Cultura/Educación

Albert Bensoussan: París como un beso en la boca, la rumba de Zoé Valdés

Por Albert Bensoussa/Unidiversos.

En las páginas de París era una rumba, libro publicado por La Part Commune, Zoé Valdés habla de la capital francesa que descubrió en 1983, cuando tenía tan solo 23 años. Ella habla de la libertad que le enseñó la ciudad y de las sublimes tentaciones que enfrentó.

» En La Habana, yo era muy parisina, en París, soy muy habanera «, afirma la escritora franco-cubana Zoé Valdés, que pretende revisitar su exilio al mismo tiempo que la ciudad que la acogió, tras abandonar Cuba, que la rechazó, en 1995. Treinta años después, ¿qué balance, qué mirada hace sobre su existencia como autora tan apasionada como compulsiva? Al comienzo se encuentra la novela Le Néant quotidien (Actes Sud, 1995), cuyo título está inspirado en su lectura de Samuel Beckett. Allí, en esa escritura extravagante que caracterizará toda su producción, se propone contar la verdad sobre su “Isla” donde la palabra libertad carece, a sus ojos, de sentido, esa Cuba castrista donde, para inmensa decepción de Juan Goytisolo y Mario Vargas Llosa adscritos a la Revolución , se crearon campos de internamiento para homosexuales, así como otras múltiples privaciones de libertad, que los llevarán, como a tantos otros, a retirar su apoyo inicial al régimen de Fidel Castro. Y fue precisamente esta obra incendiaria -un inmenso éxito internacional, traducida a 43 idiomas- la que obligó a la joven escritora -novelista, poeta y ensayista-, entonces de 34 años, a exiliarse y a convertirse en parisina. Tan enamorada de París y de la cultura francesa que aquí, por primera vez, recomendándose a esos ilustres desertores de su lengua que fueron Nabokov y Kundera, escribe y publica en francés, justificando así su nuevo enfoque: «la prueba última de la libertad fue el esfuerzo y el derecho de escribir en la lengua que me dio un refugio literario y artístico «.

En París era una rumba se cuenta la historia de una habanera que se hizo parisina. Los colores, los olores, París y su rostro atmosférico. Es un descubrimiento y el “nuevo mundo” está al otro lado. El encanto de este libro proviene de esta inversión, de esta cabeza al revés que el narrador descubre en los cuadros de Chagall. París le enseña la palabra “despreocupación” y este largo paseo por un París que nunca termina de descubrir adquiere colores pastel. Y las aguas del Sena impregnadas de oro. Dejó La Habana, su fuego, su fragua y el imperio de las palabras al son del guaguancó, y descubrió la Ciudad Luz, toda sentido, delicadeza, tierna belleza que esconde la miseria: volvemos a ver a Monsieur B, que no es otro que Balthus, quien la desnuda, o, otra vez, pero con otras palabras, la mano errante de Alberto Moravia. París es una ciudad de encuentros, y por la galería desfilan el narrador, pintores, escritores, libreros…, y, por supuesto, la altísima figura de Samuel Beckett. Y, con su alma de poeta con que rocía su confesión de bellos versos, invoca a Rimbaud o a Mallarmé, cuando no es Saint-Jean-Perse, y se enfurece por no escribir como Cioran. En las grandes ligas, Proust y Flaubert juegan a la rayuela. Y Cortázar, bajo su tumba en Montparnasse, le pide una rosa. El tiempo pasa y las calles resuenan con las canciones de la pequeña Piaf o de aquel otro extranjero Francis Lamarque (Nathan Korb): ambos cantaron este París, ¿había que venir de otro lugar para hacerlo? ¿Y qué pasa con Gainsbourg o Yves Montand? Hasta Joséphine Baker, a quien la cubana Alicia Parlá le enseñó a bailar la rumba… ¡La extranjera no tiene precio! En la plaza de la Contrescarpe, al pie de su nido de águila, Hemingway no deja de sonreír: descubre en Zoé un espíritu afín, sí, París era una fiesta, pero al son de la rumba cubana, declarada por la UNESCO «Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad». París, que ella inicialmente escucha como Parir, acaba de traer al mundo y a dar a luz a un escritor. Milagro viviente: Zoe Milagros! Y París como un beso en la boca.

Se trata pues de un monumento erigido a la gloria de París y de sus glorias literarias o artísticas, al mismo tiempo que una tumba (en el sentido de homenaje) de La Habana, que descubrimos aquí. En este descubrimiento en forma de viaje, un guía necesario –un “coadyuvante”, como en los cuentos de hadas– es ese inmenso Cioran escéptico, que aparece en el exergo: “  París, el punto más alejado del Paraíso, pero el único lugar donde es bueno desesperar  ”. ¿Está realmente el cielo en La Habana? Ah, bella Zoe, desesperamos mientras aún esperamos, habría dicho Oronte al Misántropo. Y así, este paseo literario está lleno de esperanza, y la escritura desempeña aquí, como en otras partes, su papel catártico. Así pues, veremos al gran Emil en esta o aquella librería parisina:

