Por Ray Luna.
Una ebria y pendenciera puñalada le abrió un tajo mortal. Nadie atinó a aplicarle un simple torniquete en la axila, nadie atinó a taponar el poderoso manantial de O negativa universal que brotaba bajo su brazo. El temor ante el contagio de VIH paraliza a todos los testigos. En una anochecida calle santaclareña su última concubina grita desesperada; al fin, un auto se compadece. Rumbo a la sala de urgencias su alma se extravía y ya nunca encuentra el camino de vuelta.
Es curioso cuán diminuto es el instante en que el mundo se acaba. «Not with a bang but with a whimper», diría T. S. Eliot.
Más o menos así feneció el poeta punk William Fabián Álvarez, líder de Eskoria del Odio. Un hombre que parecía tener la mística capacidad de sobrevivir a cualquier cosa: la viudez, la pobreza, un machetazo en la cabeza, una puñalada en el pulmón, la cárcel, Los Cocos, la represión política… el arte.
Más de tres mil gentes acompañaron su cuerpo hasta la fosa; todo esto, bajo la admonitoria y recelosa mirada de la Seguridad del Estado.
Martyr
La palabra mártir viene del griego y significa, literalmente, testigo. Del discurso forense griego pasó a la retórica cristiana. El mártir no era el inocente arrojado en el circo a merced de las fieras —sacrificándose por la Fé—, sino aquel que estando a un paso de la muerte podía atestiguar la existencia de una última realidad, una más allá de este mundo.
Como ser humano, William Fabián tenía, naturalmente, habilidad para la maldad y también para la bondad. Su calvario fue , bien que mal, retratado en la película Azúcar amarga de León Ichaso. El personaje de Bobby, un joven vicioso y nihilista que se autoinocula el letal virus, le hace, a la verdad, poca justicia.
William Fabián, sin embargo, era en absoluto superficial. Con su muerte la negra bandera del anarcoindividualismo arrió definitivamente en Cuba. Fue gracias a él que entré en contacto con el mundo de las ideas radicales. Fue él quien por primera vez me habló de Kropotkin, Proudhon, Bakunin, Thoreau, & caetera. A través de sus canciones aprendimos a desconfiar del estado, el más grande agresor de la libertad individual. Para William Fabián el estado no era un «mal necesario», sino un «mal» a secas.
Como poeta fue testigo de la desesperación a que la «nada cotidiana» de los años No-venta empujaba a las juventudes de la nación. En su repertorio había una canción que resumía en una frase la frustración de aquellos muchachos “Yo, me cago en tu madre”. Un estribillo crudo, duro, que invita al público y al artista a abandonar de una vez y por todas la metáfora.
Doquier que la banda se presentaba los asistentes coreaban aquella suerte de eslogan, condensador, liberador, catártico, contra la insatisfacción plena.
El punto
Aquel viernes fui a ver, como muchos, como siempre, el ensayo de Eskoria. No sé por qué salió a colación el hecho de que sólo me faltaba un micrófono (pickup) para terminar de armar mi primera guitarra eléctrica. Sin pensarlo, William Fabián agarró su Jolana y le sacó uno de los micrófonos: «Toma, no necesito más que uno», me dijo muy serio.
Esa noche se presentaba Carlos Varela en el teatro La Caridad. Se me hacía tarde, así que redoblé el paso. Atravesando un Parque Vidal completamente vacío, lo encontré sentado, solo, en una banca. Le pregunté que sino pensaba entrar al teatro. Su respuesta fue seca: «Ese tipo es un punto». Por supuesto, le pedí que elaborase un poco más su afirmación. No puedo recordar exactamente cómo prosiguió la plática que sostuvimos, pero muchos años después de su muerte escribí Rock, mercado y dominación en Cuba, allí dije algo que tal vez sintetice mejor su «punto»:
Los artistas consiguen el éxito de dos maneras: usando medios políticos o medios económicos. Quienes recurren al primero, son aquellos artistas que florecen con la ayuda del estado y no merecen de nuestra parte demasiada atención. Sin embargo, me gustaría que usted se preguntase lo siguiente: ¿Por qué Síntesis es la única banda de rock profesional en Cuba y por qué giraba junto Carlos Varela quien a su vez tenía el apoyo de Silvio Rodríguez, o sea, de la Nomenclatura?
Movimiento San Isidro
Todos ustedes y yo hemos seguido minuto a minuto las noticias de la huelga de hambre que llevan a cabo dos artistas en La Habana, de la manifestación frente al ministerio de cultura. No hace falta que les diga a qué se debe su fracaso. Ustedes y yo sabemos que desde el propio momento en que figuras de la cultura oficial como Perugorría o Varela comenzaron a «solidarizarse» con el «espontáneo» revuelo, todo se iría a la mierda.
Ahora queda la duda de si todo es parte del cambio fraude o si su supuesto apoyo al Movimiento —que nada movió— tuvo como objeto manchar de revolución la blanca ilusión de la juventud cubana, una vez más.
Por lo pronto a la hipocresía, a clichés como «¿Cuándo serán escuchados los nietos de Guillermo Tell?» hay que responder con William Fabián «Yo…»
Ray Luna es filólogo y bloguero reaccionario
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Gloria eterna a nuestros frikis y punkis asesinados por la tiranía Castrista…🤘🇨🇺🤘
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No conocí en Cuba, ningún anarquista verdadero, que no per4diwera la vida en algún accidente o dentro de las prisiones.
Todos los anarquistas reales cubanos, no agentes secretos del G-2 haciéndose pasar como tales, de alguna forma u otra murieron accidentalmente o dentro de la cárcel.
se me desborda el corazon de dolor por tantas injusticias y el mundo sigue ajeno al holocausto del pueblo cubano, ajenos al exterminio lento y aplastante de una vieja sociedad para crear una nueva, el supuesto hombre nuevo entre comillas , un sistema demoniaco salido de las profundidades infernales del mismo infierno
Gracias por las verdades todas.