Por Grego Casanova/Vozpópuli.
Este sábado se cumplen 50 años del asesinato del cantautor chileno.
“¡Así que vos sos Víctor Jara, el cantante marxista, comunista concha de tu madre, cantor de pura mierda. Yo te enseñaré a cantar canciones chilenas hijo de puta!”, espetaba uno de los oficiales pinochetistas mientras torturaba al cantautor chileno. Las fuerzas represivas de Pinochet se apresuraron en detener y castigar a la cara más visible de la nueva canción chilena y firme defensor del gobierno de Salvador Allende.
Jara había sido un militante comunista desde la década de los cincuenta y desarrolló una exitosa carrera como director teatral hasta que se volcó en la música como solista a finales de los sesenta. Fue la voz más visible de la nueva canción chilena y el artista más comprometido con la candidatura de Unidad Popular y con el posterior gobierno de Allende.
El día del golpe de Estado, haciendo caso al llamamiento de Allende de acudir a sus lugares de trabajo, se presenta en la Universidad Técnica del Estado, donde a la mañana siguiente sería detenido por militares. Al cantautor, de 40 años, lo trasladan al Estadio de Chile, que hoy lleva su nombre, lo revientan a patadas y culatazos con las armas y asesinan con 44 balazos. Su cuerpo fue encontrado junto al de otra treintena de personas en el Cementerio Metropolitano de la capital.
En el imaginario colectivo quedó la escena sádica de los militares cortando sus dedos y su lengua, como penitencia última del artista comprometido. Con este acto simbólico con tintes de ritual ancestral extirpaban el origen de los pecados de Jara, los dedos con los que pisaba las cuerdas de su guitarra y la lengua con la que rimaba versos como «El derecho de vivir / Poeta Ho Chi Mi». O la historia eterna de los reencuentros de cinco minutos entre los obreros Amanda y Manuel, nombres de sus padres y protagonistas de «Te recuerdo Amanda».
Una reciente biografía escrita por el periodista e historiador Mario Amorós, La vida es eterna. Biografía de Víctor Jara (Ediciones B), recalca que la escena de las manos cortadas no tiene base real y detalla el origen en un texto del escritor Miguel Cabezas publicado el 2 de enero de 1974 en el diario argentino ‘La Opinión’. Un año después de los hechos, la viuda de Jara y madre de sus dos hijas Joan Turner, que adoptó el apellido de su pareja, explicaba a la revista española ‘Triunfo’ cómo encontró el cadáver:
“Yo, cuando vi su cuerpo evidentemente, estaba en un estado de shock, justamente por la escena de tantos cadáveres que yo había visto en el piso de abajo. El cuerpo de Víctor estaba lleno de sangre, lleno, lleno de hoyos de balas. Estaba en una posición muy distorsionada, las manos estaban como crispadas y su cabeza llena de sangre, machucada, tenía sus ropas, sus pantalones, sobre los pies, el cuerpo interior todo hecho pedazos con cuchillos”.
Pero el relato de las manos cortadas se internacionalizó con las protestas que desde París a Estocolmo censuraron el golpe de Pinochet. Amorós señala que la propia viuda rechazó esta historia. Las 44 balas del cuerpo de Jara y las acreditadas torturas no requerían de mayor exageración para retratar la brutalidad del régimen que nacía del golpe del 11 de septiembre…
Para mearse de la risa estás tú, viejo chocho y mediocre, blanquito sucito que ya no le puedes dar mantenimiento a tu charda, y no tienes de otra que venir a meterte con el trabajo de los demás. Que te den.