Por Carlos M. Estefanía.
“El morir por evitar la pobreza, el amor o algo doloroso, no es propio del valiente, sino, más bien, del cobarde”
Aristóteles en Ética Nicomáquea
“Bien, tú sabes en tu corazón que los eutanasiadores son los verdaderos sacerdotes. Por supuesto que lo sabes.”
Robert Hugh Benson en El Señor del Mundo
Eutanasia a la carta
La palabra “eutanasia” tiene una etimología griega que se relaciona con la “buena muerte”, pero en la actualidad se refiere a la acción de provocar anticipadamente la muerte de un enfermo para aliviar su sufrimiento. La eutanasia, a menudo presentada como una forma compasiva de poner fin al sufrimiento humano, ha existido mucho antes de que el término en sí se acuñara en el siglo I. Antiguas civilizaciones y filósofos, como los espartanos, Aristóteles y Platón, discutieron la licitud de poner fin a la vida de aquellos que no eran considerados “sanos”. Incluso los estoicos consideraban la mutilación y la enfermedad incurable como motivos para el suicidio o la eutanasia.
A lo largo de la historia, la ética médica ha mantenido un respeto absoluto por la vida humana. El Juramento Hipocrático, redactado hace más de 20 siglos, enfatiza el compromiso de los médicos de no administrar medicamentos mortales y de practicar la medicina de manera santa y pura. La Convención de Ginebra y la Asociación Médica Mundial también han reforzado este compromiso.
La eutanasia y el suicidio comparten la característica de que ambos involucran la muerte por voluntad propia. Sin embargo, difieren en quién lleva a cabo el acto. La eutanasia implica que otra persona, generalmente un médico, administre el acto de poner fin a la vida, mientras que el suicidio es un acto autónomo.
La eutanasia ha sido objeto de diversas perspectivas éticas y morales. Algunos, como Tomás Moro en el siglo XVI, la consideraron un acto de sabiduría y compasión, mientras que otros, como David Hume en el siglo XVIII, cuestionaron las restricciones religiosas sobre la eutanasia. La discusión ha oscilado entre la compasión y la imposición jurídica, y nunca se ha llegado a un consenso definitivo debido a la profundidad de las creencias personales y principios irrenunciables.
A lo largo de la historia, la eutanasia ha encontrado diferentes niveles de aceptación legal en diferentes países. Holanda se convirtió en el primer país en legalizarla en 2001, mientras que otros países han seguido su ejemplo o han permitido prácticas relacionadas. También se han
Existen varios modos de lo que se llama indistintamente “muerte digna”, “buena muerte” o “eutanasia”. Por ejemplo, tenemos la llamada Eutanasia Activa, que implica una acción deliberada para poner fin a la vida de un paciente que padece una enfermedad terminal o sufre un dolor insoportable. En este caso, un médico u otra persona aplicará un tratamiento o una sustancia con la intención específica de causar la muerte del paciente. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el galeno, deshonrando aquel del que tomo nombre su oficio, administra una dosis letal de medicamentos a un paciente que ha solicitado terminar con su sufrimiento.
Este tipo de eutanasia activa implica una acción directa para causar la muerte y generalmente se realiza a petición del paciente o de su representante legal. Es la que en estos días se debate su legalización en Dinamarca.
Luego está la Eutanasia Pasiva, que ya se aplica en el país antes mencionado. Está determinada por la suspensión o la omisión de tratamientos médicos o procedimientos que mantienen con vida a un paciente terminal o gravemente enfermo. En este caso, no se toma ninguna acción positiva para causar la muerte, pero se permite que la muerte ocurra de manera natural al retirar el soporte vital. Por ejemplo, un paciente en estado vegetativo irreversible es desconectado de un respirador artificial, lo que permite que fallezca debido a su enfermedad. En otras palabras, la eutanasia pasiva implica no realizar acciones que prolongarían artificialmente la vida de una persona y, en cambio, se permite que la enfermedad o el deterioro natural del paciente sigan su curso.
En el primer caso, te matan generalmente a petición propia, y en el segundo, te dejan morir, por lo general sin saber qué elegirías en caso de estar consciente en ese momento de tu situación. Cuál de estos dos modos es más humanitario o criminal, eso lo dejo a la elección del lector.
Existen además otros dos modelos principales de eutanasia: el llamado modelo de Oregón y el holandés. El modelo de Oregón permite el “suicidio asistido” para pacientes con una enfermedad terminal en los últimos seis meses de vida.
El modelo holandés, en cambio, tiene reglas más flexibles y permite tanto la “muerte asistida” como la “eutanasia” para pacientes con trastornos. Estos tipos de ejecuciones sanitarias, en sus diferentes combinaciones, se propagan lentamente pero intensamente en el mundo occidental, incluso en países católicos.
Catolicismo versus muerte indigna
Quien no comulgue con la Iglesia Católica, pero menos lo haga con cualquier tipo de eutanasia, puede encontrar, hasta el momento, un aliado en la vieja institución religiosa a la hora de combatir, al menos a nivel retórico, esta moderna práctica de matar a la gente porque se va o se quiere morir.
