Por Hermann Tertsch.
Sí, es cierto que «Occidente» prometió a Moscú que no habría ampliación de la OTAN hacia el este. Es de lo poco cierto que se oye procedente de Moscú y sus muy variopintos propagandistas en Occidente. Es el argumento estrella con el que estos pretenden justificar el asalto a sangre y fuego sobre Ucrania. Una promesa verbal de dos ministros de Exteriores, el alemán y el norteamericano, cuando se negociaba la reunificación alemana. Consideran mucho más importante esa promesa verbal que los compromisos solemnes y por escrito de Moscú de respetar a Ucrania en sus fronteras reconocidas de 1991, incluidas, por supuesto, las provincias del Donbass y Crimea. Moscú firmó su respeto y garantía a esas fronteras repetidas veces. La más notoria y explícita está en el Memorándum de Budapest de 1994, por el cual Ucrania entregaba a Rusia todas sus armas nucleares a cambio precisamente de esas plenas garantías al respeto de las fronteras, violadas primero en el Donbass, después en Crimea y ahora en toda Ucrania.
Sí es, por tanto, cierto que se prometió que no habría ampliación al este. Pero no fue la OTAN ni, por supuesto, los países afectados que pronto harían cola para hacer presión para entrar en la OTAN porque llevan siglos viviendo y sobreviviendo junto a su vecino. Quienes viven cerca de rusos y alemanes quieren garantías porque tienen memoria. La promesa verbal de que no habría expansión la hicieron por tanto dos individuos muy importantes, pero sin poder para formularla y mantenerla. Fueron Hans-Dietrich Genscher y James Baker, ministro de exteriores de la RFA y Secretario de Estado de EEUU respectivamente. Y fue en el marco de la negociación de los 2+4 sobre la reunificación alemana. Moscú había pretendido inicialmente que la RDA no podría entrar en la OTAN. Eso ponía a Helmut Kohl ante el inaceptable dilema de tener que elegir entre una neutralidad de la nueva Alemania y la renuncia a la reunificación. Finalmente, se aceptó que la Alemania unificada, es decir, con la RDA, quedara en la OTAN a cambio de esa promesa no escrita de que ningún otro país del este entraría en la Alianza Atlántica.
No está escrita, porque no podrían haberla escrito ni unos ni otros, ya que desde la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) de Helsinki en 1975, y aunque entonces fuera solo pura teoría porque el Pacto de Varsovia era un pacto impuesto por la fuerza del Ejército Rojo, se establecía el derecho soberano de los estados a elegir alianza. Y en la Carta de París que se firma en la gran cumbre de cierre de la Guerra Fría del 19 al 21 de noviembre de 1990 en París y en la cual yo estuve presente y cubrí para un periódico español entonces muy importante, se establece por escrito el derecho de cada país a elegir alianzas. «Finalizada la división de Europa, nos esforzaremos por conferir una nueva calidad a nuestras relaciones de seguridad respetando plenamente la libertad de cada uno de elegir en esta materia». Eso es todo lo que se dice sobre los bloques con los que todos los participantes [Moscú también] firman allí el compromiso de respetar la voluntad soberana de todos los estados de integrarse en las estructuras de seguridad o alianza que mejor responda a sus intereses. El hecho de que en aquella cumbre solamente de armonía sin precedentes aun existiera la URSS y, por tanto, no era firmante Ucrania, no merma en absoluto el compromiso de Rusia con lo firmado.
Nadie podía, por tanto, negar a Polonia, Hungría, Rumanía o Bulgaria y, tras la disolución de la URSS, a los países bálticos, su derecho a buscar refugio en una alianza como la OTAN. Y es obvio que los geográficamente más cercanos a Rusia buscaron refugio en la OTAN por miedo a que, tras los tiempos de armonía y bonanza, llegaran de nuevo brisas frías en la historia como todos los viejos pueblos de la región saben ley de vida. Todos quisieron protegerse en tiempos amables porque sabían que volverían los que no lo serían. Así, no fue la OTAN la que avanzó hacia el este. Es más, los miembros viejos y especialmente Alemania y EEUU no tenían ninguna prisa en ello y si cierta pereza por costos y complicaciones en la integración que siempre requería esfuerzo. Pero la presión de los países de Mitteleuropa, el Báltico y Balcanes orientales, tan escarmentados todos por la historia, era constante y, como muchos recuerdan, atosigante en su impaciencia. Todos temían en un futuro precisamente lo que está pasando. Y muchos de ellos están seguros de que si no les ha pasado antes nada es porque están donde están, es decir, en la OTAN.
