotos de caza para aristócratas o a las incompletas intuiciones precientíficas del ambientalismo naturista.
La situación ecológica mundial es tan tensa y confusa en estos años iniciales del siglo XXI, que es natural que en la sociedad civil se generen movimientos, teorías, utopías, tendencias, acciones, grupos cívicos cuya finalidad expresa es contrarrestar dichos peligros. De una u otra manera heredan y recontextualizan eso de que la clave de cómo reestructurar la civilización está en la estructura de la naturaleza. No se puede pensar que la preocupación por el cuidado del medio ambiente es la precaución egoísta y tal vez tardía de la humanidad amenazada en su continuidad por la contaminación.
En el caso específico de Cuba, ha estado por 6 decenios bajo un gobierno autoritario, militarista y que no presta atención a su sociedad civil. No existe entonces un movimiento ecologista. Operan en Cuba algunas organizaciones ambientalistas, subsidiarias del gobierno y de sus instituciones científicas, que a duras penas denuncian algún error del industrialismo y autoritarismo local. En una Cuba reconstruida, será necesario dejar crecer este sector del tejido social, tal vez será un partido, tal vez un movimiento. Necesariamente tendrá que aparecer al menos una entidad ecologista cubana, que rectifique loe errores previos y evite los de un desarrollismo irresponsable.
Andres R. Rodríguez es Científico, Biólogo. Investigador premiado con varios libros editados, entre los que se encuentran: «Lista de Nombres comunes y científicos de peces marinos cubanos (Nomenclator)» (1984, CIP, 82 pp); «Breve Diccionario de Biología Pesquera” (Mar y Pesca, 1986-1987 80pp), «Peces marinos importantes de Cuba» (1987, Ed. Científico-Técnica, 236 pp), “Ecología Actual, Conceptos Fundamentales” (2000, UdO, 134 pp.), “Maritime Dictionary-Diccionario Marítimo (Eng-Spa)” (2009, Ed. Myths and Books, 400 pp) ¨Fábulas vivas¨ (Amazon/Alexandria Library, 2015), «Colonial Havana˗Trinidad” (2018, Amazon/Ed. Alexandria 150 pp), «Havana 500 Anniversary” (2019, Amazon/Ed. Myths and Books 120 pp). ), «Destellos al Alba” (2019, Amazon/Ed. Myths and Books 120 pp, Ensayo). «Caribbean Touristic Dictionary” (2019, Amazon/Ed. Myths and Books 165 pp), «Ecologia para Ecotourismo» (2020, Amazon/Ed. Myths and Books 380 pp), «La Verdad es llama” (2020, Amazon/Ed. Myths and Books 180 pp) En preparación: «Caribbean Ecotourism and Submarinism Eng-Spa”, «Ecotourism Multilingual Dictionary”, «Diccionario de Biología Pesquera”. Ha sido finalista en los concursos literarios “Historias sobre la Historia”. Silva Editorial (2006, Barcelona.) y Premio Orola con “Tacto”, (2009, Madrid). Actualmente es hombre de negocios, consultor de pesca, turismo, medioambiente, periodista freelance.
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