Cultura/Educación

El nuevo experimento de Frankenstein

Por Gloria Chávez Vásquez.

Víctor Frankenstein, el médico protagonista en la novela de María Shelley transgredió, en su arrogancia, los limites trazados por las leyes biológicas naturales. De paso quebrantó su Juramento Hipocrático de aliviar, curar y no hacer daño. Su experimento, de construir un hombre nuevo injertando partes de cadáveres, solo produjo un ente confuso, atrapado en su propia miseria y podredumbre. Una especie de zombi; un muerto en vida.

Si Shelley hubiese escrito su relato en esta época, posiblemente hubiese tratado el tema de moda: el cambio de sexo.  El transgenerismo se asemeja al experimento del Dr. Frankenstein, en que los médicos que lo practican no respetan lo sagrado de la vida ni del ser humano, creyendo asumir el papel de creador sin consecuencia.

No se trata ahora de revivir a un muerto, sin tener en cuenta las leyes espirituales ni la estética, sino de convertir a un hombre en mujer y viceversa. A mediados del siglo XX los científicos enloquecidos trasplantaban cabezas y cerebros de animales. En la locura de este siglo, siempre motivada por la ambición de poder y hambre de gloria, los experimentadores, ahora con la complicidad de políticos, educadores y los medios “progresistas”, no se detienen ante el cruel proceso que incluye el trasplante de identidad en los niños.

El origen de un absurdo

El movimiento trans surgió a finales de los 80s, cuando Susan Stryker, profesor/a transgénero, se reunió con otros académicos, para crear las guías de la “teoría queer” y los “estudios transgénero”. Su teoría era que el género es un “invento social” y las categorías tradicionales de hombre y mujer son un binario falso inventado por el patriarcado. Este sistema, argumentaban, se desarticula promoviendo, atrevidamente, el transgenerismo: Convertir hombres en mujeres, y mujeres en hombres, terminaría con la estructura natural de la Creación.

La motivación general y tono de la ideología transgénero se hicieron públicos en un discurso de Stryker durante una conferencia en la Universidad de Nueva York en 2008.  “Soy transexual – y por tanto, soy un monstruo” anunció Stryker. Y ese monstruo, “está destinado a vengarse del orden heterosexual, de los valores familiares tradicionales y de la opresión hegemónica y discriminadora de la Naturaleza”.

Con estas palabras declaró la guerra a la cultura tradicional, demostrando que el movimiento transgénero no solo era el gran proyecto de reconstrucción de la identidad personal sino una transformación política colectiva: abolir las distinciones entre hombre y mujer, trascendiendo las limitaciones establecidas por Dios y la naturaleza, y conectando los conflictos íntimos de los trans para cambiar radicalmente a la sociedad.

Casi de inmediato, algunas de las personas más ricas del país comenzaron a donar grandes sumas para promover el proyecto. Una de ellas era James Pritzker, heredero de la fortuna de los hoteles Hyatt que en 2013 se convirtió en Jennifer Pritzker. La prensa lo celebró como el “primer multimillonario trans” mientras este(a) donaba billones a universidades, escuelas, hospitales y organizaciones activistas para promover la teoría queer y los experimentos médicos trans. Al caudal se añadió el nepotismo cuando el gobernador demócrata de Illinois, J.B. Pritzker, (sí, primo de Pritzker) aprobó una legislación durante su primer año en el cargo (2019), para inyectar la teoría de género en el currículo de educación estatal y dirigir los fondos de seguros de Medicaid hacia las cirugías transgénero. Desde entonces, los estudiantes están siendo adoctrinados en los conceptos y los comportamiento sexuales extremos de la ideología trans, desde el kínder hasta la universidad.

Evitar otro holocausto

Christopher F. Rufo, autor de La revolución cultural en América, compara el actual imperio transgénero con una tiranía. La castración y mutilación de seres humanos con la excusa de “atención de afirmación de género” es la locura de un mundo desalmado y en una crisis espiritual apocalíptica, que todo ser humano aun cuerdo, debería están combatiendo. En conferencia pronunciada en agosto 2023, en Hillsdale College en Washington, D.C., Rufo sonó la voz de alarma sobre los peligros del movimiento transgénero no solo en materia de salud sino en el ámbito social, cultural y familiar.

