Por Gloria Chávez Vásquez.
“Miren a Hitler o a Stalin, a Mao y a Castro. Si, censuraban las opiniones que no les gustaban, pero eso no quería decir que tuvieran malas intenciones o que fueran a activar políticas que resultaran en la muerte de millones de personas. Probablemente estaban tratando de facilitar una conversación publica saludable, que no es lo mismo que prohibir opiniones que no les gustara.”
Parag Agrawal, director ejecutivo de Twitter.
No. No es la respuesta de un miembro del politburó, del KGB o del partido comunista chino. Es la de uno de los miembros del cartel del Big Tech, reunidos durante una conferencia de prensa para acusar a Elon Musk de amenaza existencial. Tras escucharlos, los reporteros más avispados les cuestionaron, sin embargo, el por qué están amordazando la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de pensamiento, y, en fin, coartando las libertades y derechos del mundo libre.
Fue muy obvio en sus respuestas, que los gigantes de las redes y plataformas sociales no han tocado un libro de historia en su vida.
Y es que algunos de ellos, como el arrogante Mark Zuckerberg, se hicieron a ese poder con el dinero de sus progenitores, comprando y aplastando a los verdaderos inventores. Ahora estamos totalmente en sus manos. Y no es solo alarmante su ignorancia, sino su visión de un futuro incierto y verdaderamente oscuro. No sabemos si están copiando las distopias de la literatura de ficción o del cine o que esas novelas y el cine predijeron el desastre. Quizás su inspiración haya sido más bien, películas como Goodfellas.
“Es muy doloroso que la gente no vea el gran servicio público que les estamos haciendo al asegurarnos que nunca lean las opiniones que no nos gustan. Opiniones como esas no deberían existir, así que en realidad les estamos ayudando al prevenir que vean esas horribles opiniones. Y mientras lo hacemos estamos protegiendo a la gente que se podría sentir herida con el lenguaje de odio el cual, por supuesto, está definido como lenguaje que odiamos.”
Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Facebook.
Es ya muy evidente para los usuarios que Twitter, Facebook, y YouTube, y más solapadamente Amazon, Apple, y Google censuran de mala manera en nombre de una ideología y de un partido político que parece, los amenaza, los manipula o los tiene chantajeados. O hacen lo que se les diga o pierden su asqueroso monopolio. No que los tecno titanes no estén disfrutando la macro censura como dioses del olimpo digital.
Durante más de dos años, los tecnócratas salvajes han ocultado maliciosamente cualquier dato sobre el COVID y etiquetan de desinformación a las personas que cuestionan la necesidad del encierro, la inefectividad de las máscaras, las propuestas de terapias alternativas, o que se atrevan a sugerir que la responsabilidad de todo ese caos es del gobierno chino y el Instituto de Virología de Wuhan o que cuelguen un meme de un títere o un payaso representando al zar de la pandemia, Anthony Fauci.
El Club Tecno no disimuló siquiera quién era su favorito para ganar las elecciones de 2020, donando millones, no para la campaña, sino para manipular el voto en contra de Trump; De paso encubrieron la noticia que podía haber puesto a su candidato en la cárcel: el contenido de la computadora de su hijo, Hunter Biden.
En una muestra de su ilimitado control y apadrinados por el poder en Washington, los tecnocómplices no solo expulsaron de redes y plataformas al entonces presidente de los Estados Unidos, y a miles de comentaristas que exponían la verdad de los hechos, sino que, como buenos matones, aplastaron a Parler, la plataforma que no se prestó a la censura. Como si fuera poco, permitieron que los políticos demócratas más radicales, se enseñorearan en sus plataformas, promoviendo la censura a sus oponentes republicanos.
