EDITO

Credibilidad vs Pachanga política de la oposición cubana

Papa Juan Pablo II y Oswaldo Payá 2002

Por Carlos Carballido

 

Históricamente todo líder opositor ha tenido que cumplir varias aptitudes o al menos una combinación de ellas: Cultura general, descencia moral y carisma de líder positivo. En Cuba, como casi siempre sucede, la nueva definición de oposición a la Tiranía son todas las antítesis posibles para poder calificar en el foco del escenario mediático.

 

A lo largo de los años, todo líder que militase en cualquier bando ideológico, al menos, contaba con la credibilidad en la tribuna y ello garantizaba la movilización a nivel mundial que podía llevar a los cambios sociales. A 90 millas de Miami, existe la creencia que estas premisas necesarias ya no funcionan. Y alegan que, como ganancia, se acapara la atención de esos cubanos regados por el mundo sin mucho esfuerzo pero que suelen dar likes a los programuchos de sus plataformas de streaming.

 

Lo ocurrido recientemente en el pretendido movimiento ¿opositor? San Isidro pone al descubierto un aspecto preocupante que distancia aún más las posibilidades de que Cuba algún día sea democráticamente libre.

 

La superposición de la Pachanga como nuevo concepto de lucha contra una Tiranía, por encima de la seriedad y la convicción moral que exige tamaña epopeya, es al parecer la nueva costumbre de los predios insulares. Una Pachanga muy parecida a aquellas que en los 60s y 70s, a golpe de tumbadoras, nos convocaban a cortar caña aunque fueras un pianista de la Sinfónica Nacional.

 

Hace unos años, la reconocida opositora María Elena Cruz Varela, señalaba en una entrevista para la Universidad de Miami, que uno de los aspectos que a nivel mundial captó la atención hacia el incipiente movimiento opositor dentro de la isla, fue precisamente un Proyecto como Criterio Alternativo que aglutinó a cubanos pensantes que objetivamente podían convencer al público de lo inservible del Castrismo. Varela, una de sus creadoras, afirmaba que en menos de lo que esperaban, el grupo comenzó a tener seguidores reales lo cual destapó lo que ella llama ” la Caja de los Truenos” por parte de la tiranía. El mundo empezaba, con cierto asombro, a fijar los ojos en esos movimientos que inteligentemente tuvieron la valentía de enfrentarse al régimen a golpe de neuronas.

 

Igualmente otros movimientos, como el Movimiento Cristiano Liberación y Estado de Sats, entre otros, también nacieron fortalecidos por contar con líderes, cultos, preparados y ante todo carismáticos en lo político y en su catadura moral. Líderes que podían convocar y convencer con conocimientos de causa.

 

Pero el cubano de mediados del siglo XX y sus descendientes han sufrido la peor de las metamorfosis cognitivas que los arrastran hacia un apetito voraz por encontrar líderes ruidosos, faranduleros y contestatarios en sentido inverso. Conciente o inconscientemente, esta mentalidad aldeana y meretriz hace un favor sustancial a la propia dictadura que se encarga de fabricar esta otra oposición oportunista para silenciar a los que, como Oswaldo Payá Sardiñas, oscar Elías Biscet, Antonio Rodiles, Eduardo Cardet, y hasta la propia Maria Elena Cruz Varela, han dejado una muy seria impronta en el historial opositor cubano. Ellos mismos son la confirmación de una regla invariable: para el Castrismo y sus lacayos represores o agoreros de las redes sociales, los que hacen Oposición objetiva e inteligente o bien se les asesina o se les condena al destierro moral dentro o fuera de la isla.

 

El Performance en la política puede ser provechoso cuando es inteligente. Desde sus primeros atisbos hace casi 100 años paralelamente con el Dadaísmo, fue una manera expresiva para luchar localmente, de manera muy pacífica y personal, contra gobiernos e Instituciones. Pero cuando hablamos de una tiranía como la castrista, calculadora y criminal, está expresión artística o visual, cae en descrédito porque no hay forma humana que arrastre a las multitudes cubanas necesarias para un cambio pero que, por desgracia, padecen de una incultura política e histórica de proporciones bíblicas.

