Por Víctor Fernández.
“Memorias del subdesarrollo”, de Tomás Gutiérrez Alea, estrenada en 1968, es una película con la que crecimos los cubanos -de mi generación-, como parte del programa de lavado de cerebro y adoctrinamiento de la dictadura castrista; digo crecimos porque la ponían cada tercer día, siguiendo la técnica propagandística de Goebbels. En mi caso tuve la desgracia de que funcionara al revés. La película trata de un hombre de clase media, de La Habana, elegante y bien vestido, de maneras muy educadas, que ve cómo todo a su alrededor va cambiando bajo el impacto social de la llegada del castrismo. La Habana de los 60´s, se llena de turbas que apoyan a la dictadura, llamarse Sra., Sr., darse las gracias, abrirse las puertas, y todas las convenciones sociales van desapareciendo, sustituidas por el colectivista “compañeros”. Como he dicho, siempre tuve la desgracia de verla al revés porque, lo que el director y la dictadura querían que viéramos como arcaico, decadente, y burgués, siempre lo vi como maravilloso (la educación, la estética, el refinamiento), y, al pueblo desatado en su “fervor socialista”, como el epítome de la degradación y la vulgaridad. Hoy sabemos que, como suele suceder, también esas turbas fueron manipuladas por el castrismo y sus intereses.
Esta película me marcó porque la cuestión: ¿Cómo se vive un proceso “revolucionario”; qué siente uno; cómo ve la vida en ese momento?, es algo que siempre me ha intrigado. Cosas tan nimias como la última corbata que compraste antes de que todo se acabara, la última librería a la que entraste antes de la “quema de libros”, o el último restaurante donde te llamaron Señor y te dijeron “Bienvenido” al llegar, se convirtieron en reliquias, recordadas con nostalgia por los mayores como “recuerdos un mundo mejor”. ¿Qué se siente cuando eres testigo de un mundo que está desapareciendo a tu alrededor? Desde niño me identifiqué con el protagonista de esa película pero, lo que antes era un eco distante del derrumbe, en este momento es un hecho dentro del cual ya estamos inmersos, en el que veremos el techo del edificio de nuestras vidas -como las conocemos y si no gustamos del proceso claro está- caer sobre nuestras cabezas y aplastarnos.
Siempre sospeché que Twitter, Facebook, Instagram, etc., eran meros instrumentos de clasificación y control de opiniones, y de sus autores, en manos de la ultraizquierda marxista-cultural para, llegado el momento, pasar a la acción. En no pocas ocasiones he sido censurado en esas plataformas por expresar pareceres políticos que nunca han sido machistas, racistas, homófobos, ni antireligiosos, pues son sensibilidades, y conductas, con los que no me identifico. Lo que era una sospecha, se convirtió poco a poco en algo constatable que ha hecho cima hace apenas dos días, con la censura y el bloqueo, en todas estas plataformas, de las cuentas del actual presidente de los USA, Donald Trump, y otras figuras de sensibilidad republicana. Ya no juegan más a fingir, han emergido de su crisálida en todo su esplendor dejando de ser elementos pasivos, para convertirse en activos censores que se han auto atribuido todo el derecho a establecer qué está bien, y qué no; qué es cierto, y qué no lo es; qué debe saber la gente, y qué no; son, en definitiva, la neo-Santa Inquisición del marxismo-cultural.
El antitrumpismo es una especie de religión que, de la fase larvaria de hace cuatro años, cuando aún Trump no se había sentado en la oficina oval, no había elementos de juicio pragmáticos, contrastables, ni materiales con que juzgarlo, fue creciendo como un virus de esos que infectan la célula replicando su carga genética, hasta llegar a convertirse en lo que ahora es. ¿Y qué es? En este momento es lo más parecido al proceso “revolucionario” que después de 1959 asoló Cuba, que se ha consolidado a lo largo de 62 años en: la dictadura militar en activo más longeva de Occidente, con su lógica consecuencia: un país arruinado económicamente, represión, persecución, y atropello de todos los incisos de la DDHH. Ese es el camino por el que “los altos poderes”, las plataformas de internet antes mencionadas, y casi todos los medios, nos han metido el carro.