La Iglesia Católica, al menos a primera vista, se opone a la eutanasia, considerándola un homicidio y una violación de la dignidad de la persona humana, salvo de que se trata como veremos más adelante especie de lo que denomina ensañamiento terapéutico. La eutanasia sobre todo en su forma activa es vista por la institución religiosa como un síntoma alarmante de la “cultura de la muerte”, que busca adueñarse de la defunción y justificarla por razones utilitarias. En oposición a ella, la Iglesia enfatiza la importancia del cuidado paliativo y el acompañamiento compasivo para las personas en fases críticas o terminales de la vida. La Iglesia sostiene que las personas con enfermedades terminales o expectativas limitadas de supervivencia tienen derecho a ser cuidadas y rodeadas de afecto, incluso si son incurables. Juan Pablo II, en su encíclica a los Obispos dada en Roma el 25 de marzo de 1995, se pronunciaba abiertamente contra la eutanasia, condenando los males presentes y afirmando, entre otras cosas, lo siguiente:
“Encontramos una trágica expresión de todo esto en la difusión de la eutanasia, encubierta y subrepticia, practicada abiertamente o incluso legalizada. Esta, más que por una presunta piedad ante el dolor del paciente, es justificada a veces por razones utilitarias, de cara a evitar gastos innecesarios demasiado costosos para la sociedad. Se propone así la eliminación de los recién nacidos malformados, de los minusválidos graves, de los impedidos, de los ancianos, sobre todo si no son autosuficientes, y de los enfermos terminales. No nos es lícito callar ante otras formas más engañosas, pero no menos graves o reales, de eutanasia. Estas podrían producirse cuando, por ejemplo, para aumentar la disponibilidad de órganos para trasplante, se procede a la extracción de los órganos sin respetar los criterios objetivos y adecuados que certifican la muerte del donante.”
Una rendija para la eutanasia pasiva
Sin embargo, en el mismo documento aparece un elemento preocupante: el concepto de ensañamiento terapéutico, el cual serviría para justificar, a mi modo de ver y en algunos casos, una suerte de eutanasia pasiva. Aquí, Pablo II buscaba aclarar un juicio moral adecuado sobre la eutanasia, definiéndola como una acción u omisión que causa la muerte, tanto en su naturaleza como en la intención, con el propósito de aliviar el sufrimiento. Pero, a su vez, distingue entre la eutanasia y la decisión de renunciar al “ensañamiento terapéutico”. En situaciones en las que la muerte es inminente e inevitable, y los tratamientos médicos son desproporcionados o gravosos, se puede tomar la decisión consciente de renunciar a esos tratamientos sin que esto equivalga a suicidio o eutanasia. En el contexto de aliviar el dolor del paciente, el uso de analgésicos y sedantes que puedan acortar la vida del paciente plantea un dilema ético. Sin embargo, se considera lícito usar analgésicos incluso si existe un riesgo asociado de acortar la vida del paciente, siempre que no haya otros medios disponibles y esto no impida el cumplimiento de otros deberes religiosos y morales.
Asimismo, se considera que no es ético privar al paciente moribundo de su conciencia sin una razón grave, ya que los individuos deben estar en condiciones de cumplir sus obligaciones morales y familiares y prepararse para lo que todo católico espera: el encuentro final con su Dios.
En resumen, el texto enfatiza la importancia de definir claramente la eutanasia, distingue entre la eutanasia y la renuncia al ensañamiento terapéutico, y aborda la licitud del uso de analgésicos en el contexto de aliviar el sufrimiento del paciente terminal. Resulta interesante la inclusión en este texto de una definición dura de lo que en otros ambientes se califica como distanasia. El concepto plantea una cuestión compleja en la atención médica, que involucra la prolongación innecesaria del sufrimiento de individuos con enfermedades terminales. Esto se logra mediante tratamientos y acciones que, aunque alivian parcialmente los síntomas, prolongan la vida sin considerar adecuadamente la calidad de vida del paciente.
Así, el pensamiento católico oficial, de un mudo discutilbe coloca, en extremos opuestos la eutanasia, que anticipa el momento de la muerte bajo una supuesta razón benevolente, y la distanasia, que busca alargar, según esta forma de ver las cosas, “indebidamente” la vida humana a cualquier costo. Por ejemplo, cuando se mantienen funcionando algunos órganos vitales de manera artificial después de haberse diagnosticado técnicamente la muerte identificándola con el paro cerebral.
Sin embargo, no se toma en cuenta que la misma muerte cerebral es un diagnóstico que puede ser equivocado, como el caso de un joven británico de 28 años que despertó tras “ser diagnosticado con muerte cerebral”, cuando en realidad se encontraba en un estado de coma del que sí es posible despertar. Este hecho debería haber hecho pensar en repensar a los teólogos en su posición con respecto a la distanasia, reflexionar si con ella no se está cediendo un tanto al cientificismo y, por consecuencia, a la aceptación de alguna forma de eutanasia pasiva, la cual equivaldría no solo a dejar sin alimento y agua a un individuo, sino a no cerrarle una herida por la que se está desangrando, con el argumento de que, por la pérdida que ha tenido, tarde o temprano va a morir. Debemos anticipar que, cuando hablamos en lo adelante de que la Iglesia se opone a la eutanasia, nos estamos refiriendo a la variante activa; en lo que atañe a la pasiva, la cosa ya se nos complica.