Putin les ha dado ahora toda la razón a estos países que con sus muy razonable miedos y ansias de protección obligaron a la OTAN a esa ampliación hacia el este. En 1997, la firma del protocolo de Rusia y la OTAN ya asumía plenamente y sin objeción alguna por Moscú la ampliación de la OTAN. «La OTAN y Rusia han arrinconado la guerra fría. Inauguraron ayer una nueva era para la seguridad europea y mundial basada en la cooperación. El secretario general de la Alianza, Javier Solana, y el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Yevgueni Primakov, acordaron en Moscú el texto de un Acta fundacional de cooperación mutua, en una dura negociación en la que participó el presidente Borís Yeltsin. El acta abre la vía a la ampliación sin conflictos. Se firmará el próximo día 27 en París. Y asegura el éxito de la cumbre de Madrid que acogerá en la OTAN a ex miembros del Pacto de Varsovia«, rezaba la crónica de Xavier Vidal-Folch en El País.
No fue hasta el 2008, ya con Putin de jefe supremo, cuando la demanda de Georgia y Ucrania de entrar en la Alianza provoca los primeros enfrentamientos y el comienzo de la estrategia rusa de ocupar regiones de los estados soberanos con apoyo del ejército ruso para desgajarlas del poder de dichos estados y extremar la coacción y el chantaje. Este proceso se abre con Abjasia y Osetia en Georgia y con Lugansk y Donetsk en Ucrania y Transnistria en Moldavia. Estas regiones separatistas son claves para entender la estrategia a largo plazo de Vladimir Putin en la desestabilización de los estados surgidos de la URSS para iniciar una nueva ofensiva para la reconstrucción del espacio soviético, esta vez por las vías de las armas. Porque las otras formas culminaron en el fracaso rotundo del Euromaidán, eso que la narrativa de Moscú ha convertido en un golpe y en realidad fue un levantamiento popular con el posterior apoyo del Parlamento para evitar que el presidente Yanukovich diera ese golpe que devolvía a Ucrania a la hegemonía de Moscú. (…)
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El pigmeo eslavo Putin, es quien ha traspasado todas las lineas rojas, poniendo al día de hoy al planeta a las puertas de una Tercera Guerra Mundial. El actual primer ministro de Israel Naftali Bennet se reunió con Putin en Moscú para mediar en la guerra de Ucrania, esperemos que para hablar de La Paz y no de oscuros intereses financieros. Asimismo, Bennet mantuvo el miércoles conversaciones telefónicas con Volodimir Zelenski, es decir, el presidente ucraniano. Todos sabemos del poder de la inteligencia israelita Mossad y los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Inglaterra. Se supone que los sesudos analistas de inteligencia, estarán estudiando diversos planes, estrategias… por el bien del planeta y de la especie humana.
En mi opinión, la vida más rápida es capturar, eliminar a Putin y su guardia pretoriana, y juzgarlos por la Corte Internacional por crímenes contra la Humanidad e imponer como forma de gobierno una República parlamentaria, multipartidista y respetuosa con los derechos humanos.
El mojón enano mongolo Vladimir Putin, es un tirano de la peor calaña, similar a Adolf Hitler o Stalin. En estos días se ha podido ver por todos los noticieros como este tirano psicópata asesino ha traspasado todas las lineas rojas pasandose por el forro todos los tratados humanitarios, bombardeando, tiroteando, exterminando a la indefensa población ucraniana, incluidas mujeres, ancianos y niños.
Felicidades, excelente análisis y síntesis. Propio toda la hipocresía, manipulación y total falta de respeto por observar las normas del derecho internacional y de los acuerdos suscritos ha sido la violación del Memorándum de Budapest por parte de Rusia-Putín. Por desgracia, Occidente, en especial USA y UK, por sus intereses particulares disfrazados de mayor control sobre armamento nuclear de ex Repúblicas Soviéticas (cosa que no hicieron con Bielorrusia) presionaron a Ucrania a despojarse de su arsenal nuclear bajo el compromiso de USA, UK y Rusia que siempre se respetaría la soberanía e integridad territorial de Ucrania y se brindaría seguridad ante cualquier intento de ataque contra la misma. Ahora casi 28 años después de la firma y ejecución de ese Memorándum, Ucrania está pagando muy caro su ingenuidad y exceso de confianza en USA, UK y Rusia, garantes del mismo. En el artículo además se hace un análisis y descripción certera sobre el resto de la estrategia de Putin desde hace buen tiempo: desestabilizar, ocupar y anexarse territorios, y usar reiteradamente el uso de la fuerza y el chantaje nuclear. Nada justifica la vil y sanguinaria agresión de Rusia contra Ucrania.
Excelente su comentario, muchas gracias.
Gracias por la leccion de historia y enseñar la realidad y ka verdad de la traicion a todos los tratados intenacionales, Viva Ucrania y su pueblo, Gracias una vez mas