» Con Cioran, sucedió de una manera muy visual, primero el nombre escrito, luego el título, algunas frases descifradas mientras estaba en la librería, y luego, por casualidad de la vida y del misterio de la literatura, a través de las librerías y sus libreros, su imagen viva y cercana que se me apareció como la de un adolescente con su hermosa cabeza enterrada en un libro . »

Una cabeza leonina, ciertamente, como la bella frente redondeada de nuestro novelista. Ávida de lectura y de libros, la encontramos en esta otra librería, frecuentada por Hemingway, la famosa Shakespeare & Company, donde descubriremos a Lawrence Durrel. Zoé Valdés tiene un ojo agudo y un oído atento. Lo que también nos brinda el conmovedor diálogo con Samuel Beckett, cuyas manos admira, más que nada:

»  Samuel Beckett es uno de los hombres más atractivos que esta ciudad me ha presentado, pero también uno de los más inteligentes. De una inteligencia sin estridencias, de esas que realmente cuentan. Otro día hablaré de las manos de Samuel Beckett, las manos más sensuales de la literatura, que sólo se parecen a las de José Martí, que no tienen igual. »

Manos de escritora, ciertamente, y notaremos el vínculo que establece con »  el más grande y universal de los hombres de Cuba» : José Martí, de quien relatará, después de haber salido de su duro encarcelamiento en la isla, la estancia que hizo en París, 28 rue de Rivoli, en diciembre de 1874, etapa de su exilio donde «recostó la cabeza sobre el cojín, se enroscó el cuerpo y, cubierto con un edredón veneciano, espeso, pero ligero, pensó y se dejó llevar… Se desplomó» . «Pero es también, y sobre todo, en Hemingway en quien se piensa al leer este libro que remite con toda naturalidad al célebre Paris était une fête (Gallimard, 1964) publicado tres años después de la muerte de su autor, sin olvidar que París era una fiesta, título original, fue traducido así por Marc Saporta, su traductor. Y también estaremos de acuerdo en que la estructura adoptada por Zoé Valdés, con una sucesión de textos más o menos breves referentes a diversos temas y a muchas reflexiones, no deja de recordar la historia póstuma del gran Ernest descubierta en una maleta Vuitton olvidada en el hotel Ritz de París que contenía notas que daban cuenta de su juventud parisina y sin dinero. Por último, cabe señalar que después de los atentados de 2015 en París, como si fuera una reacción al horror que desfiguraba París, este título reeditado de Hemingway vendió más de cien mil ejemplares. No hay duda de que Zoé Valdés se le opone aquí, en la misma exaltación amorosa, su París era una rumba . Y en primer lugar, por esta artista cubana Alicia Parlá que, según dice, enseñó a bailar la rumba a Joséphine Baker y que, de hecho, conoció a Hemingway en París en los años 1920: los parisinos, admirando a esta bailarina que, por primera vez en la historia, bailaba una rumba en el escenario del Casino, la coronaron «Reina de la Rumba», y ¿cómo podemos sorprendernos, entonces, de que esto diera lugar a este éxito cantado, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, por la difunta Yvette Giraud?

La bailarina es criolla
Y dibuja sus pasos
Su vestido gira y vuela
Al compás de la rumba
Su cintura se inclina
Hacia arriba enseguida
Parece una liana
Mecida por un soplo de viento cálido.

Es esta figura extravagante la que Zoé Valdés elige como testigo guardián de su propio asombro. Una canción de amor en la que se maravilla de este gesto inmortalizado por Doisneau, que ha sido apodado el beso francés al otro lado del Atlántico  : »  No hay otra ciudad donde los amantes se besen en la boca como en París  «. Finalmente, encontramos a la madre de Zoé Valdés, también desertora de Cuba, y conquistada igualmente por París, y allí, durante un Orgullo Gay subida a una carroza, charlando con Jack Lang y bailando, por supuesto, la rumba.

Al final de esta magnífica visita guiada, dejaremos a Zoé Valdés concluir: “El tema de esta historia es, como merece, el de la libertad asimilada en una ciudad que me enseñó todo sobre esta bella y vital palabra. París, la ciudad de las tentaciones sublimes

Bella, vital, sublime, tantos adjetivos estimulantes que se adhieren tanto a la Ciudad de la Luz como al Siglo de las Luces del que fue crisol, devolveremos el elogio a esta rumba parisina y zoevaldésiana tan bellamente balanceada. Con, para justificar el planteamiento del escritor, esta confesión final:

Durante mucho tiempo… me perdí en las calles de París, y me encontré en las calles de La Habana, en mis sueños; ya no. Ahora ya estoy en mi país: Escribiendo. »

 

Pulse aquí para leer el artículo en francés. Traducción al español de Zoé Valdés.

Albert Bensoussan es un reconocido escritor, traductor, ensayista literario.

 

Zoé Valdés, París era una rumba. Ediciones La Part Commune, 216 páginas, 22 €. Lanzamiento: 9 de enero de 2025

Y además:

La vida intensa, traducido del español por Albert Bensoussan. Ediciones La Part Commune, 278 páginas, 23 €. Lanzamiento: 2024

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