Saltando 25 años en el tiempo, vemos que, en esencia, la Iglesia no ha alterado su posición con respecto a poner punto final a la vida por la vía de la medicina. Así, tenemos que, en la Carta “Samaritanus bonus” de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida, fechada el 22 de septiembre de 2020, se plantean las siguientes tesis:
- La Iglesia considera que debe intervenir para aclarar su postura sobre la eutanasia y el suicidio asistido, especialmente en contextos donde las leyes nacionales han legitimado estas prácticas.
- Los protocolos médicos relacionados con el final de la vida, como el “Do Not Resuscitate Order” o el “Physician Orders for Life Sustaining Treatment”, han generado preocupaciones sobre el deber de proteger la vida del paciente, ya que en algunos casos pueden llevar a decisiones que no tienen en cuenta la voluntad del paciente ni la consulta con su familia.
- La Iglesia afirma de manera definitiva que la eutanasia es un crimen contra la vida humana, ya que implica la elección directa de causar la muerte de un ser humano inocente. La valoración moral de la eutanasia no depende de un equilibrio de principios o de la calidad de vida del paciente, sino de la elección intrínsecamente mala de causar la muerte.
- La eutanasia es un acto intrínsecamente malo en todas las ocasiones y circunstancias. La Iglesia ha afirmado en el pasado que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios y una ofensa a la dignidad de la persona humana.
- Toda forma de cooperación formal o material inmediata con la eutanasia es un pecado grave contra la vida humana, y ninguna autoridad puede legítimamente imponerla o permitirla. Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen cómplices de un grave pecado y contribuyen al escándalo de la conciencia de los fieles.
Desde entonces, la posición de la Iglesia en relación con la muerte por receta no ha experimentado cambios.
Durante la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Fátima en mayo, el Papa criticó abiertamente la legalización de la eutanasia (ya sabemos de qué tipo) en Portugal, describiéndola como “una ley para provocar la muerte”.
En el año 2022, este mismo pontífice ya había defendido una alternativa que algunos medios anti-vida intentan silenciar: la promoción de cuidados paliativos para aquellos que sufren enfermedades graves y para los moribundos. Lo hizo enfatizando la importancia del acompañamiento a las personas en su proceso hacia la muerte, en lugar de acelerar ese desenlace.
Más recientemente, el Papa Francisco condenó la eutanasia e incluso el aborto durante una conferencia de prensa en su vuelo de regreso de Marsella a Roma. Declaró enfáticamente que ” con la vida no se juega, ni al principio ni al final”. Esto cobra relevancia debido a los planes del gobierno de Francia, otro país de tradición católica, que se encuentra en proceso de aprobar una ley que podría legalizar el suicidio asistido y la eutanasia. Es importante destacar que la votación sobre el tema fue estratégicamente pospuesta debido a la visita del Papa. Un periodista francés le preguntó a Francisco si había abordado el tema de la eutanasia Durante una conversación privada con el presidente de Francia, Emmanuel Macron. El Papa respondió que no habían discutido el asunto específicamente en esta ocasión, pero que había expresado sus opiniones de manera clara cuando Macron lo visitó en el Vaticano. Es de suponer que cualquier cosa que le dijera Francisco a Enmanuel sobre la eutanasia le entraría por un oído, saliéndole por el otro, habiendo llegado a convertirse en el mandatario, de un estado tan secularizado a como el francés.
El cine al servicio de la eutanasia
Hace dos años, ya eran 7 países del mundo donde la eutanasia era legal. España se convirtió en 2021 en el primer país católico europeo en aprobar una legislación que garantiza a los pacientes terminales el acceso tanto a la eutanasia (administrada por un médico) como al suicidio asistido (en el que el paciente recibe los medicamentos con los que podrá poner fin a su vida).
Esto no cayó del cielo; fue el resultado de un paciente trabajo sobre la población en el que participaron con particular ímpetu las industrias culturales, en forma de series o películas donde quitarse la vida a voluntad no estaba mal visto.
El caso más destacado es la multipremiada película “Mar adentro”, de 2004, dirigida por Alejandro Amenábar y con un reparto de primer encabezado por Javier Bardem. La película recreaba de manera idealizada una historia real con la que el televidente español había sido martillado desde los telediarios durante años: la tragedia de Ramón Sampedro, un escritor y ex marino tetrapléjico que después de pasar casi 3 décadas postrado en una cama reclamaba su “derecho” a morir mediante la eutanasia, cosa que consigue con la ayuda de una “amiga”, en un momento en que la asistencia al suicidio seguía penalizada en el país.
Aunque la crítica cinematográfica resultó favorable al filme y los premios llovieron de todas partes, incluyendo el Óscar a la Mejor Película de Habla No inglesa en 2004, la obra cinematográfica no estuvo exenta de críticas por parte de personas con tetraplejía, que expresaron su desacuerdo con la película y la actitud de Ramón Sampedro, aunque lo hicieron en una época en la que la libertad de expresión era mucho menos restringida que en la España de hoy.
