Política, EDITO

Matar al mensajero

Por Gloria Chávez Vásquez.

“Fue el equivalente a entrar en una cocina sucia por la noche y prender la luz; podías ver las cucarachas grandes y chiquitas y las ratas corriendo por el piso.” Richard Blakley (WND)

 Entre los actos positivos de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos (2016-20) está el de haber sacado a la luz, la cloaca de corrupción que es Washington, D.C., el Estado Profundo y el concubinato de los políticos y la prensa, un secreto a voces, pero que él Primer Ciudadano confirmó y compartió con el público. El hecho frenó muchos de los planes macabros de los enloquecidos globalistas y colocó a Trump en su peligrosa mirilla.

En esos cuatro años de su presidencia, se desmoronaron muchas mentiras avaladas por los medios, como la destrucción de computadores guardados en un closet de su casa, a punta de martillo y lejía, por cuenta de Hillary Clinton, para ocultar la mina de mensajes y secretos de estado en sus correos electrónicos, diseminados por todo el mundo.

Pero el odio y temor de los corruptos hacia Donald Trump ha escalado de tal manera que, a falta de pruebas legales, sus detractores han ido tejiendo una telaraña de difamaciones, en su afán de “atrapar al mensajero”. Es decir, al portador de las indeseables noticias sobre la peste política en su país. Para impedir que regrese a la presidencia, el cartel del pantano está dispuesto a poner precio a su cabeza.

Desacreditar a un candidato

La acusación, comprobada como falsa en varias cortes, de que Trump había conspirado con Rusia para sentarse en la presidencia y en la que se regodearon por casi cuatro años con el concurso de sus aliados en los medios, resultó ser un montaje pagado y dirigido por Hillary Clinton y sus acólitos en el FBI y el Departamento de Justicia.

La historia de que Trump había “robado” documentos clasificados y los tenía guardados en su residencia, resultó ser la trama fraguada por los mismos echelones de Biden en el FBI, cosa que se hizo más obvia durante las redadas y allanamientos en su casa de la Florida y apartamento en Nueva York, utilizando helicópteros y tropas especiales (SWAT).  Tanto el gobierno como la agencia de “inteligencia”, perdieron, a partir de entonces, la poca credibilidad y respeto de la ciudadanía.

El nuevo “escándalo” montado en “la Gran Manzana” por Alvin Bragg, un ambicioso fiscal financiado por George Soros, es la velada acusación de que Trump “interfirió en una elección federal”. Su argumento es el de que Donald Trump pagó dinero por el silencio de Stormey Daniels, (una actriz porno, que conoció en 2006), con fondos de su campaña presidencial de 2015. La acusación salió a relucir, sospechosamente, cuando los demócratas usaron a Daniels como testigo en sus audiencias públicas, para tratar de destituirlo, empoderándola así para una demanda contra el presidente. Aunque Daniels negó varias veces haber tenido relaciones con Trump, lo cierto es que Michael Cohen, uno de los abogados del candidato (quien ahora testifica en contra de Trump) se apresuró a escribir un cheque por 130.000 US de su bolsillo, a la mujer.

Cohen, testigo estrella en el caso, fue desmentido por su ex abogado, Robert Costello quien aclaró ante el gran jurado, que el dinero no era de Trump ni de su campaña y cuestionó las motivaciones y credibilidad de un individuo intimidado (por el FBI) y aparte mentiroso (condenado antaño por perjurio), poniendo en tela de juicio las verdaderas intenciones de los políticos del pantano y sus sicarios.

En su más reciente columna en el periódico digital WorldNetDay, Richard Blakley hace un análisis de la odisea de Trump en estos años, concluyendo que lo que realmente quieren destruir los enemigos del expresidente es el movimiento MAGA (Make American Great Again).

Esta teoría resultó válida cuando Joe Biden acusó a Donald Trump y a los republicanos del MAGA de representar “un extremismo que amenaza los cimientos de nuestra república”. Si esa es la opinión del despistado Biden, ¿entonces cuál será la opinión de los bullies del partido?

El panorama actual

La impunidad política ha “salvado” de la prisión a los Clinton, a los Biden y otros corruptos en Washington. Sin embargo, la lista de crímenes y delitos de demócratas y republicanos expuestos no ha tenido hasta el momento, ninguna repercusión y sí más bien una respuesta hostil de los cómplices usuales.

La Media liberal no ha demostrado interés alguno en los documentos gubernamentales escondidos en un garaje y en las oficinas de por lo menos dos universidades que se beneficiaron del dinero de chino, “donado” a Joe Biden por sus negocios e información clasificada.

Otro ejemplo de la hipocresía en Washington, es el de Adam Schiff, el congresista demócrata de California, que mintió descaradamente ante las cámaras y al pueblo americano, asegurando haber leído la transcripción de la conversación telefónica de Trump con el líder ucraniano. Su delito permaneció impune.

El doble estándar de los demócratas se refleja en Kelisa Wing, jefe de Diversidad en el Pentágono conocida por su racismo contra los blancos; y en los tramposos oficiales del FBI usar la agencia para “neutralizar” a sus oponentes. Tanto así que los representantes republicanos han tenido que crear un comité para investigar el uso de las agencias federales como arma de destrucción masiva.

Terrence K. Williams, comediante, activista y empresario, víctima de esa persecución maliciosa, pidió en Twitter que se hiciera pública la lista de los políticos en Washington que merecen ser arrestados: Trump no es el pez gordo, dice Williams.

Entonces, ¿por qué la insistencia en encarcelar a Trump?

 En vista de sus fracasos en tratar de desacreditar a Trump los inquisidores de alcantarilla parecen haber cambiado su táctica. Su objetivo es, ahora, encerrar a Trump (aunque sea por un breve espacio de tiempo), en la cárcel.

Charlie Kirk, activista y comentarista radial, fundador de la organización Turning Point, cuestiona los años de supuestas investigaciones y gastos de dinero del erario, en montar un circo, que incluyó concertar un gran jurado y colocar barricadas en la corte criminal de Manhattan sugiriendo un arresto inminente, seguido del despliegue periodístico en los medios liberales de un “proceso” ilegítimo y sin precedentes en la historia de los Estados Unidos.

Condenar de un crimen federal y arrestar al presidente Trump, es un intento para sacarlo de la carrera presidencial de 2024. El lugar donde seria confinado, es el mismo Centro Correccional Metropolitano donde encerraron a Jeffrey Epstein, quien se esperaba iba a testificar sobre el tráfico humano y las perversiones sexuales de un montón de políticos y ricachones que permanecen bajo las hendijas. Recuerden además que las cámaras de seguridad del Centro estaban “dañadas” la noche que Epstein “se suicidó”.

Es evidente que en Washington se cocinan planes para deshacerse del 45 presidente, cortando la cabeza al movimiento MAGA. Aunque eso les tome matar literalmente al mensajero. Si los enemigos de Trump se salen con la suya, como estipula Blakley, también pueden salir impunes de un asesinato.

Los demócratas aseguran que las de 2020 fueron “las elecciones más seguras de la historia”, pero según Blakley, todo gira alrededor del encubrimiento del fraude de las elecciones en 2020, y existe un testigo que puede demostrarlo.

¿No sería justicia divina o poética que, en tratar de ocultar la verdad, las mismas criaturas del pantano estuvieran contribuyendo involuntariamente a que lleguemos a ella?

 

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.

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