Por Zoé Valdés.
Conocí a Harry Belafonte en La Habana, durante un Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, había llegado invitado por las autoridades del Festival y por Fidel Castro, dado que tenía pensado y pactado dirigir un documental sobre el tirano de la isla. Desde la jefatura del ICAIC me pidieron que lo entrevistara para la revista Cine Cubano, la que dirigí durante cuatro años (el único trabajo, por contrata y no por planta fija, que tuve en Cuba). Desde Relaciones Públicas del ICAIC me informaron que se hallaba alojado en una casa de protocolo de las que el régimen había confiscado a sus dueños en 1959, en la lujosa barriada de El Laguito, donde también se alojaban entonces, entre otros, Gabriel García Márquez y Antonio Gades. Allí llegué en un automóvil en el que me envió el ICAIC, también desde la Oficina de Relaciones Públicas del Festival, sin fotógrafo porque las fotos que ilustrarían la entrevista las aportaría el actor de sus archivos.
Me recibió Julie Robinson, su tercera esposa, que siempre viajaba con él, sobre todo en sus viajes a La Habana. El imponente Harry Belafonte no tardó en aparecer, le gustaba ser respetuoso de la puntualidad, comentó sonriente. Percibí una cierta inquietud en sus ademanes, pero pensé que igual estaba haciéndome alguna idea tonta debido a la impresión que me causaba entrevistar al galán hollywoodense, había visto el resto de las películas que me faltaban por ver hacía muy poco, en la sala del noveno piso del ICAIC, y no podía creer que yo estuviera allí, con mis 26 años para entrevistar a semejante monstruo sagrado del cine que era lo que yo pensaba de él y, juro que, por nada del mundo me pasó por la mente algo sobre el color de su piel, los cubanos no teníamos eso de ninguna forma como una observación esencial, era otra época. Para mí se trataba de un gran actor, y del incuestionable Rey del Calypso.
Tímidamente acepté el asiento que la señora Robinson me propuso, preparé el cuaderno de notas, el lápiz con la punta afilada, y me disponía a iniciar la entrevista, que haríamos en español (yo), francés (él y yo) e inglés (él), cuando Belafonte, extrañado inquirió:
-¿No grabas la entrevista?
-No tengo grabadora, lo siento, señor Belafonte, aquí es muy difícil conseguir una… -solté sin pensarlo.
Al momento se abrió una puerta, apareció un hombre, cubano, vestido de punta en blanco, con guayabera y pantalón beige como de lino, portaba una bandeja con las frutas más hermosas que no se veían en los mercados cubanos -de un país tropical- desde hacía décadas, desde el Batistato. Colocó la bandeja en la mesa de centro que separaba a Belafonte y a July de mí, ellos sentados en un sofá de cuero gris claro, y yo en un butacón a juego con el sofá. No me atreví a degustar las frutas aunque Julie insistió en brindármelas, yo debía cumplir con mi trabajo e irme, de hecho el chofer del ICAIC, un mulato entonces, se hallaba fuera, esperándome, pues no se le permitió entrar.
No recuerdo la pregunta con la que inicié la entrevista, pero sí que Belafonte la interrumpió:
-¿Por qué eres periodista y no tienes una grabadora?
-En verdad soy escritora, aunque he hecho periodismo desde los 17 años, empecé escribiendo y entrevistando enfermos diabéticos, para la revista Control, revista para diabéticos, no me he graduado de periodismo; estudié Filología y Letras, no pude terminar la carrera… (ahí volvió a interrumpirme).
-¿Qué has publicado como escritora?
-Un libro de poemas y una primera novela, que aquí no gustó… (enseguida me di cuenta del error, pero me dispuse a retomar las riendas de la entrevista).
Sin embargo, en aquel instante, el supuesto sirviente vestido elegantemente salió de lo que supuse era la cocina, e hizo una seña a Julie para que atendiera el teléfono en otra habitación, una llamada urgente se había producido. Harry Belanfonte quedó muy pendiente de lo que ocurría en el salón aledaño, y ahí reapareció Julie para anunciarle que debía atender él también la llamada.
Quedé sola, aunque unos segundos, el “sirviente” volvió a aparecer, en un susurro aconsejó en mi oído que evitara los comentarios inadecuados.
-¿Como cuáles…? -pregunté.
-Como que aquí es difícil conseguir esto o lo otro, y como que tu novela aquí no gustó -. Precisó clavando sus pupilas en las mías.
Asentí, pero no sin una réplica:
-Sólo dije la verdad -supuse entonces que la casa entera estaba cableada y con cámaras ocultas, y que el hombre pretendía ayudarme.
Esperé cerca de diez minutos, al cabo de ese tiempo Julie Robinson vino hacia mí, debíamos interrumpir la entrevista, Fidel Castro y Alfredo Guevara se dirigían hacia la Casa de Protocolo, se trataba de un encuentro urgente entre ellos. Detrás reapareció Harry Belafonte, se excusó muy educado, y aseguró que haríamos la entrevista en otro momento. Esto nunca sucedió.