De cualquier modo, esta y otras producciones audiovisuales de los medios de manipulación masiva contribuyeron a que, en marzo de 2021, luego de una votación en el Parlamento, con 202 votos a favor, 141 en contra y dos abstenciones, España se convirtiese en el primer país de tradición católica en la región en aprobar una legislación que garantiza tanto la eutanasia (administrada por un médico) como el suicidio asistido (en el que el paciente recibe los medicamentos con los que pueda matarse tranquilamente. Así, el 25 de junio de 2021 entraba en vigor en España la Ley Orgánica 3/2021 reguladora de la Eutanasia (LORE), colocando a España como el cuarto país dentro de Europa en despenalizar la eutanasia y el suicidio asistido, y convirtiéndola de ese modo en el modelo a seguir por sus vecinos en el continente americano.
Al año de aplicación de la LORE, podía notarse la resistencia a la misma en la variada forma en que esta era aplicada en diversas comunidades del país. Mientras algunos gobiernos autonómicos apenas recibían o tramitaban solicitudes suicidas, otros agilizaban sus procedimientos, convirtiéndose, no por casualidad, en líderes de la aplicación del derecho a morirse con asistencia de los servicios sanitarios. Si entre junio de 2021 y diciembre de 2022 unas 370 personas recurrieron a la eutanasia en España, de ellas, 91 vivían en Cataluña, es decir, casi una cuarta parte del total, si siguen así, el día que les llegue la ansiada independencia no tendrán gente para celebrarla, estará toda eutanasiada.
En octubre de 2023, Portugal, otro país de cultura católica, se unirá a España y otros países católicos como Austria, Bélgica y Luxemburgo, donde ya es legal la llamada eufemísticamente “muerte digna”.
El laboratorio colombiano
Al parecer, a quienes lideran el funcionamiento de este mundo les preocupa poco el sangramiento que por décadas ha experimentado la población de Colombia, un país que ha perdido miles de vidas en décadas de guerra civil, una creciente epidemia de drogas y una delincuencia descontrolada. Para reducir aún más la población colombiana, se ha estado induciendo en el país, a través de sus propias instituciones, el uso de la eutanasia. Sin duda lo que aquí se experimente servirá de experiencia a la hora de expandir la buena muerte en otros estados de la zona.
Es proceso tiene aquí un largo recorrido. La eutanasia fue despenalizada por la Corte Constitucional de Colombia desde tan temprano como 1997, apenas cinco años después de que esta Corte comenzara a operar.
Resulta que por entonces se recibió una demanda que cuestionaba el artículo 326 del Código Penal. El demandante argumentaba que el homicidio por piedad violaba varios artículos de la Constitución y no debería tener una pena menor que cualquier otro tipo de homicidio. La sentencia resultó inesperada. Redactada desde una perspectiva secular optó por despenalizar todos los homicidios por piedad. De paso se instó al Congreso de la República a regular “cuanto antes” el nuevo derecho a una muerte digna. Mientras que el magistrado Carlos Gaviria recomendaba la muerte asistida como una forma de garantizar la dignidad de las personas en situaciones extremas.
Tras la despenalización, se creó un vacío legal que generó confusión. Las instituciones de salud no sabían cómo proporcionar el servicio de eutanasia, lo que llevó a que algunos médicos tomaran decisiones por cuenta propia, arriesgándose a enfrentar demandas.
La sentencia no solo comprometió los deberes de los médicos, sino que también ignoró la medicina paliativa como una opción racional para aliviar el sufrimiento de los pacientes terminales. Esta perspectiva ignora la dignidad inherente a la vida humana y desafía la noción de calidad de vida al considerarla sinónimo de dignidad.
Además, la sentencia extralimitó la competencia de la Corte Constitucional al crear una excepción al derecho constitucional a la vida, que se considera inviolable en la Constitución colombiana. También modificó su propia jurisprudencia sobre el derecho a la vida.
En lugar de respetar la autonomía de los médicos, la sentencia obligó a los profesionales de la salud a llevar a cabo la eutanasia, lo que socavó los principios éticos que habían guiado su práctica. Además, ignoró el problema del consentimiento dado en circunstancias de sufrimiento extremo, que puede estar viciado por la presión social y las circunstancias del paciente.
Pese a todo el Congreso de la República no consideró necesario reglamentar de inmediato lo establecido por la Corte Constitucional. Sin embargo, se presentaron varios proyectos de ley para regular el derecho a morir dignamente, ninguno de los cuales se convirtió en ley.
A pesar de la existencia de una Ley de Cuidados Paliativos que garantiza atención a pacientes con enfermedades terminales, la Corte Constitucional emitió una sentencia que insta al Ministerio de Salud a reglamentar la eutanasia y crea comités interdisciplinarios para el derecho a morir con dignidad.
Este enfoque autoritario obligaba a las instituciones de salud a seguir una dirección específica y plantea cuestiones éticas sobre la objeción de conciencia de los médicos. El reglamento también se basa en la premisa errónea de que la eutanasia es un derecho fundamental, lo que va en contra de los principios éticos y médicos.
