Relato Político

ED. Las UMAP en Cuba

Por Zoé Valdés/El Debate.

Las UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción, campos de trabajo forzado, campos de concentración, instaurados en Cuba entre 1965 y 1968 bajo el Gobierno de Fidel Castro, oficialmente presentadas como una alternativa a la prestación del servicio militar, en la práctica las UMAP funcionaron como centros de reclusión y castigo para miles de ciudadanos considerados «indeseables» por el régimen.

El cineasta Lilo Vilaplana entrevistó a varias víctimas de las UMAP con la intención de sensibilizar a un público antes del rodaje de una película, producida gracias a la iniciativa del exilio mediante plataformas de recaudación. Verán aquí testimonios de las víctimas de las UMAP:

El capítulo de las UMAP no cerró en 1968, se extendió más tarde a toda la isla. Cuba, hoy hundida en todo el horror inimaginable, es enteramente un inmenso campo de concentración. El espanto se volvió normalidad.

La historia de las UMAP ha sido minimizada por las autoridades durante décadas, lo que ha dificultado la comprensión de su magnitud y consecuencias. Muchas familias quedaron marcadas por la separación, el miedo y el sufrimiento infligido a los detenidos, que incluían desde religiosos, artistas, homosexuales y personas con ideas consideradas contrarias al sistema. Como en todo proceso social comunista la transición de un horror significativo en una comunidad hacia un horror mayor diseminado en toda la sociedad resulta casi imposible de entender.

Escribí hace tiempo el testimonio de un amigo apresado en las UMAP:

«Acababa de regresar de Londres, donde había tenido un cierto éxito con una de sus obras; al volver al teatro en La Habana le hicieron un mitin de repudio: por contrarrevolucionario y maricón.

Herminio llegó asustado a su casa en Nuevo Vedado. Bebió agua, sediento, se dirigió al cuarto, buscó un libro, leer, le proporcionaba calma.

Golpearon a la puerta.

-Herminio Trípoli, acompáñenos –ordenó el militar.

-¿A dónde? –Temblaba.

–Está detenido, ¿no se ha enterado todavía?

–¿Por qué? ¡No hice nada!

El policía leyó una orden escrita a mano:

–Por escribir porquerías.

-¿Qué porquerías? Por favor, acabo de volver de Londres, allí fui reconocido por la prensa. Hablé bien de la Revolución.

–No nos consta –respondió seco el agente. Hizo un gesto a un soldado que lo acompañaba. El joven esposó al dramaturgo. Fue empujado al interior del jeep, viajó en la parte trasera entre unos sacos de yute con cemento.

Alrededor de las tres de la madrugada llegaron a la granja. En el albergue los reos intentaban dormir acosados por los mosquitos, las cucarachas y las ratas…

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