Por Padre Alberto Reyes.
Evangelio: Mateo 1, 18-24
A las puertas de la Navidad, la liturgia nos propone un evangelio en el cual, por dos veces casi seguidas, el evangelista recalca el hecho de que María concibió por obra del Espíritu Santo. Su interés no es resaltar la virginidad ni la pureza de María. Su intención es afirmar, sin lugar a dudas, que Dios es capaz de hacer lo que puede parecer imposible.
Y ese Dios capaz de hacer lo imposible es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Ninguna otra religión
tiene esta imagen de Dios: un Dios que nos ha amado tanto, que “ha puesto su tienda entre nosotros”.
Necesitamos la fe en el Emmanuel, porque son muchas las cimas que nos llaman a escalarlas, y son muchas las voces que nos desaniman.
Cuba necesita hoy más que nunca la fe en el Emmanuel, porque lo peor de nuestro momento histórico no es la falta de medios, de comida, de medicinas, de electricidad…, lo peor de nuestro momento no es ni siquiera la falta de libertad, el miedo omnipresente, la falta de oportunidades… Lo peor de nuestro
momento es la creencia de que nuestra situación es inamovible, la convicción de que Cuba no cambiará
nunca, de que el sistema que nos oprime está tan enraizado en nuestra tierra que nada ni nadie podrá hacer
que desaparezca para siempre.
Es verdad que, si nada escapa al control de Dios, es difícil comprender la razón por la que Dios ha
permitido durante estos años tanto sufrimiento, tanta destrucción, tanta miseria. Pero ninguno de los testigos
oculares de la crucifixión entendió en ese momento el por qué del sufrimiento del Hijo de Dios, nadie
entendió que en medio de tanto dolor se estaba redimiendo la humanidad.
José, el hijo de Jacob, no entendió por qué sus hermanos lo vendieron como esclavo, por qué perdió la libertad, por qué lo calumniaron y lo
encarcelaron injustamente. Mientras sufría, no entendió que Dios estaba salvando a su pueblo a través de él.
Del mismo modo, ningún israelita deportado en Babilonia esperaba que así, de la noche a la mañana,
Ciro, rey de los persas, los liberara y les permitiera regresar a su tierra.
Los sufrimientos de los pueblos no son eternos. El sistema que durante más de 60 años ha oprimido a nuestro pueblo no es eterno. Las cadenas que hoy parecen tan firmemente fijadas no son eternas.
En esta Navidad, necesitamos como pueblo hacer un voto de confianza en favor de la esperanza, y en
que Dios, antes o después, hablará, y cuando Dios hable, las cadenas de este pueblo caerán.
Y mientras tanto, necesitamos acoger al Emmanuel, hacerle un pesebre en nuestra alma, para que nos
dé la fuerza que necesitamos cada día para saber vivir en medio de tanta dificultad, en medio de tanta precariedad. Y para que ahora y después, en esta Cuba hundida y en aquella que vendrá, sepamos vivir desde su Evangelio, siendo nosotros también un Emmanuel que lleve a todos y deje en ellos el sabor del Dios que camina a su lado.
Padre Alberto Reyes Pías nació en Florida, Camagüey. Estudió Psicología Pura en España, antes de entrar al Seminario estudió 3 años de Medicina (en Cuba), lo dejó para entrar en el Seminario. Párroco en Esmeralda, Camagüey.
En su voz:















