Por Zoé Valdés.
Para que ese diálogo abierto con el mundo mencionado en la primera parte de esta serie de artículos pueda cumplirse de forma cabal, con veracidad y con un sentido justo deben apartarse de una vez las tretas de las posibles medidas venideras pendientes de dilucidar en congresos y de las jubilaciones de sus carcamales dirigentes; de hecho, el Partido Comunista tendría que desaparecer de una vez y por todas.
Una vez que esto sea un hecho factible y de facto a la par de esas soluciones reales debieran ir: la liberación de los presos políticos, aceptación y respeto de los derechos humanos, libertad de expresión y de manifestación. Habría que ir más lejos, luego de consumados estos anhelos necesarios por constituir derechos, Raúl Castro no sólo debiera jubilarse como se supone que haga este lunes en el Congreso del PCC, además debiera despojar de cargos políticos al resto de su familia, y dar paso a la instauración del pluripartidismo, sólo así tendría sentido que la Iglesia los perdone y hable entonces de desmantelamiento de un sistema y de apoyo a la reconstrucción de todo un país con el que hay que contar. Porque la Iglesia olvida que no se trata de responsar a los que no estemos de acuerdo con el perdón, borrón y cuenta nueva, sino que se trata de comprendernos, de entender nuestro dolor y sacrificio, y de ejercer la debida punición mediante la justicia a los que nos han destrozado las vidas y los sueños.
Aceptar la democracia estaría muy bien de su parte. El ejemplo de antiguos países del Este, ex comunistas, les asegura que nada tendrían que temer.
Sinceramente, no creo que Castro II esté preparado para ese tipo de proyecto, pues su propio modelo negó y niega este orden de posibilidades. La Iglesia debiera reconocerlo, por mucho que ahora estos marxistas sanguinarios se acerquen a ella tirando del perdón eclesiástico, que no es el mismo que el de Dios. En el perdón de Dios está la fe, que a ellos les ha faltado y de la que se han burlado desde siempre.
Otras interrogantes, que pudieran derivarse de las anteriores, con la vía castrista de por medio, sería la presunta propuesta (la vía disidente y del exilio): supongamos que Raúl Castro desaparezca por fin en un plazo relativamente corto de tiempo. ¿Estaría la oposición y el exilio capacitados para irrumpir en el plano internacional, en la alta política, sin la ideología única que conocen y les apisona el pensamiento? ¿Sin esa ideología de discursos demagógicos, sin esas manipulaciones politiqueras baratas? ¿Estaremos capacitados para organizarnos, garantizar la democracia plural sin populismos, avanzar hacia modelos de mercados en los que se respeten los derechos humanos que no esclavicen aún más a la población? ¿Quedarían ímpetus para la diversidad de ideas, prácticas libres del pensamiento, autenticidad de palabra, promesas leales y respetables con la población cubana que puedan ser puestos rigurosamente al servicio del desarrollo económico y político? ¿Cuánto durarán las secuelas psicológicas del castrismo, teniendo en cuenta que la mayor tortura ha sido la de la destrucción de la personalidad, y que esta tortura se ha aplicado con excesiva y eficiente sutilidad?
Nuestro país posee una historia, no sólo una historia social, no solamente tuvimos y tenemos “héroes de mil batallas”, hemos tenido grandes científicos, escritores, artistas, pensadores, genios en la economía, sabios empresarios, luminosos emprendedores, y una tradición republicana y democrática antes y después del cuartelazo de 1952, porque sabido es que Fulgencio Batista y Zaldívar convocó nuevamente a elecciones, malogradas, sí, todo sea dicho y recordado, por el terrorismo de los rebeldes revoltosos que triunfaron en 1959, quienes fueron los que destajaron de un golpe rotundo las vías democrática y republicana cubanas.
Me gustaría suponer que la mayoría de los cubanos estemos dispuestos a una transición pacífica, a un cambio rápido y radical con moderación e inteligencia. Lo que sí es seguro es que los que no están dispuestos son los mandantes y los “pactantes”, como los ha llamado Guillermo ‘Coco’ Fariñas. Cierto es que un cambio radical implicaría que habría que remodelarse la legislatura y la Constitución, porque nada puede ser posible en el sentido de la libertad y de la democracia republicana con las leyes y la constitución castristas vigentes. Y esa regulación es lo que quisieran evitar los que se han apoderado de Cuba desde hace más de medio siglo.
Sin embargo, soy de la opinión que los cubanos debieran sentirse dispuestos también a una liberación de corte brusco. Más vale rojo una vez que amarillo cien veces. Eternizarse en el amarillo ya sabemos lo que trae.
Hace un tiempo leí en un periódico -conservo el recorte- que se había permitido el derecho a la vivienda, ¿sin el estado? Me pregunté al tiempo que leía… ¿Todavía seguirán los cubanos comprando sus viviendas al 50 por ciento con el estado que se las decomisa cuando le da la gana? Al irme al exilio perdí dos apartamentos: el de mi madre y el mío. Los dos los pagué yo, y aunque a un precio módico relativamente, no me pertenecían al 100 por ciento. La prueba es que en aquel tiempo (1995) no pude venderlos porque el estado no lo consentía (al parecer eso ha variado), tampoco pude donárselos a un familiar, y mucho menos a un amigo. Para que en la Cuba futura la gente sienta que vive en libertad las leyes de propiedad privada deben ser reestructuradas. ¿Quién posee algo en Cuba de verdad? Nadie. Ni siquiera la entrega de parcelas de tierra a los campesinos significa nada. ¿Pueden esos campesinos vender libremente el producto de sus tierras? No, sólo al estado, quien a su vez le revende al pueblo, en calidad de intermediario y cuyos beneficios son apabullantes. ¿No merece que para que esto se acabe de una vez dejemos de ponernos amarillos una eternidad?
No pienso, como se ha dicho tantas veces, que los antiguos propietarios en el exilio regresen masivamente a Cuba con el ánimo de reclamar y de despojar a nadie de lo que les perteneció porque se lo ganaron con su trabajo, aunque ¿y por qué no? Hace algún tiempo también vi una película dirigida por el músico y compositor Michel Legrand, titulada ‘4 juin’, con relación a un día específico de la Liberación de Francia de la Ocupación alemana, en la historia un hombre regresaba a su casa abandonada después de huir de los nazis, y se encontraba la casa como mismo la dejó, entonces volvió a ocuparla porque era suya, era la casa familiar. ¿Por qué no pudieran acontecer hechos semejantes en Cuba? Los cubanos que fueron expropiados debieran reclamar todo a través de indemnizaciones y con intereses. Es su derecho. Además, lo que dejaron está casi todo en ruinas. De lo que quedó intacto, que es lo que precisamente cayó en manos de instituciones castristas, ah, eso sería ya otro cantar. Ahí sí debe de haber recuperación, y no sólo; ahí debe de haber remuneración de por vida a sus familiares y herederos. Mi abuela, hija de mambí, recibió del gobierno de Batista una pensión de por vida por haber sido hija de mambí, o sea, heredera de una gloria, lo que le fue arrebatado por el régimen de Fidel Castro en cuanto tomó el poder. Pues el castrismo ha sido una larga y espantosa guerra en contra de los cubanos, eso debiéramos también tomarlo en cuenta a la hora de replantearnos exigencias de nuestros derechos.
¿Acaso los que fueron expropiados, vandalizados, robados, no merecen una compensación razonable más allá de la justicia misma? Que pudiera ser viable mediante distintos métodos muy reales y posibles en el mundo actual.
Para que la sociedad cubana se entere, y sobre todo perciba el cambio radical, debe disfrutar no sólo de la mejoría, por encima de todo de la libertad. No solamente de una mejoría económica, caso de que la hubiere, al mismo nivel de un cambio social profundo. Nada más real para recuperar un correcto sistema de salud del que se beneficien todos que adoptar modelos de elección, como en el capitalismo, que los hay, existen, y son en numerosos casos, ejemplares.
En esa Cuba futura la palabra clave es Libertad. Liberar a los presos, liberar la economía, liberar la sociedad, eliminar tabúes concebidos desde una única ideología y no desde las ideas prolíferas. Lo primero, desde luego, es liberar el poder y entregarlo a los cubanos.
No existe ya nada que buscar en el pasado más reciente de naturaleza castrista, como no sea el aprendizaje, la experiencia nefasta de una concepción negada de la historia y de la humanidad; de lo malo también se aprende. Aportaría poco alimentar rencores y acudir a la venganza como liberación individual, pero no debemos olvidar lo que nos ocurrió, y que también el rencor y la venganza son formas justicieras humanas. Para vengarnos con vergüenza existen la justicia y los tribunales penales internacionales, como ha ocurrido con otros tiranos; pero con los tiranos de Cuba esos tribunales penales hasta ahora han hecho oídos sordos, han mirado hacia otro lado.
Sin la justicia no podríamos reconstruirnos moral y humanamente, tampoco económica, política y socialmente. Con venganza, un derecho, y con vergüenza, preferiblemente mediante la justicia, sí. De lo contrario no serviría de nada haberlo ni siquiera intentado.
(Continuará…)
Zoé Valdés es escritora y artista. Fundadora y Directora General de ZoePost.
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