 

Lo que ha sucedido con el Mov. San Isidro es eso. Un cúmulo de performances microfraccionarios cuyo fin ha sido captar la atención mediática de Miami y pantanos adyacentes y que, como comodín del castrismo, silencia cada vez más a la oposición real y comprometida con el cambio genuino en una Cuba sin el Castrismo como ideología represora.

 

San Isidro, al final del show se resumió en una función cabaretera “para evitar martirológios”, en una apuesta por el diálogo y la inclusión usando como métodos armas tan potentes como los juguetes sexuales o las risotadas en medio de una supuesta huelga de hambre colectiva. Nadie en su sano juicio puede tomar esto en serio. Mucho menos acaparar la atención mundial o de Instituciones que apoyen la lucha por los Derechos Humanos. La política internacional y el respaldo que se le podría ofrecer a la oposición cubana demanda, por encima de todo, inteligencia y arte del carisma pero en su sentido menos burlesco. San Isidro ni sabe -y apuesto- que ni lograrlo a pesar del entusiasmo-, por momentos patológicos que se evidencia más allá del charco caribeño.

 

La nueva y digamos, moderna oposición en Cuba se ha degenerado de líderes responsables a fantoches exhibicionistas y comediantes sin línea recta y llenos de ambigüedades.

 

Imaginar a un José Martí, o a un Máximo Gómez y hasta por qué no, a un Rubén Martínez Villena o un Antonio Guiteras enterrándose una bandera en sus nalgas o blandiendo un dildo para aglutinar los seguidores necesarios para sus causas, es totalmente imposible. Como también lo es imaginar a un Jorge Mas Canosa, Lech Walesa o a un Valclav Havel recurriendo a esas argucias pedestres para llamar la atención de la chusma y desviar la importancia demoledora que representaron sus movimientos políticos.

 

El mundo ha cambiado pero la decencia y el decoro que debe tipificar a los líderes y movimientos opositores siguen siendo los mismos.

 

Reducir las armas ideológicas que se necesitan para un cambio en Cuba, a performances baratos de contenido sexual y a los dildos suena más a una acción distractiva que a un medio eficaz para el éxito. Por si no se acuerdan, los dildos eran ya un furor social cuando en 1880 médicos ingleses le imprimieron vibración para tratamientos de ansiedad. Pero para jugar a la política son inservibles como lo el show mediático que desde su inicio ya se sabía cómo iba a ser sofocado.

 

Los líderes verdaderos, en cambio, sólo apelan a la preparación política y al carisma, al convencimiento público a través del debate o el análisis. Y esto definitivamente es lo que falta en esos pretendidos movimientos “urbanos” que al final terminan en más de lo mismo. De un lado la dictadura riéndose y del otro los decepcionados por haber comido de lo que pica el pollo al darles entusiasmo en las redes. 61 años de tiranía y seguiremos contando con este panorama vulgar y esas ansias de ver líderes hasta en un frasco de pintura roja sobre el busto de Martí.

 

Carlos Carballido es periodista, columnista y Vicedirector de ZoePost.

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5 Comments

  1. Félix Antonio R.G

    Genial texto del maestro Carlos Carballido…

  2. Lina Marrero

    Muy, pero muy bueno.
    Para todos aquellos neófitos politicos dentro de la isla y los que están en el “exilio”.
    Para los que creen que esto comenzó ayer.

  3. Cuba tiene un solo problema, los cubanos.

  4. Pingback: Credibilidad vs Pachanga política de la oposición cubana – – Zoé Valdés

  5. Antonio

    Si, los mismos cubanos (una parte) son el problema.

    Véase quienes fundaron el Movimiento San Isidro:

    “Entre los primeros integrantes del grupo estaba el artista Nonardo Perea, representante de la comunidad LGBTI, el poeta Abu Duyanah Tamayo, miembro de la comunidad musulmana en Cuba y el músico Sandor Pérez, de la comunidad rastafari. También había raperos, poetas, artistas plásticos, intelectuales”

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