Por El Yeyo.
Los cubanos hemos desarrollado a través de los años el maligno arte de opacar a todo lo que nos haga competencia. Puede que haya sido el haber nacido en una isla. Tal vez sea el haber crecido bajo el adoctrinamiento del ególatra Fidel Castro. Quizás sea genético.
Siempre se repite el mismo ciclo. Se es original, se brilla, y desde la cima, opacar a la competencia se convierte en la máxima del emprendimiento. Una vez que un artista, empresa o proyecto omite un trabajo anterior, deja de tener éxito. El miedo a perder lo logrado, saca lo peor de las pasiones, y van cayendo una espiral de conspiraciones que hace crecer la avidez de eliminar de cuajo todo rival. Y así, estos talentos descienden de oro a alpaca a la velocidad de la luz.
Se pensaba que este conflicto era producto de la envidia, y puede que esta sea una motivación importante, pero no, dado que opacar va mil pasos más allá de envidiar. Anular el sacrificio de otros es desaparecer vidas. Es destruir con la bota de ignorancia la grandeza. Es arrojar a la hoguera destructora del poco mérito obras completas. Es reducir a cenizas la humanidad.
La mayoría de los cubanos siempre quieren ser los primeros, antes de ellos no hubo: átomos, células, vida. El dictador Fidel Castro modificó la historia de Cuba para erigirse como el mesías de todos los cubanos y siguiendo sus pasos van los demás. Yo fui el primero, nadie habló de esto antes, o tú o yo. Y así, se va mal viviendo en una guerra absurda que va tirando todo a malo. El entrelazamiento cuántico de maldad de muchos cubanos es tan fuerte que no logran desarrollarse en ninguna parte.
No puede prosperar una sociedad si la mayoría de sus ciudadanos priorizan la aniquilación a la evolución.
El Yeyo es Ingeniero en Telecomunicaciones y Electrónica y Programador Web.
¡Excelente columna Yeyo!