Cómo callarme ante una Navidad que se aproxima, y celebra el regalo de Jesús que viene a traernos VIDA… y mi pueblo vive en ‘sombras de muerte’ (Lc 1, 79)?
SOR. NADIESKA ALMEIDA.
Llevo muchos días pensando y rezando con una reflexión que alguien muy querido para mí me compartió, exactamente el día de la Inmaculada, y desde ese momento varios pensamientos y preguntas me acompañan.
Decía así: “Celebrar la Inmaculada es dar gracias por ese lugar inocente que hay en cada ser humano, esa huella de bondad que permanece intacta en nosotros, pase lo que pase… Sabemos que en un lugar del corazón hay un espacio puro desde donde somos incapaces de dañar. Un lugar de Dios que no es tocado por nada ni por nadie…”
Después de releer una y otra vez esa reflexión, brota la gratitud por seguir encontrándome en el camino a tanta gente buena que a pesar de vivir en carne propia la pobreza, malos tratos, persecuciones, el rechazo por pensar diferente, incluso condenas injustas, siguen teniendo intacto ese lugar del corazón que no les permite responder de la misma manera… Agradezco y aprendo porque siento en lo más hondo que esa es la llamada a la que todo ser humano debería responder…
Hoy, como en tantas ocasiones, me encuentro en el difícil momento de expresar lo que pienso y siento, y lo hago unida a la misma reflexión con la que empiezo, hay algo intacto dentro del ser humano, se llama CONCIENCIA, y ahí, solo Dios y la persona pueden llegar. Ese espacio sagrado que es llamado también santuario, donde para entrar tienes que pedir permiso y descalzarte. Desde ese lugar expreso mi dolor. Sí, es dolor, y también impotencia porque nuestras voces siguen siendo silenciadas, porque todo ha de pasar por una ley que penaliza y no por una que promueva la libertad humana y humanice. Es tan doloroso que sigamos siendo un pueblo que se acostumbra a vivir ya sin lo básico, y entre eso tan básico está el poder expresar lo que piensas y sientes y cómo lo sientes, siempre que esto no haga daño ni sea ofensivo ni agresivo (esto es elemental). Es doloroso, triste, agobiante, que una nación marcada por el sufrimiento, por la migración, por tantas carencias, tenga también que vivir bajo el miedo de no poder expresarse por lo que le pueda pasar… Duele, y duele mucho, porque soy de la generación a la que le inculcaron que la verdad es un valor, que la Patria se construye entre todos, que decir lo que piensas te hace creíble porque en ello va tu palabra, y ahora siento como cubana, el castigo de callar porque el expresar está penalizado… Pero, ¿cómo callarme ante la injusticia?
¿Cómo callarme ante decisiones, planes, proyectos desacertados? Pensiones de miseria, salarios que no alcanzan, precios con cifras ya casi imposibles de leer y creer, las eternas y angustiantes colas, la preocupación de quienes trabajan fuera de su casa y no pueden hacer las colas para poder comprar algo de alimentos, falta de medicamentos básicos, el maltrato, la violencia, familias que sufren por la muerte de un ser querido, y a esto se suman horas de espera por un carro fúnebre, prolongando el dolor…
¿Cómo callarme ante una Navidad que se aproxima, y celebra el regalo de Jesús que viene a traernos VIDA… y mi pueblo vive en ‘sombras de muerte’ (Lc 1, 79)?
No puedo ni debo callarme. Elevo mi voz a Dios, y respetuosamente a todos los hombres y mujeres de recta conciencia que tienen la responsabilidad y el compromiso de garantizar un presente y un futuro digno, y la obligación de buscar soluciones a los diferentes problemas que enfrenta el pueblo cubano. Solo pido una mirada responsable, una acción oportuna y una respuesta digna.
Sigo creyendo que un mejor mañana es posible, sigo esperando y apostando porque desde dentro de Cuba encontremos las soluciones y respuestas. Sigo invitándonos a todos a creer que para nosotros los cubanos la providencia se levanta antes que el sol. Dios cuenta con el aporte de cada uno, y no se nos puede olvidar que el servicio del poder, es eso, un servicio, que es el modo de hacer que una nación prospere y viva en esperanza creativa y comprometida.
Una vez más levanto mis manos y mi corazón a Dios, y pido insistentemente que tengamos la oportunidad de construir juntos lo que cada cubano que vive en la isla necesita para ser mejor persona, para ser feliz, para sonreír y caminar tranquilo por este corto sendero que llamamos VIDA.
Sor Nadieska Almeida H.C. Monja cubana, vive en Cuba.
Sor Nadieska fue companerita de mis hijas en el catecismo en la iglesia de Paula. Siempre me da mucha alegría leer sus escritos tan acertados y que hablan del sufrimiento de ese pueblo que tiene una tiranía por ya 63 años.
Un pais que se vendió asi al psicopaton ateo CHE GUEVARA, por mor del jesuitado Fidel del clero cobardón que no consagró RUSIA, no podía si no acabar asi ya en la consumación de Los Tiempos. Oren para poder resistir en alguna buena medida, hasta el DIA de la JUSTICIA.