En 2014, la eutanasia fue finalmente regulada en Colombia después de que una paciente con cáncer terminal solicitara una muerte asistida. La Corte Constitucional afirmó que el derecho a morir dignamente es fundamental en Colombia y obligó al Ministerio de Salud a establecer un reglamento en un plazo de 30 días.
Según las condiciones para acceder a la eutanasia en Colombia, hay padecer una enfermedad terminal, ser mayor de edad y expresar voluntariamente el deseo de recibir este tratamiento.
Así en el 2015 tiene lugar la ejecución medica de Ovidio González, un hombre de 79 años que padecía de dolor y desfiguración facial. Su procedimiento de muerte asistida fue inicialmente cancelado antes de ser implementado, pero finalmente se llevó a cabo en una clínica oncológica en Pereira. El proceso fue autorizado después de una recomendación del Ministerio de Salud y una revisión por parte de la Clínica de Oncólogos de Occidente, la misma institución que inicialmente había ordenado la cancelación del procedimiento. El caso de Ovidio González generó controversia y discrepancia de opiniones profesionales sobre la eutanasia en el país.
E l12 de mayo de 2017, se revisaba una acción de tutela presentada por un hombre de 91 años que alegaba que se le negó la práctica de la eutanasia en un hospital debido a que se consideraba mentalmente competente, a pesar de su soledad y enfermedad. La Corte destacó la obligación del Estado, la sociedad y la familia de proteger y asistir a las personas de la tercera edad, enfocando en la igualdad y la especial protección de estos individuos.
En otro caso, este del 4 de julio de 2017, se revisó una acción de tutela presentada por una madre en nombre de su hija, solicitando la práctica de la eutanasia en un hospital. La Corte señalaría aquí que, aunque se han realizado avances en la regulación del derecho a morir dignamente, aún existen deficiencias en el marco legal, y destaca la importancia del derecho a morir dignamente como un derecho fundamental relacionado con la dignidad humana.
El 25 de agosto de 2017, se analizaría una acción de tutela presentada por los padres de un niño con parálisis cerebral severa que solicitan la aplicación de la Resolución 1216 de 2015 para permitir la eutanasia de su hijo. La Corte subrayó entonces que los derechos de los niños prevalecen en el ordenamiento jurídico y que el derecho a la salud de los menores de edad demanda una mayor atención por parte de las autoridades.
Luego, el 12 de diciembre de 2017, se presentará una acción de tutela por la representante legal de un menor de edad que alega violación de los derechos a una muerte digna, el debido proceso y el derecho de petición. La Corte sostiene que existe vulneración del derecho a morir dignamente cuando los trámites administrativos y el personal de salud obstaculizan las solicitudes de eutanasia y enfatiza la necesidad de brindar información completa sobre las opciones disponibles para ejercer este derecho.
Para el 2018 ya se permitió la eutanasia para menores de edad, pero mayores de 14 años en ciertas circunstancias.
El 11 de mayo de 2022, la Corte también despenalizó lo que se definía como “suicidio médicamente asistido”. Para los colombianos, la diferencia entre eutanasia y el suicidio médicamente asistido es que, en el segundo caso, la persona que se quiere morir es la que solicita el procedimiento, causando su propia muerte con supervisión médica. La diferencia con la eutanasia es que, en este caso, es el médico quien realiza el procedimiento.
En diciembre de 2022, la idea de la eutanasia estaba tan normalizada en el país sudamericano que el 70,1% de los colombianos estaban de acuerdo con ella, al menos en casos de sufrimiento físico y psicológico debido a lesiones o enfermedades graves e incurables. Desde 2015 hasta octubre de 2022, 322 colombianos recurrieron a la eutanasia con ayuda médica.
Estos procedimientos son cubiertos por el sistema de salud, pero por alguna razón, las personas también lo buscan de manera privada como si fuera mejor que un particular le pusiera fin a la vida. Lo cierto es que el procedimiento se ha multiplicado por 24 en 8 años.
Así las cosas, las solicitudes de eutanasia se han incrementado, con un promedio de 31,8 solicitudes por mes en 2022. La eutanasia afecta por igual a hombres y mujeres, mientras que aumentó en 2022 para los que no son ni una cosa ni la otra, o mejor dicho son una, pero quieren ser otra, es decir las personas trans. Para este nuevo sector poblacional, por lo visto el cambio de sexo no está representado la auténtica solución de sus tragedias identitarias y han disidido echar mano a algo mucho más terrible que la hormonación o la mutilación innecesaria: poner fin a sus pobres vidas.
Razones de internas una debilidad externa
Es importante seguir el caso colombiano, pues es como España el anticipo de lo que le espera al resto de los países que alguna vez fueron católicos y todavía hablan en castellano. Sin duda alguna ninguno de los legisladores de estas naciones parece haber reflexionado o reflexionará lo suficiente sobre las condiciones de voluntariedad que tienen las personas que, en teoría, toman una decisión libre y consciente (cuando se lo permiten) en lo que se refiere a su propia muerte asistida.
