Por Gloria Chávez Vásquez.
El economista y pensador estadounidense, Thomas Sowell (1930) es, en la actualidad, uno de los grandes críticos de lo “políticamente correcto”. El suyo es el pensamiento libertario, una inclusión lógica de los aspectos sociales y humanos en la aplicación de la economía: teniendo en cuenta que, el individuo es un recurso de la sociedad y como tal, no solo contribuye al progreso, sino que tiene derecho a trabajar en paz y armonía mientras disfruta con su familia del producto de su labor. Para comprender este concepto, es necesario recurrir a la definición del economista británico Lionel Robbins (1898-1984): “La economía es el estudio del uso de recursos escasos que tienen usos alternativos”.
Como libertario, amas la libertad, con todos sus riesgos y responsabilidades. Respetas los derechos fundamentales de tu vecino, incluyendo la propiedad ajena. Tu vida está regida por la ética y la moral, necesarias para el orden social. Sabes que la familia es el núcleo de la sociedad, y reconoces sus fallos y necesidades. No dudas en defenderla, y a tu patria, del enemigo. Para ser libertario se necesita tener coraje y, sobre todo, saber distinguir la verdad de la mentira, la honradez de la delincuencia. Ser libertario es vivir en control del silencio y la retórica, los miedos y la intriga de los extremos partidistas. Ser libertario significa observar y pensar antes de actuar. Pero, ante todo, no ser víctima.
“La libertad ha costado demasiada sangre y agonía como para rendirse al bajo precio de la retórica” _ señala Sowell, profesor emérito y miembro distinguido de la Institución Hoover en la Universidad de Stanford.
Es un hecho, que la paz es producto de la justicia; que la impunidad es licencia para la corrupción; que los excesos de un partido producen los extremismos del opuesto. Ambos son peligrosos y agobiantes porque mientras están en conflicto, se cometen daños irreparables. La retórica partidista confunde, desacredita y difama para lograr sus objetivos: matar al mensajero, asesinar la personalidad del opositor.
Economía real en tiempo real
En su libro Conocimiento y Decisiones (1980), Sowell demuestra que el conocimiento es también, una variable económica. Sus conclusiones adelantan en casi dos décadas la llamada “gestión del conocimiento”.
La primera lección de la economía es la escasez: nunca hay suficiente de algo para satisfacer plenamente a todos aquellos que lo deseen. La primera lección de la política es hacer caso omiso de la primera lección de economía.
Sowell considera que la gran división en [EE. UU] no es entre demócratas y republicanos, o mujeres y hombres, sino entre los que hablan demasiado y las personas de acción. Entre políticos y trabajadores. Los habladores generalmente son más elocuentes que los hacedores, ya que hablar es su especialidad. Pero la acción es su punto débil.
Las personas menos productivas suelen ser las que están más a favor de celebrar reuniones. Las personas que disfrutan de las juntas no deberían estar a cargo de nada. Por otra parte, “aquellos que tienen tiempo libre, inevitablemente les roban tiempo a los que tienen trabajo que hacer”.
El objetivo real [en la economía de una nación]debería ser, reducir el gasto gubernamental, en lugar de aumentar el presupuesto con las subidas constantes de las tasas tributarias para cubrir los gastos siempre en aumento. Nada es más fácil que tener buenas intenciones. Pero cuando no se entiende cómo funciona una economía, las buenas intenciones pueden llevar a consecuencias desastrosas.
Los ingenieros sociales
Durante más de tres décadas, los líderes del mundo occidental se han dedicado a reemplazar lo que funcionaba por lo que suena bien. Con la imposición de esas, cada vez más imprácticas teorías, la situación ha empeorado en áreas como el crimen, la educación, la vivienda, las relaciones raciales etc. Lo sorprendente es que no se cuestione a los ingenieros sociales por su fracaso y los desastres.
Sowell cree que dejar las decisiones en manos de personas que no pagan el precio por equivocarse es, no solo un craso error, sino muy peligroso. El hecho de que se elijan tantos sinvergüenzas para los cargos públicos delata a los votantes. Bajo ese tipo de gobierno, los políticos dicen y hacen lo que es popular, a pesar de las consecuencias negativas. Es obvio que cuando la gente quiere lo imposible, solo los mentirosos pueden satisfacerlos.