La lucrativa fiebre trans ha pegado oficialmente en muchos hospitales del país que alientan a los distritos escolares a designar “Coordinadores de Apoyo de Género” para ayudar a facilitar las transiciones sexuales y de género en los niños, los cuales pueden prescindir de la autorización de los padres. Muchos de los maestros, consejeros, médicos y activistas que empujan la agenda trans en las redes sociales y en otros lugares, son empleados o subsidiados por los Pritzker.

Helena Kerschner, una de las “detransicionistas” que han presentado testimonio sobre el fracaso de la transición de los sexos, advierte que la propaganda trans es una trampa al estilo de la madriguera del conejo en Alicia en el país de las maravillas, ya que el proceso ni es temporal ni es reversible. El procedimiento está plagado de complicaciones. La separación de heridas, la necrosis tisular, la falla del injerto, la pulverización de orina, el hematoma, los coágulos de sangre, la estenosis vaginal, la lesión rectal, la fístula y los accidentes fecales. Los pacientes deben permanecer en el hospital durante un mínimo de cinco días después del procedimiento, recibiendo tratamiento para heridas quirúrgicas y drenando líquido a través de tubos de plástico. Una vez que están en casa, los pacientes deben continuar con los tratamientos hormonales transgénero y en el caso de los “masculinos” dilatar manualmente su “neovagina” creada quirúrgicamente a perpetuidad; de lo contrario, la cavidad artificial se cerrará.

Y aunque los activistas del movimiento trans empujan agresivamente su agenda en las aulas y en el sistema de salud, las encuestas médicas revelan que el 80% de las personas trans sufren psicopatologías graves y que por lo menos una cuarta parte de los jóvenes trans intentan suicidarse cada año.

Un movimiento político extremista

  1. F. Rufo llama la atención sobre el argumento de la escritora marxista Rosa Lee en su libro Marxismo transgénero, donde dice que las personas trans pueden ser utilizadas como “la nueva vanguardia del proletariado”, prometiendo abolir la heteronormatividad de la misma manera que el marxismo ortodoxo promete a los pobres abolir el capitalismo. La idea de R. Lee es “transexualizar” el marxismo.

Organizaciones como Do No Harm (No hagas daño) han presentado demandas y lanzado campañas de defensa para detener los procedimientos transgénero en menores. Y un número cada vez mayor de doctores y profesionales de la salud, han empezado a denunciar lo que se considera como un asalto a la integridad del ser humano.

Un médico de un importante hospital infantil en Estados Unidos expone lo que los bloqueadores de la pubertad le hacen a la mente, el cuerpo y el alma de un niño:

Este medicamento se llama “agonista de la hormona liberadora de gonadotropina” y viene en forma de inyecciones mensuales o un implante. Y debido a que simula la actividad de esta hormona, detiene la actividad del hipotálamo. El hipotálamo es una estructura del tamaño de una almendra en el cerebro, es una de las estructuras más primarias que tenemos, y controla todas las demás estructuras hormonales del cuerpo: el desarrollo sexual, las emociones, la respuesta de lucha o huida, todo. Y siempre pienso que si alguien me preguntara: ¿Dónde buscarías la chispa divina en cada individuo? Yo diría que estaría en algún lugar “debajo de la cámara interior”, que es la derivación griega del término hipotálamo. Cerrar ese sistema es cerrar lo que nos hace humanos.

El transgenerismo es como la venganza del monstruo de Frankenstein que utiliza la psicopatología de las víctimas trans para causar confusión y caos. Lo cierto es que muchos de esos médicos, educadores, comunicadores y activistas envueltos en el movimiento son también transexuales que quieren imponer su inconformidad al resto de la humanidad.

Mientras tanto, los padres de familia, intelectuales, la ciudadanía consciente y activistas como Chris Rufo creen que por muy avanzados que estén los fármacos y las cirugías, la realidad biológica del hombre y la mujer no puede abolirse; los cambios a las limitaciones naturales de la Creación no pueden intentarse sin causar un grave daño a la humanidad. Esto daría lugar a, por lo menos, la misma angustia y alienación experimentados por el monstruo en la novela de Mary Shelley.

 

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos. www.gloriachavez-vasquez.com y www.hablemosescritoras.com

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One Comment

  1. Buen artículo de cómo los demonios han reventado TODA LA CIVILIZACION, por ello es evidente el FIN ya es inminente, DIOS TIENE UN LIMITE, como todo en esta vida.

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