Aunque esto no debería asombrarnos teniendo en cuenta el retroceso en que se encuentran los valores tradicionales de esa denominación cristiana que es la católica, frente al empuje del secularismo, la modernidad, el industrialismo y luego del posmodernismo. Frente a ellos, la capacidad de hacer concesiones por parte de la Iglesia en diferentes terrenos, parece ser la estrategia de supervivencia que con mayor o menor resistencia han seguido los diferentes Papas en las últimas dos centurias. Esto al final la debilita, incluso allí donde aún no se entrega.
La palma en la contemporización con el mundo, en casi todos los frentes se la lleva el Papa Francisco, dispuesto a llevar hasta el extremo la capacidad de adaptación de su Iglesia. Sin embargo, en medio de sus claudicaciones, llama la atención que en lo que se refiere al suicidio respaldado por el médico o el acto dejar morir al paciente, el máximo representante del catolicismo aún mantenga la frente alta como ya vimos antes. Infortunadamente este elemento conservador dentro de la “perestroika” de impulsada por Francisco desde que asumió el mando de su iglesia, no la ha librado de la fuerte crítica que recibe su cúpula, desde su disidencia interna, concretamente desde el ala tradicionalista, un sector cada vez menos apegado a una visión estrecha de la enseñanza sobre la infalibilidad papal. Por lo visto ya no son todos los que creen que cuando el Papa se pronuncia sobre fe o moral lo hace bajo la guía del Espíritu Santo.
A lo anterior hay que sumar la aceptación tácita y a un más generalizada de que esta infalibilidad no significa que el Papa no pueda cometer errores o pecados cuando opina sobre otros temas más mundanos, como pueden ser los económicos o políticos.
La cabeza de esta oposición que tanto debilita la autoridad moral del Papa es sin duda alguna, Carlo María Viganò, quien fue nuncio apostólico en Estados Unidos y ha estado en desacuerdo con el Papa Francisco desde 2015. Este obispo hoy retirado llegó a exigir la renuncia del Papa Francisco, acusándolo entre otras cosas de amparar el abuso sexual y de permitir una “corriente homosexual” en el Vaticano, y de perseguir a los sectores tradicionalistas. Son ataques a los que el Papa ha decidido no responder, dejando la tarea a sus seguidores y a los no pocos medios, de izquierda o protestantes que, paradójicamente, le apoyan desde afuera de su misma iglesia.
Aunque se afirma que Viganò cuanta con pocos seguidores, sus cartas de denuncia suelen tener amplia represión mediática y son leídas en todo el mundo, incluso por numerosos católicos. Por si fuera poco, con ellas ha creado una asociación anti bergogliana, Expurgue Domine. En su documento titulado “Defende Ecclesiam tuam”, Viganò considera entre otros objetivos de la asociación civil; defender la Tradición de la Fe Católica, preservar y promover la liturgia tradicional y fomentar el diálogo dentro de la Tradición de la Iglesia Católica.
En el sitio de Exsurge Domine se describe una grave crisis en la Iglesia, según la cual aquellos que hoy están en posiciones de poder son percibidos como enemigos de la institución, estableciendo una comparación entre las persecuciones pasadas contra el catolicismo, como en Inglaterra, Alemania y los Países Bajos, donde los católicos tenían que celebrar la Misa en secreto, y la situación actual de persecución contra aquellos que se adhieren a la tradición católica.
Para fundamentar lo antes dicho se argumenta en este sitio que los actuales autores de la persecución no son grupos religiosos protestantes como los luteranos o figuras históricas como Olivier Cromwell, sino cardenales, obispos y prelados dentro de la Iglesia Católica, considerados como infiltrados, que están decididos a erradicar la “vieja religión” y la “vieja Misa” en favor de nuevas doctrinas y enfoques. También se compara la apostasía actual de algunos líderes eclesiásticos con la apostasía de obispos que juraron fidelidad a Enrique VIII en el pasado para mantener sus rentas y beneficios, sugiriendo que hoy se exige una obediencia similar hacia ciertas figuras y tendencias dentro de la Iglesia.
De acuerdo con el mismo portal aquellos que no ceden ante la traición de la Jerarquía modernista son condenados al ostracismo, vilipendiados y perseguidos, y se les priva de ministerio, vivienda y medios de subsistencia de manera despiadada y sin caridad. Y por último se presenta a Exsurge Domine como una respuesta a esta persecución, una asociación que busca ayudar a sacerdotes, religiosos y religiosas perseguidos que muestran su fidelidad a la Tradición en medio de las pruebas, y se busca establecer una conexión con la tradición de ayuda a los perseguidos en la historia de la Iglesia.
Un discurso de este tipo, exagerado o no, afecta la capacidad del Papa a la hora de ejercer su magisterio en temas tan delicados y a su vez urgentes como es el de la Eutanasia. De paso nos permite entender, a partir de sus conflictos internos, la debilidad de la Iglesia Católica frente a sus enemigos de toda la vida, entre ellos los que abogan al nivel global por la implantación del presunto derecho médico a poner punto final a una vida; una medida contra la que los católicos se han enfrentado por diversas vías, no solo con encíclicas o el sermón, sino incluso echando mano a la literatura de ficción.