Lo que es inquietante es la facilidad con la que algunas personas pasan de decir que algo no les gusta a decir que el gobierno debería prohibirlo. Cuando vas por ese camino, no esperes vivir en libertad por mucho tiempo.
Justicia social
La envidia solía ser uno de los pecados capitales hasta que los liberales la redefinieron como justicia social, apunta Sowell. Añade que, en diferentes países y épocas, los líderes de los grupos que quedaron retrasados, económica y educativamente, alimentan el resentimiento más que al hambriento, e incitan a culpar de todos sus problemas a otros, y no a la ineptitud de su gobierno.
La gente que no ha contribuido nada a la sociedad cree entonces que la sociedad les debe algo, solo por hacer acto de presencia. Es la consecuencia de la noción errada de lo que significa el derecho. ¡Dale a un hombre un pescado y te pedirá salsa tártara y papas fritas! Es la nueva versión del viejo adagio. Por otra parte, algún político que quiere tu voto, te dirá que todas estas cosas forman parte de tus “derechos fundamentales”. En la lógica liberal, si la vida es injusta entonces la respuesta es entregarles más dinero a los políticos, para que gasten de manera que aumenten sus posibilidades de ser reelegidos.
De Marxista a Libertario
Una de sus primeras publicaciones profesionales de Sowell, fue un examen comprensivo del pensamiento marxista frente a la práctica marxista-leninista. Sin embargo, su experiencia de trabajo con la burocracia gubernamental, le ayudó a despertar de su romance con el comunismo y a rechazar la economía marxista a favor de la teoría económica del libre mercado.
Por esos días, y mientras realizaba un reporte, Sowell descubrió una conexión entre el aumento de los salarios mínimos obligatorios para los trabajadores de la industria azucarera de Puerto Rico y el aumento del desempleo en esa industria. El economista se percató entonces de que los empleados del gobierno que administraban la ley del salario mínimo, se preocupaban más por sus puestos que por la difícil situación de los trabajadores.
En 1969 Sowell era profesor asistente de economía en la Universidad de Cornell cuando un grupo de estudiantes negros se tomó el Willard Straight Hall. En sus memorias, Una Odisea Personal, Sowell describió a los rebeldes como ” bravucones ” con “graves problemas académicos”. Estos muchachos habían sido admitidos con calificaciones sumamente bajas, amparados por la ley de Acción afirmativa (discriminación positiva). El racismo del que se quejaban, era una excusa, producto de su descuido personal en los estudios y en la apariencia física, así como su baja estima personal. El problema no es que Johnny no sepa leer. El problema no es que Johnny no pueda pensar. El problema es que Johnny no sabe qué es pensar; lo confunde con sentir.
Educando a Thomas
Los primeros años de la vida de Sowell no fueron nada fácil. Oriundo de Gastonia (Carolina del Norte), creció, huérfano de padre, en Harlem, Nueva York, durante la década de la Gran depresión. Debido a los problemas financieros, abandonó la escuela secundaria para ingresar en el ejército, durante la Guerra de Corea. Con becas y recomendaciones por su excelencia como estudiante, obtuvo una licenciatura en economía con honores magna cum laude de la Universidad de Harvard en 1958 y una maestría de la Universidad de Columbia en 1959. En 1968, obtuvo su doctorado en economía en la Universidad de Chicago. Su vida profesional transcurrió en las facultades de varias universidades, incluidas la Universidad de Cornell y la Universidad de California en Los Ángeles.
En 2002 T. Sowell recibió la Medalla Nacional de Humanidades por su trabajo académico que incorpora la historia, la economía y las ciencias sociales y políticas. Entre sus obras: Raza y Cultura (1994), La Visión del Consagrado (1995); Migraciones y Culturas (1996); Economía Básica (cuarta edición en 2010); La discriminación positiva en el mundo (2006); La economía: verdades y mentiras (2008).
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.