Por Minervo L. Chil Siret.
“Mucha gente, especialmente la ignorante, desea castigarte por decir la verdad, por ser correcto, por ser tú. Nunca te disculpes por ser correcto, o por estar años delante de tu tiempo. Si estás en lo cierto y lo sabes, que hable tu razón. Incluso si eres una minoría de uno solo, la verdad sigue siendo la verdad.” – Mahatma Gandhi
Quienes están defendiendo públicamente la censura impuesta por los dueños de las principales compañías tecnológicas y de las redes sociales, dicen que se trata de empresas privadas, y que sus dueños tienen derecho a decidir con quiénes hacen negocios. Es curioso que gran parte de esos nuevos defensores de la empresa privada y su supuesto derecho de admisión sean precisamente los principales enemigos declarados de la empresa privada.
Por supuesto que los dueños de las empresas privadas tienen derecho a hacer negocios con quien mejor entiendan. Pero los dueños de una empresa hacen negocios con otros empresarios. Los clientes, consumidores o usuarios de sus productos o servicios no son precisamente sus socios de negocios. Si un restaurante, una tienda de ropas o una aerolínea le niegan el acceso a alguien por el color de su piel, o por su origen nacional, o por su orientación sexual, nadie defiende a sus dueños diciendo que se trata de una empresa privada y que tiene derecho a escoger a sus clientes, consumidores o usuarios. Por el contrario, se les denuncia y acusa de discriminación.
No se puede tapar el sol con un dedo. Las grandes compañías tecnológicas y las redes sociales, junto con los principales medios informativos, están actuando de manera coordinada como un cartel mafioso. Y como toda asociación gangsteril, el Cartel de las Grandes Tecnológicas persigue fundamentalmente dos objetivos. El primero, imponer su voluntad a como dé lugar, eliminando, amenazando, silenciando y discriminando a todo el que no se pliegue a sus designios. Y el segundo, eliminar la competencia.
Pero quizás están cometiendo un grave error de cálculo quienes piensen que son lo suficientemente poderosos como para imponerse pasando por encima de la libertad de las personas, sin tener que pagar un alto precio por ello. Creen equivocadamente que con sus decisiones de castigo intimidarán y silenciarán a quienes no aceptan su dictadura mediática y digital. Pero sólo están consiguiendo despertar a un gigante dormido porque toda acción injusta, represiva, discriminatoria y de censura siempre encuentra una reacción.
Medios informativos otrora respetados y de cierto prestigio, venidos a menos con cada vez menos credibilidad. Algunos, como CNN, incluso al borde de la bancarrota por su cada vez más escasa audiencia.
A las miles de cuentas suspendidas por Mark Zuckerberg en Facebook e Instagram, y por Jack Dorsey en Twitter, en su versión digital de la noche de los cristales rotos nazi, se le suman ahora las de muchísimas más personas que las están abandonando de motu propio, emigrando hacia otras redes sociales más respetuosas de la libertad de expresión. Al mismo tiempo que no pocos negocios retiran sus anuncios publicitarios de dichas redes. Y todos estos hechos a su vez provocan que su cotización en la Bolsa de Valores se desplome, como le ha sucedido principalmente a Twitter y a Facebook. Por su parte Amazon y Apple comienzan a ver también caídas en varios de sus productos y servicios.
Por otro lado vemos cómo otros comienzan a querer pagarles con la misma moneda. Un proveedor de Internet en Idaho bloquea a Facebook y Twitter de su servicio de Wi-Fi por quejas de sus usuarios que han visto sus cuentas en esas redes restringidas o suspendidas. Y en Florida un legislador estatal pide al Gobernador que el Estado deje de hacer negocios con Facebook, Twitter, Amazon, Google y Apple por haber bloqueado las cuentas del Presidente y silenciado a millones de residentes en la Florida. Nada, que donde las dan, las toman.
Los dueños de las grandes compañías tecnológicas y de las más conocidas redes sociales se creen todopoderosos y piensan que dependemos de ellos, y que por tanto pueden imponernos lo que les venga en ganas. Pero se les olvida que son ellos quienes nos necesitan a nosotros. Sin nosotros no existen, no son nada. Y así como ellos en su momento surgieron de la nada y se convirtieron en verdaderos imperios, otros, con más respeto por la libertad individual, podrán surgir, crecer y sobrepasarlos en la preferencia de la gente.
Minervo L. Chil Siret es miembro del Movimiento Cristiano Liberación.
Se recuerdan del escandalo de “analitica”? estos potentes sin pedirte permiso y violando la privacy vendian tus datos personales a la tal Analitica saben de ti hasta que tipo de papel higienico usas no solo que te ponen publicidad sin autorizacion en tu perfil pagina etc ademas de los usuarios “sponzorizados ” igualmente sin permiso, de mentirosos y fraudolentos te dicen que es gratis pero venden tu persona , te dicen que tienes libertad de expresion pero se comportan como editores se dicen independientes pero son un cartel politizado y para mas inri de izquierda marxista nisiquiera rosadita sino Stalinista largarse es poco
Pingback: ¿Derecho de admisión, o discriminación y censura? – – Zoé Valdés
De hecho, narcotraficantes y yihadistas se han quejado muchas veces por la censura, y se están pasando a Parler.