Una distopía olvidada y no por casualidad
El mismo Papa Francisco, en medio de la metralla de la que es objeto, ha recomendado la novela distópica de ciencia ficción “Señor del Mundo” (Lord of the World en el original), publicada en español también bajo el título de “El Amo del Mundo”. Fue escrita en 1907 por Monseñor Robert Hugh Benson. Esta novela trata de un mundo donde tanto el protestantismo como el catolicismo, devastados por el modernismo, conviven en un contexto de capitalismo y socialismo, donde domina el relativismo (casualmente la base lo que se fundamenta el pensamiento posmoderno) y donde la eutanasia es una herramienta legal y aceptada.
La obra literaria de Robert Hugh Benson, en especial “Señor del Mundo”, perdura como una profecía literaria que sigue siendo relevante en la actualidad. Su capacidad para combinar géneros literarios y explorar temas profundos ha influido en escritores y religiosos prominentes. A través de su obra, Benson continúa desafiando a los lectores a reflexionar sobre la lucha entre el bien y el mal en un mundo distópico. “Señor del Mundo” es una obra maestra que ofrece una visión crítica de la sociedad moderna y la espiritualidad, lo que la convierte en una lectura esencial para aquellos interesados en la literatura distópica y las reflexiones sobre la condición humana. Veamos algunos de sus pasajes más premonitorios:
…Había incluso contemplado la muerte, como dijo a Oliver: el quitarse la vida, en un gran tedio de todo. Seriamente había pensado en eso: era un escape perfectamente dentro de sus ideas morales…Por común consentimiento de todos, se ponía ahora fuera de este mundo a los incurables y a los agonizantes: las casas de eutanasia cuidaban de eso.
Señor del Mundo, página 116
Del individualismo había quedado bastante para asegurar a los cansados de la vida el derecho de abandonada. Había elegido este método; naturalmente, los demás le eran imposibles. El cuchillo requería práctica y tremenda resolución, las armas de fuego no las podía ver; y el veneno, bajo los reglamentos actuales, era inobtenible… Estos ocho días, requeridos por la ley, habían pasado apaciblemente. Había traído consigo bastante dinero como para poder entrar en uno de los hogares privados provistos de la comodidad suficiente para los acostumbrados a ella; las enfermeras habían sido agradables y simpáticas; no podía quejarse de nada… En cuanto a la moralidad de lo que iba a hacer – es decir; la relación que su acto tenía con el conjunto de la vida del hombre -, no sentía comezón alguna…
Señor del Mundo, página 142
…Era su creencia, lo mismo que la de todo el mundo humanitarista, que exactamente como el dolor físico prolongado o extremado justificaba el suicidio, así igualmente el dolor moral. Había ciertos grados de desdicha en los cuales el individuo ya no era útil ni al mundo ni a sí mismo; era la cosa más caritativa que podía hacerse, solamente que ella nunca había pensado pudiera tocarle a ella…De los escalones del gran sanatorio que estaba a la derecha descendieron corriendo una cantidad de figuras, sin sombrero, de blanco, llevando cada una lo que parecía una Kodak de las antiguas. Sabía quiénes eran y su corazón dio un suspiro de alivio. Eran los operadores de la eutanasia…
Señor del Mundo, página 144
Tendría miedo, por supuesto, si no fuese sin dolor; pero el doctor me dijo que es absolutamente indoloro; es simplemente irse a dormir. Los nervios mueren antes que el cerebro. Con razón la han bautizado eutanasia, “buena muerte”, Vaya a hacerla yo misma. No quiero que nadie esté en el cuarto. Dentro de unos minutos, la azafata – Sor Ana, de quien me he hecho gran amiga – me traerá el aparatito y me dejará sola. “Lo que ahora llevamos en resignación, un día será gloria”, decía el misalito: no creo en esa gloria; me basta convertirme en nada, en cenizas. La cremación tendrá lugar mañana al mediodía, de modo que puedes estar presente, si quieres; o si no, dar orden de que te envíen la urna; la de tu madre la pusiste en el jardín, así que quizá te plazca hacerlo conmigo. Haz exactamente cómo te plazca con todas mis cosas. Por supuesto, te las dejo todas.”
Señor del Mundo, página 145
Sirvan las citas anteriores, no solo como abrebocas que nos lleven a leer la novela, sino para comprender, simulando estar adentro, la filosofía en que se fundamenta la eutanasia nuestra de cada día. De paso ayúdenos a colocarnos en el lugar de aquellos en los que menos pensamos, en sus víctimas, tanto aquellas que ni se enteran, como las que las que lo son de buena gana, que es una forma de enmascarar la persuasión de la que han sido objeto incluso mucho antes de entrar en el trance fatal.
Si la habilidad para combinar géneros literarios y anticipar futuros distópicos son rasgos distintivos del genio creativo de Robert Hugh Benson, nada lo confirma mejor que su adelantamiento en lo que se refiere a la eutanasia. No es de extrañar que tanto el Papa Francisco, pese a las modernidades que se le atribuyen, como su predecesor, el conservador y abdicado Papa Benedicto XVI, hayan recomendado esta obra como una reflexión profunda sobre la sociedad moderna y la espiritualidad.