Por comparación se puede hablar del “proceso obamista”, que solo fue interrumpido durante 4 años por alguien ajeno al establishment, Donald Trump. La fascinación por Obama fue tan emocional y desmedida, que es el primer presidente a quien le dan el Premio Nobel de la Paz por no haber hecho nada. Luego resultó ser el presidente de los USA que más guerras comenzó, más países bombardeó, más víctimas civiles provocó; como también es responsable del mayor número de extranjeros indocumentados deportados, amén de haber construido las infames jaulas para niños, más tarde injustamente atribuidas -sin pudor alguno- a Trump, y haber dejado la economía norteamericana como la dejó. Pero gustaba. Tenía un léxico docto, mejor dicción, y una esposa por cuya extraordinaria belleza, la clase intelectual de su sensibilidad ideológica -más el mundo de la moda- sintieron fascinación instantánea, y le dedicaron todas las portadas de las revistas durante ocho años. Hubo incluso periodistas e intelectuales españoles de marcada o supuesta militancia de derecha, que llegaron a escribir artículos ditirámbicos llamándolo “¡El presidente más elegante que han tenido los EEUU jamás!”; cosa realmente sorprendente habiendo tenido a Bill Clinton, Ronald Reagan, y otros que nunca fueron precisamente conocidos por su mal aspecto al vestir, ni al andar. Más sorprendente aun teniendo en cuenta la expresión corporal y gestual de Barak Obama quien, en términos cubanos, podría ser clasificada como el paradigma del “aguaje”. Si alguien quiere saber qué es aguaje, que camine por Centro Habana, y La Habana Vieja, y pregunte.
Lo realmente sorprendente en todo esto (la agresiva ola de represión y supresión de la Libertad de Expresión que están llevando a cabo todas las plataformas de internet contra Trump y sus seguidores), es que hasta intelectuales -supuestamente de derecha- que se precian y alardean de su amor por la Libertad de Expresión, y la Libertad en todos los sentidos (la Libertad solo tiene uno: es o no), gente que en su tarjeta de presentación pareciera tienen escrita la mítica frase “No estoy de acuerdo con lo que Ud. dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”, de Evelyn Beatrice Hall, están de plácemes por lo que ellos llaman “la vuelta de la libertad y la democracia”. Libertad y democracia que, al más puro estilo de la revolución francesa, la bolchevique, la cubana, y todas las demás, comienzan con un tsunami de represión en las redes. ¡Ver para creer! “Memorias del subdesarrollo” de vuelta, pero esta vez, como la dictadura castrista, llegó para quedarse.
Víctor Fernández es escenógrafo y director de escena, historiador de la ópera, galerista, y profesor de inglés.
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Muy bueno el artículo. En Algún momento los cubanos tendrán que hacer el recuento de esos años y tomar decisiones acerca de con qué se queda la nación como legado. A mí ya no me interesa Cuba, la siento como un calzoncillo cagado que hace tiempo me quité y he abandonado en algún sitio.
Qué buena imagen, adoré.
Yo también la vi “al revés “, Zoe. Pero el protagonista en la vida real se comió la picua completa. Corrieri siempre fue un testaferro
¡Gracias Reynaldo!
Como español conocedor del ambiente nazicomunista que disfrutamos ( sobre todo por lo que insinúa entre líneas, aún dejándose ver cada vez más lo que realmente quieren ) agradezco este fantástico artículo que me ha calado hasta la médula. No me queda claro lo del “aguaje”…
No sé. Allí donde los demás ven «el fin», yo veo algo que había comenzado IN MEDIAS RES.
Lo mejor está por venir.
El coronatimo ha generado nuestras propias memorias del subdesarrollo. Buen artículo, lo comparto en mis redes.