Por Armando de Armas.
En uno de esos debates de las redes en que, rara avis, aún es posible el análisis sosegado y el alimento del alma, preguntaba al sagaz amigo Ulises Fidalgo. ¿Por qué crees que Homero posee ese cabal conocimiento del cuerpo, de anatomía en general, e inclusive, como se ve en otros pasajes, el conocimiento cabal para curarlo?
Leemos así en la Ilíada durante el asedio de Ilio: “el troyano dio un bote de lanza en medio del escudo del Atrida, pero no pudo atravesar el bronce y retrocedió hacia el grupo de sus amigos para evitar la muerte, mirando a todos lados, no fuera alguien a herirlo con el bronce. Mientras él se iba, Meriones le asestó el arco, y la broncínea saeta se hundió en la nalga derecha del troyano, atravesó la vejiga por debajo del hueso y salió al otro lado”.
Y unos cantos antes, cuando Aquiles negado a combatir por un tema de faldas, envía en su lugar a la batalla a su amigo del alma, y leemos: “Patroclo recostó en ellas a Eurípilo y sacó del muslo, con la daga, la aguda y acerba flecha; y, después de lavar con agua tibia la negra sangre, espolvoreó la herida con una raíz amarga y calmante que previamente había desmenuzado con la mano. La raíz le calmó todos los dolores, secóse la herida y la sangre dejó de correr”. A ver si el hombre moderno, tan disminuido con sus artilugios, deja de considerarse superior al hombre antiguo.
Bueno, Homero pertenece como vate, vidente que es, a la categoría del medicineman de las arcaicas eras -el curandero o el palero cual le conocimos en Cuba- es decir, un hombre capaz de encontrar cura a los males desde el trance, y específicamente en el caso heleno de recibir legislaciones y videncias acerca del devenir de los acontecimientos. Un mediador entre el mundo visible y el mundo invisible; un hierofante en suma. Por ello estos medicineman devienen además legisladores, gobernantes, generales e inventores exitosos. Todo ello mediante un método que se nombraba el de incubar sueños, que no era otra cosa que meterse en la oscuridad de las cuevas, especialmente debajo de los templos de los dioses de la profecía como Apolo, para salir de allí con la solución del problema en la mano, en la mente. Esa es la estirpe de hombres a que pertenece Homero.
Ahora, durante años, desde el XIX al menos, los estudiosos y los críticos tenían la teoría de que Homero era en realidad un personaje no histórico o un englobe de un grupo de aedas en el tiempo establecidos, presentados a la posteridad como un mismo ser.
Sin embargo los últimos estudios parecen apuntar a que Homero era una personalidad individual. Lo de ciego quizá no sea más que una metáfora para indicar que él era de la estirpe de hombres que veía en la oscuridad y hacia adentro, la oscuridad de las cuevas y la oscuridad del ser.
¿Mi opinión sobre su existencia concreta? Creo que sí, que fue una personalidad, un hombre muy prominente de su época que narra la Guerra de Troya desde un tiempo posterior, lo que se aprecia con sus repetidos acotamientos de la índole de, por ejemplo: en aquellos tiempos aún quedaban hombres capaces de fuerza tal como para lanzar inmensas rocas a la cabeza de sus enemigos.
En todo el poema homérico se aprecia una unidad de estilo que indicaría que fue una y la misma mente quien lo armó, un hombre que tiene por demás exacto saber de los acontecimientos que narra, con detalles como dónde es que se clava una flecha y qué órganos afecta y de cómo se cura la herida de la flecha. También apreciamos que conoce la biografía de los héroes que combaten, tanto troyanos como aqueos, al dedillo, con detalles a veces muy personales de los héroes, inclusive de los personajes más insignificantes, como sería la cantidad de caballos, vacas, yeguas, oro, plata y viñedos, y hasta si es hijo legítimo o ilegítimo. A lo que puede agregarse si el personaje es de ascendencia divina y descripciones escabrosas del modo en que fue concebido. Por cierto, todo lo cual se contrapone a la Biblia que sí no tiene unidad de estilo y dónde no se aprecia un énfasis en la biografía de la mayoría de los personajes, excepto que sean reyes o profetas.
Por eso la Biblia resulta más aburrida en comparación con la Ilíada. De modo que los héroes homéricos resultan más cercanos a nuestra psiquis y no sólo porque estén en la raíz de lo que es auténticamente occidental sino porque están más ricamente construidos en cuanto personajes. Análisis que me ha llevado a la escritura de un libro –que quizá pueda publicarse pronto- de crítica literaria en que me adentro en un exhaustivo pensar comparativo entre la Ilíada y la Biblia y, sobre todo, entre los dos arquetipos que manifiestan y determinan en dos modos fundamentales y diferenciados de hacer literatura en Occidente y que perviven hasta nuestros días, afectando aún a los escribas de este tiempo.
Armando de Armas es escritor y periodista.
Ya por el epíteto te tengo que invitar a una Guayabita del Pinar, cuando haya. Abrazos.
La enjundia y profundidad Armando, como deliberando cuál se scoteja mejor a la base filosófica ya de nuestro tiempo, ahora entiendo porque necesito cuatro sacerdotes para entender a Isaías, y solo a Homero para disfrutar el escarnio. Gracias Armando, cuando vayamos al templo a orar me llevo la Ilíada.