Por Gloria Chávez Vásquez.
“Ni el odio ni la violencia son la fuerza de nuestra caridad. No podemos escoger ni el marxismo ateo, ni la rebelión sistemática, y mucho menos el esparcimiento de la sangre y la anarquía”.
Pablo VI (Bogotá, Congreso Eucarístico 1968)
En 1960 el cura guerrillero colombiano Camilo Torres dijo del proyecto educativo de Monseñor José Joaquín Salcedo, que era “demagógico y perjudicial para el campesino” porque, incitaba al odio y a la violencia. Torres hablaba desde el resentimiento, ya que en 1968 durante la visita del Papa Pablo VI a Colombia, con ocasión del Congreso Eucarístico, el pontífice bendijo las instalaciones de Radio Sutatenza, la joya en la corona de Acción Cultural Popular.
Sin embargo, tras la muerte de Msr. Salcedo, el genio, obra y figura de J.J. Salcedo (1921-1994) parecían condenados al olvido. Y sus enemigos aun vivos, trataban de desbaratar su legado. Los intereses políticos y mezquinos de Alfonso López Michelsen (presidente 1974-78), acabaron temporalmente con una obra que fue el orgullo de Colombia ante el mundo. Pero gracias al testimonio de familiares, amigos, alumnos y admiradores la historia del profesor invisible y sembrador de esperanza vuelve a resurgir como un fenómeno en la historia de nuestro país.
Monseñor, como le decían a este cura prodigioso, podía muy bien haber sido un empresario de la radio y la televisión. Haberse hecho multimillonario con su talento e imaginación. Pero su verdadera vocación estaba en la iglesia y con la gente. Y no se equivocó al seguir el llamado divino porque, al dedicar su vida al servicio social, sentó pautas, fue un gran ejemplo a seguir y dejó profunda huella, no solo en su país natal, sino en el mundo. Fue el Gran Educador, aunque solamente tuvo un aula y una escuela: un estudio de radio y TV en Sutatenza, Boyacá.
Alvin Toffler se inspiró en su obra cuando escribió La Tercera Ola. Fidel Castro lo invitó insistentemente a Cuba, sin éxito, para montar allí dichos programas. En 1955 la UNESCO y Las Naciones Unidas lo declararon modelo de la educación a distancia. Desde la década de 1960, se convirtió en un referente para muchas emisoras en países en Latinoamérica, Asia y África. En EE.UU. el Massachussets Institute of Technology (MIT) adoptó sus conceptos educativos para aplicarlos en sus programas de computación.
Actualmente es imposible ignorar el Opus Salcedo: Innumerables videos en la internet; “El quijote de los medios”, un documental sobre su obra, premiado por varias instituciones estadounidenses; cuatro libros, entre ellos El Quijote Visionario, una biografía de Luis Zalamea, publicada en Miami, donde Msr. Salcedo vivió sus últimos años; numerosos artículos en la prensa internacional sobre su tarea en la radio popular y educativa. Y el libro de su autoría, “La revolución de la esperanza”.
La de José J Salcedo, creador y director de Radio Sutatenza, fue una revolución cultural en el campo colombiano. Por eso resulta necesario entender su historia y filosofía. Reconocer la originalidad de su labor y el impacto causado por Acción Cultural Popular en el desarrollo del sector rural colombiano en la segunda mitad del siglo XX. Durante esos 40 años, Monseñor Salcedo fue pionero de la educación a distancia y de la radiodifusión colombiana, fundador de las escuelas radiofónicas, de ACPO, con la cadena Sutatenza, la más potente de la historia de la radio en Colombia y la más escuchada a nivel mundial.
Antes de entrar al seminario, José Joaquín Salcedo era un muchacho curioso e inquieto, a quien le encantaba la mecánica y la electrónica. Era aficionado a la fotografía y al cine. Su primera cámara se la obsequió su tío Belisario. Con su hermano, Antonio José, estudió telegrafía, el oficio de sus padres, J. Joaquín Salcedo y Eva María Guarín Perry (de ascendencia inglesa). De sus tíos heredó el talento por la electrónica. Martin instaló las primeras plantas eléctricas en Sogamoso y el valle de Cerinza, Belisario fue un innovador telegrafista y profesor en la materia, que recorrió el país instalando redes.
Y fue la solidaridad y unidad familiar lo que más influyó en su formación humana. Su familia lo apoyó desde el comienzo. Su tía Edelmira, que era maestra y directora de escuela, le gestionó la beca para el seminario; su tío Martin le compró su primera sotana y le construyó la cama para el internado para acomodar sus casi dos metros de estatura. Además de Teología estudió Filosofía, y cuando se ordenó en el Seminario Mayor de Tunja, (1947) el obispo, Crisanto Luque, lo envió a Sutatenza, como aprendiz y asistente del párroco. Durante una campaña evangelizadora de la Arquidiócesis, se enteró que el 85% de los soldados en el batallón local, eran analfabetas. El sacerdote concibió un plan para enseñar a leer y escribir a soldados y campesinos. El apoyo del comandante de esas tropas, que llegaría a la presidencia como general, Gustavo Rojas Pinilla, resultó muy valioso al futuro monseñor.