La censura y la persecución política empezó de lleno cuando Donald Trump fue elegido presidente de los Estados Unidos. El evento activó la paranoia de las mafias corporativas y políticas alrededor del mundo. Pero antes que reconocer su propia responsabilidad, la de su inepto candidato y el desastroso legado de la administración de Obama, los radicalizados demócratas hicieron de Trump el chivo expiatorio con la entusiasta ayuda de los super ricos tecnócratas. El remedio al error fue potenciar la represión mediática y social contra la disidencia.
De este modo y a diario, la guillotina digital cae sin tregua y sin excusa sobre las cabezas del pensamiento, el ingenio y el sentido del humor de sus críticos conservadores
“la censura se ha impuesto solo por el bien de la gente; para evitar la desinformación y proteger a la gente de opiniones que no se deben permitir. Nunca he oído de censura que no se hace para proteger de corazón los intereses de la gente. No se hace porque la gente esté tratando de ser dictadores sino para prestar un servicio público impidiendo las opiniones que los asuste o que contradigan lo que la gente más poderosa de la tierra le estén diciendo. ¿Quién va a tener problema con eso?”
Susan Wojcicki. Directora ejecutiva de YouTube.
Cuando los reporteros con más sentido común les recordaron que en efecto, cada régimen totalitario se valió de la opresión y la censura, manejada por dictadores, muchos de los cuales mataron millones de sus compatriotas, se hizo demasiado evidente que los jefecitos de la red están tratando de reescribir la historia.
Como el admirador de los camaradas rojos que es, Parag Agrawal exhortó a los mamertos de Twitter a desafiar la amenaza existencial que representa Elon Musk, no como comprador de la plataforma, sino por exigir a Twitter que respete la libertad de expresión, so pena de una demanda judicial.
La ideología antiliberal y progresiva de los tecnócratas como Zuckerberg, causa pérdidas cuantiosas a los accionistas y desbarata la fibra social y moral que ha hecho de Estados Unidos el país más exitoso de la tierra. Pero, primero que sus intereses políticos priman los económicos. Esto los coloca entre la espada de los políticos de izquierda que les exigen más censura, y la pared de los de derecha que exigen el cese de la censura de una vez por todas. Los tecno multimillonarios deben hilar muy fino, para no causar el colapso en la comunicación de dos lados completamente opuestos.
Se esconden, además, detrás de la filantropía, para repartir dinero a manos llenas entre las organizaciones, los medios de comunicación y los partidos políticos afines a su ideología de izquierda. La afirmación de que estos filántropos trabajan por el bien de la humanidad es totalmente ridícula.
Es inútil pedirle a la administración de Biden que combata el movimiento antiamericano de cancelar la cultura porque su misma administración la financia y la promueve. O que su gobierno haga más para cambiar o reformar el monopolio del Big Tech. Las reformas educativas implementadas por la izquierda demuestran que la ruta a seguir es la señalada por el comunismo internacional, casado ahora con el globalismo. Bien lo dice Elon Musk: Es más fácil ir a Marte que arreglar el sistema educativo”.
Tampoco hablemos de proteger los puntos de vista del individuo, detallados en la primera enmienda de la Constitución de este país, pero ignorados actualmente. Bastante deformada está la ética que orientaba los derechos de la raza, el color, la religión, el sexo el origen, la edad, la incapacidad, y la información genética. En resumen, la desenfrenada tecnocracia ha logrado avanzar de un solo golpe la cancelación de la cultura y la censura política convirtiendo las libertades y los derechos en cosa del pasado.
Gloria Chávez Vásquez es educadora, escritora y periodista.
magnifico articulo que le sugiero no ponga en las redes sociales porque con
tantas verdades contundentes como minimo la llevarian al purgatorio, estos personajes todos con caras de anormales y esquizoides si como no pueden solos censurar el planeta, se han hecho pais por pais, ciudades por ciudades de los asi llamados Fact checkers los cuales vienen mal pagados y por eso los apodan centaveros, es una agresion a las libertades y una coaccion al pensamiento y no conformes con las redes sociales ahora van por las radios y la tv , lo que hay que ver y oir