Retomamos la conversación en Nueva York, a inicios de los años noventa. Nos presentamos en su casa, Pastor Vega, su esposa, la actriz Daysi Granados, el productor y director de Relaciones Públicas del ICAIC, Pepe Horta, y yo. Nos habían invitado del Festival de Cine de Nueva York, dedicado a Cuba. En un fragmento del Festival pasaban la película de unos jóvenes disidentes, uno de ellos, el que sería a posteriori padre de mi hija, Ricardo Vega, inscrita por Néstor Almendros, y en el otro espacio las películas oficiales enviadas por el ICAIC: ‘La bella del Alhambra’, ‘Papeles secundarios’, y no recuerdo qué otro cortometraje… Pastor Vega se había sentido incómodo con el hecho de que la película de su sobrino disidente dentro de Cuba estuviera participando en el Festival, además intentaba buscar apoyo y recursos para filmar una película cuyo guión había sido escrito por mí, a pedido suyo, ‘Vidas paralelas’, la primera película con dos historias paralelas, como lo describe el título, la de un homosexual exiliado en Estados Unidos, y la de un guaposo que se quiere largar de la isla, dos bulevares, Bergenline en New Jersey y el de San Rafael en La Habana; se necesitaban permisos para filmar en Bergenline, y Pastor buscaba ese apoyo mediante Harry Belafonte.
Entramos en el lujoso apartamento de Harry Belafonte, donde también nos recibió Julie, que enseguida me reconoció y perturbada no atinó qué decir… Se iniciaron las conversaciones amigables, y entraron en el tema de la filmación en New Jersey, sería difícil, afirmó el actor… Entonces se volvió hacia mí, y soltó lo que interpreté como unas disculpas atrevidas:
-Siento lo que pasó aquella vez, lo de nuestra entrevista… (hice un gesto como que había sido olvidado por mí)… Pero quizás algo hicimos mal, o tú o yo. Lo cierto es que la conversación con Fidel Castro fue algo que no esperaba en aquella ocasión, y menos lo que sucedió con Alfredo Guevara, al que considero un racista total, un ser repulsivo. Me sorprendió que Fidel no le llamara la atención, ¿o es que también Fidel es un racista? Sinceramente, no entendí su silencio…
La pregunta quedó en el aire como un dardo buscando diana. Pastor Vega interrumpió la conversación llevándola a su terreno de interés: la filmación de su próxima película cuyo guión era de mi autoría. La visita fue tensa, no puedo decir otra cosa; sin embargo, ya en el despacho de Belafonte este se mostró mucho más afable y todos nos relajamos.
La entrevista entre Belafonte y yo nunca se produjo. Tampoco hubo fotos, en aquella época no poseíamos celulares y se respetaba la intimidad de los artistas. La película de Pastor no se pudo filmar en Bergenline, se filmó en Caracas, recreando toda una calle como si fuera Bergenline. El filme no obtuvo la mayor aprobación del ICAIC y menos de Fidel Castro. Fui sumamente acosada por haber sido la autora del guión, por haber ganado el Premio al Mejor Guión del Festival, que entregaban TVE y el ICAIC, y debí asistir a varias citas extremadamente insoportables y hasta violentas verbalmente con el personaje que controlaba y se ocupaba de la DSE del ICAIC…
Alfredo Guevara, enamorado ya de los nuevos efebos del cine independiente, clasificó la película como mediocre, a partir de ahí se dio a la tarea de promocionar el cuento de Senel Paz, con el que mediante una trama entre Ramón Chao de Radio Francia Internacional y el mismo Alfredo Guevara le arrebataron el Premio Juan Rulfo a Reinaldo Arenas para dárselo a Senel Paz, asunto confirmado por mí mediante conversaciones posteriores con Ramón Chao; desdichadamente Severo Sarduy como miembro del jurado se dejó convencer por no sé qué razones… El resto ya lo conocen ustedes, los que vieron ‘Fresa y chocolate’, con guión de Senel Paz, basado en su cuento, y dirigida por Tomás Gutiérrez Alea.
Los comentarios de Harry Belafonte acerca de Alfredo Guevara y Fidel Castro y el racismo de ambos, al parecer no trascendieron y no impidieron que en el 2001 el propio Belafonte estrenara un documental admirativo de Fidel Castro, y que jamás condenara a la tiranía castrista, ni siquiera cuando se lo pedí mediante misiva tras el vil asesinato en una cárcel castrista de Orlando Zapata Tamayo; pero para él como para tantos otros al irme de Cuba ya yo había dejado de ser una escritora y hasta una persona, para él había dejado de existir. Harry Belafonte fue hasta su muerte, reciente, un ferviente militante de la ultraizquierda norteamericana.
Zoé Valdés. Escritora y artista cubana e hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vermeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Grandioso texto…
Muchas gracias, Félix.
Formidable, en este escrito se mencionan nombres que trajeron recuerdos a mi mente de epocas pasadas, te felicito grandemente por tus grandes logros
Muchas gracias.
Cuando al tipo se le enfrió su verdadera carrera, se buscó otra que suele resultar rentable, la de “activista” de izquierda, y bastante bien que le fue. Eso lo han hecho y lo harán otros, pero lo pudo hacer sin besarle el culo a Fidel Castro, que por supuesto lo aprovechó. Sus razones no me importan, ya que en el mejor de los casos fue un comemierda que se dejó engañar por un flagrante farsante. Acabó, por lo tanto, sirviendo al Mal.
Tremendo testimonio. Comparto.
Muchas gracias, Carlos.
Belafonte es un ejemplo típico del embelesamiento de americanos negros prominentes con el Mayoral Castro, algo por lo menos penoso, ya que indica una gran debilidad o estupidez ante las falsas apariencias enarboladas por el siempre disfrazado bastardo barbudo de Birán. Pero, se trata de mentiras atractivas, o sea, de creer en lo que se quiere que sea verdad aunque no lo es. Sobra decir que FC siempre supo captar lo que tenía que aparentar para ganarse a cierta gente, y siendo un mentiroso nato, lo hizo muy bien.