En agosto de 1947 el padre Salcedo llegó a Sutatenza con su equipaje, la cama que le construyó su tío, un proyector para películas de 16 mm, un radio de onda corta y larga y parte del transmisor de radioaficionado que estaba construyendo su hermano en el seminario de los Jesuitas en Santa Rosa de Viterbo. Junto a un grupo de campesinos del Valle de Tenza (ubicado entre Boyacá y Cundinamarca) realizó las primeras emisiones con programas de lectura, escritura, matemáticas y catolicismo. Llamaron Sutatenza a la primera cadena radial colombiana que emitió programas educativos y culturales entre 1947 y 1989 y así nació la Educación a Distancia.
Las Escuelas Radiofónicas se identificaron con la señal HK7HM con una potencia de 70 Watios, cubriendo un área de 2 kilómetros a la redonda. El 16 de noviembre de 1947 se encendió el transmisor que emitió la señal captada por el receptor potenciado por la enorme Eveready. De ese modo las tímidas ondas Hertzianas eliminaron la barrera educativa y la brecha entre la sociedad urbana y la rural. Los primeros receptores General Electric fueron donados por el gobierno de los Estados Unidos.
El proyecto del Padre Salcedo fue acogido con entusiasmo en la Arquidiócesis de Tunja y por el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez. Pocos meses después, el 6 de septiembre de 1948 se legalizaban las Escuelas radiofónicas de Colombia. El 12 de enero de 1953 el obispo de Tunja, Crisanto Luque se convertía en el primer Cardenal colombiano y en promotor de un proyecto que maravillaría al papa Pío XII. En 1955, gracias a la ayuda norteamericana, el sacerdote pudo comprar un buen número de radios transistores Toshiba, popularizando así el uso del transistor entre los campesinos. Radio Sutatenza fue entonces la frecuencia más potente que tuvo Colombia.
Las escuelas radiofónicas se extendieron muy pronto a países vecinos como Bolivia y Venezuela. En Venezuela tuvo gran éxito la labor realizada por las radios de la gran red Fe y Alegría. Fue una época muy fecunda en que la iglesia católica, como participante, contribuyó al fortalecimiento de estos medios para el desarrollo de la comunicación.
Con el tiempo, otras instituciones aprendieron a utilizar la radio para comunicarse con la población a nivel educativo y cultural. La Policía Nacional Civil realiza programas de seguridad ciudadana y de prevención a la delincuencia. Diferentes instituciones del Estado, como el Ministerio de Salud, también las emplean para desarrollar campañas contra el dengue y el zika, entre otras enfermedades. La fase más reciente es la de la convivencia con el Covid-19. La radio ha cobrado nueva vida por su servicio para reforzar al sistema educativo, afectado por la pandemia, difundiendo las clases de matemáticas, idiomas y estudios sociales.
José Joaquín Salcedo murió en Miami, a los casi cumplidos 73 años, desilusionado, frustrado, aislado por las dos fuerzas negativas que ya para esa época, movían la Iglesia y la política. Ambas queriendo dictarle lo que debía y no debía hacer. Queriendo atraerlo a sus huestes para endorsar ideologías con las que él no comulgaba. Buscando intimidarlo para que pusiera su obra al servicio de otras causas. Pero el profesor invisible, el quijote latinoamericano, el caballero de la sotana, solo creía en servir al prójimo. Monseñor Salcedo dedicó su vida a despojar de todo personalismo la labor educativa que realizó.
Sus restos fueron trasladados a Colombia y el 18 de diciembre de 1994, los campesinos se despidieron de a Monseñor Salcedo en Sutatenza. Llegaron de las regiones más remotas del país. Monse, como le decían sus amigos, tuvo más acogida fuera de Colombia que dentro de ella. Respetado y admirado por líderes, gobiernos e instituciones internacionales de primera clase.
Era el típico quijote: delgado, alto, frágil, pero con la vitalidad que genera la genialidad. Defensor de los débiles, consejero de los poderosos, verdadero líder, dueño de una filosofía realista y profunda sobre Latinoamérica, la cual describió en su libro “Revolución de la Esperanza” un texto que llegó a las universidades de aquellos países que se interesaron para aprender de él y cuyos programas de gobierno tuvieron como piedra angular su filosofía de educación integral y de mejoramiento del potencial humano. Mas de 4 millones de campesinos colombianos se beneficiaron no solo en el aprendizaje académico sino a sentirse dignos, útiles, efectivos colaboradores de la sociedad. Todo esto sin tener que gastar en edificios, ni aulas, sino utilizando tecnologías de la era moderna del transistor, de la TV, y aun de los computadores personales. Pocos gobiernos pueden jactarse de un milagro como este, realizado cuando todavía se desconocían las repercusiones de la Era de la Informática.
Gloria Chávez Vásquez es escritora y periodista.
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