Por Gloria Chávez Vásquez.
“Si alguien te hubiera dicho en septiembre de 2001, mientras caían las Torres Gemelas y perecía gente en el Pentágono, que, en el vigésimo [primer] aniversario de esta atrocidad, Estados Unidos estaría pensando en alinearse con los tipos que ayudaron a hacerlo, habrías pensado que estaban locos”. Pamela Geller, escritora y periodista estadounidense
El atentado al escritor indo-británico Salman Rushdie cosido a puñaladas por un musulmán de 24 años, el 12 de agosto pasado, no deja dudas de que los fanáticos islámicos siguen activos efectuando sus fatwas (mandatos religiosos) en nombre de Alá, el todopoderoso.
Desde 1988, en que la publicación de su novela “Los versos satánicos” generó la ira de los musulmanes que la consideraron un sacrilegio, Rushdie ha vivido escondido y bajo protección. El ayatola de ese entonces, Ruhollah Jomeini, emitió una fatwa, demandando la muerte del escritor.
Desde que Mahoma promulgó el islam en el siglo VII, La “guerra santa” o fatwa, es el denodado proyecto del profeta y sus seguidores, de islamizar el mundo y así se inculca en los suras (versos) del Corán. Tres grandes eventos ilustran la historia para demostrar que van en serio: Las cruzadas (1096-1291); Ocho siglos de dominio árabe en España (711-1492) y cinco siglos del imperio otomano (1299-1922).
Cabe recordar, que el 24 de septiembre del 2010, en uno de los foros islámicos en Internet se hizo un nuevo llamado a los musulmanes que viven en Occidente para ejecutar operaciones yihadistas. El mensaje, dirigido específicamente a los musulmanes que viven en Estados Unidos y Europa, incluye la detallada fabricación de coches bomba, asegurando que actuar individualmente, es el medio más efectivo para “una victoria absoluta”. De ese modo, un acto terrorista realizado por un solo individuo se interpreta como la acción de un fanático o demente en lugar de un acto de guerra del islam.
El islam es religión y política a la vez. En Inglaterra, donde los yihadistas son ya segunda generación y hablan con acento británico, amenazaron a los musulmanes residentes en el reino unido que se atrevieran a orar por el descanso del alma de la reina Isabel II. En Francia, el yihadismo se ha especializado en destruir iglesias. En África las hordas islámicas han invadido a las jóvenes repúblicas. En Asia la conquista islámica se ha llevado a cabo a través de la inmigración masiva. En Iberoamérica, los gobiernos marxistas, más afines con la mentalidad terrorista, consideran estrechar relaciones con Irán.
Matando al mensajero
Después de décadas de asaltos yihadistas en el mundo, no se concibe que los líderes, políticos y medios de comunicación occidentales, vilifiquen a escritores, periodistas y activistas que denuncian el terrorismo islámico. Algunos funcionan desde la cobardía, otros desde el odio a quien no piense como ellos, pero otros, cuya ambición es prioritaria, lo hacen para satisfacer una agenda política, aunque con ello estén vendiendo el alma de toda una civilización.
La censura en forma de inquisición surgió bien pronto, tras los ataques al WTC y a medida que los periodistas honestos comenzaron a hacer preguntas. En su columna del Daily News, Pamela Geller cuestionó la construcción de una gran mezquita en la Zona Cero: “¿Por qué aquí? Y ¿por qué ahora?”. Sabemos que las mezquitas no solo han sido focos yihadistas, sino que ese sería el signo del triunfo islámico en una guerra ‘no avisada’. Equivalente, decía Geller, a levantar un centro nazi frente a un museo del holocausto.
Los ataques a su reputación no se hicieron esperar. Geller fue catalogada de islamofóbica, racista, loca, fanática y peligrosa, en una campaña difamatoria encabezada por Media Matters la organización financiada por George Soros y manipulada por la izquierda, cuya táctica de desacreditar se ha extendido a Wikipedia, Facebook, Instagram y Twitter. La moderna cacería de brujas está detallada en uno de los libros de Geller sobre el tema, Fatwa: Hunted in America (Perseguida en América).
En enero 17, 2012 Stop Islamization of America (SIOA) la organización de derechos humanos que hace frente a la supremacía islámica y de la que Geller es cofundadora, se reunió con su homónima británica Stop Islamization of Europe (SIOE) para crear una nueva fuerza global en defensa de las sociedades libres del mundo. Desde entonces los países amenazados por el yihadismo han creado capítulos propios de la organización.
A pesar de la destrucción y los crímenes perpetrados por los yihadistas a nivel internacional, los lideres de naciones otrora libres como Inglaterra, Francia, Austria y Alemania entre otros, han cedido cobardemente a la presión política, acomodando las exigencias de los inmigrantes musulmanes. En su incapacidad de adaptarse a las costumbres y leyes del país que los acoge, sus cabecillas reclaman territorio exclusivo (No Go Zones) dentro de las ciudades donde residen, zonas prohibidas al resto de los ciudadanos no islámicos. A esto se añade que, su imponente número, alcanzado en pocos años, obliga a alcaldes, gobernadores y representantes, algunos de ellos islámicos, a permitir el gradual ejercicio de la ley Sharia. En Estados Unidos hay un triunvirato de mujeres representando al islam en el congreso, que prácticamente han declarado la guerra al país, un oprobio facilitado con la complicidad de radicales como Alexandra Ocasio Cortez.
El poder musulmán sobre occidente es ya una realidad dada la ignorancia de la historia promovida desde los centros “educativos” y acuñada por la actual censura. En su columna de comentario para recordar el 9/11 Pamela Geller hace la siguiente pregunta:
¿Cuántos escolares estadounidenses saben o entienden que los atacantes eran terroristas de la yihad islámica? ¿Cuántos saben qué es una yihad, o cuál era el objetivo de los ataques del 11 de septiembre?
Actualmente, la historia de la tragedia se reduce a versiones enfermizas o a conspiraciones improbables. Cada vez menos individuos conocen la verdad de los hechos y son más los que se dedican a especular y a crear escenarios de ficción. Para los islámicos, sin embargo, los 19 terroristas que masacraron a cerca de 3.000 seres humanos, son héroes y mártires y el 11 de septiembre es fecha de homenaje y fiesta religiosa.
Se calcula que, durante la presidencia de Obama (2008-12), más de un millón de musulmanes fueron admitidos en el país, muchos de ellos comprobados yihadistas. La actual política de la administración Biden ha contribuido a esta guerra de civilizaciones al entregar a Afganistán a los talibanes y permitir el paso libre en la frontera con México por donde han entrado miles de musulmanes, muchos de ellos con destino a alguno de los 35 campamentos de entrenamiento yihadista dentro de los Estados Unidos.
Occidente se debate entre la espada y la pared, en un juego de regímenes fanáticos que apuestan por su dominio en varios modelos de “nuevo” orden mundial. Quizás antes de que se decida cuál será el nuevo amo, tengamos que experimentar el apocalipsis protagonizado por los locos verdaderos. Pero como escribe Pamela Geller, “La negación y la ignorancia deliberada de la izquierda, y su agenda autoritaria es responsable de los riesgos diarios en los que vive la población, no solo de EE. UU sino del resto del planeta”.
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Gloria Chávez Vásquez, escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.