Tampoco es de extrañar que “Señor del Mundo” no comparta la popularidad que gozan obras a las que precedió y nada tiene que envidiar, llevadas tantas veces a las pantallas, que es por lo que se ilustra y “educa” al gran público. Hablo de clásicos de las distopías como un “Un Mundo Feliz” de Aldous Huxley o “1984” de George Orwell y en menor medida Nosotros, la novela distópica rusa Yevgueni Zamiatin escrita en 1920 y ambientada en una sociedad reprimida por el Estado. Sólo pudo hablarse abiertamente de ella y publicarla en ruso en 1988, bajo la glasnost gorbachovinana.
El problema es que el libro de Benson, del que hablamos resulta todavía una obra demasiado inconveniente, algo que se comprende cuando se tiene en cuenta los sesgos y la pata ideológica de la que cojean por igual, la crítica, la academia y por si fuera poco la industria editorial establecidas.
“El Señor” refleja esencialmente nuestro presente. En algunos aspectos lo hizo de manera aún más nítida de lo que lo prefiguraron otros grandes escritores de ficción distópica. En el peor de los casos, la visión de Benson sería hoy tan real como lo es ese mundo manejado con drogas evasivas del que escribe Huxley o aquel vigilado permanentemente por el ojo del Gran Hermano, el mismo que controla a la población combinando la mano dura, la doble lengua, la reescritura de los hechos con la falsas disidencia. Todo un acierto en esa clarividencia de miedo que tuvo Orwell hay que reconocerlo.
De lo que sí no se había escrito mucho es de la prevalencia de ese peligroso “humanismo”, ya no sin Dios, sino incluso sin el menor rastro de ética aristotélica o kantiana. Es lo que hoy se nos impone borrando cualquier moral tradicional religiosa o no. Y si a todo lo anterior agregamos la eliminación de la objetividad, ya estamos fritos. Así podemos explicar la impotencia, no solo de la Iglesia, sino incluso de quienes no perteneciendo a ella, ni comulgando con sus creencias, desde una visión simplemente humana, quisieran poner coto al avance lento pero seguro de la Eutanasia por el planeta, es decir los que buscan frenar a ese fantasma que ha comenzado a recorrer el mundo por sus eslabones más débiles, los territorios donde la pérdida de cualquier tipo de espiritualidad se combina con el culto desmedido a un supuesto “progreso” material: en realidad el proceso con el que poco a poco se va controlando y oprimiendo, bajo un mismo amo, a toda la humanidad.
Fuentes:
Aristóteles, ÉTICA NICOMAQUEA, Editorial Gredos, Madrid, 1993. https://www.academia.edu/39776153/ETICA_NICOMAQUEA
Académico Luis María Murillo Sarmiento, EUTANASIA, LA HISTORIA DE UN PENSAMIENTO AFÍN A TERMINAR LA VIDA. https://anmdecolombia.org.co/eutanasia-la-historia-de-un-pensamiento-afin-a-terminar-la-vida/
BBC Mundo, Ovidio González se convierte en la primera persona sometida a eutanasia en Colombia Redacción 3 julio 2015, https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150703_eutanasia_ovidio_gonzalez_colombia_cch
Amedeo Lomonaco, El magisterio de la Iglesia Católica sobre la eutanasia. https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2022-02/el-magisterio-de-la-iglesia-catolica-sobre-la-eutanasia.html
Vatican news. “La eutanasia es un crimen contra la vida. Incurable no significa ‘in-cuidable’”. https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2020-09/carta-doctrina-fe-vida-eutanasia-samaritanus-bonus-sintesis.html
Vatican News. Ladaria: “un texto necesario ante las nuevas legislaciones sobre la eutanasia”. https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2020-09/samaritanus-bonus-cardenal-ladaria-entrevista-vida-eutanasia.html
Juan Pablo II, CARTA ENCÍCLICA EVANGELIUM VITAE DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II A LOS OBISPOS A LOS SACERDOTES Y DIÁCONOS A LOS RELIGIOSOS A LOS FIELES LAICOS Y A TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD SOBRE EL VALOR Y EL CARÁCTER INVIOLABLE DE LA VIDA HUMANA.
https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_25031995_evangelium-vitae.html
SWI; Dura condena del Vaticano a la eutanasia y al suicidio asistido.
https://www.swissinfo.ch/spa/afp/dura-condena-del-vaticano-a-la-eutanasia-y-al-suicidio-asistido/46050290
Carta Samaritanus bonus de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida, 22.09.2020.
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2020/09/22/carta.html
César Gutiérrez Samperio, ¿Qué es el encarnizamiento terapéutico? https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-00992016000300121
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https://www.incmnsz.mx/opencms/contenido/investigacion/comiteEtica/eutanasiaOrtotanasiaDistanasia.html
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Diácono Mario Zúñiga, ¿Qué significa la infalibilidad del Papa?, https://sfcatolico.org/news/qu%C3%A9-significa-la-infalibilidad-del-papa
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Novela Distópica, Señor del mundo, la distopía profética de Robert Hugh Benson. https://noveladistopica.com/senor-del-mundo/
Carlos M. Estefanía. Disidente cubano radicado en Suecia.