Por Zoé Valdés/ Diario Las Américas.
Al entrar al centro de arte neoyorquino, Ligthforms Art Center, que hoy exhibe la obra de Lydia Rubio, la atmósfera se transforma: el aire pareciera sobrecargado de presagios, de mapas por descifrar y de aventuras que sólo la pintura puede prometer, de rumbos con sus embarcaciones pendientes en un tiempo incierto. Rubio, cubanoamericana de mirada inquisitiva, despliega ante nosotros un cosmos propio, uno donde las fronteras entre realidad, imaginación y memoria se desvanecen. Si alguien merece el epíteto de la «Julio Verne de la pintura» -Gustavo Valdés dixit-, es Lydia, y esta exposición en Nueva York, más que una retrospectiva, es una invitación a embarcarse en un viaje sin retorno por los abismos y escurrirse entre los aleros de la creatividad.
Nacida en Cuba y marcada por el éxodo, por el exilio puro y duro, Rubio cartografía el destierro en cada trazo. Su formación académica abarca arquitectura, diseño y artes visuales, siempre con la brújula apuntando hacia el norte de la invención. Nueva York, Miami y otros puertos de llegada han sido estaciones en su itinerario, pero la travesía no termina: continúa en cada óleo, en cada lienzo que es testimonio y testigo. La artista no es una náufraga, sino una exploradora del espacio pictórico, una constructora de mundos posibles donde la isla nunca se va del todo, y la memoria se disfraza de luz y sombra mediante trazos orgánicos y quiméricos.

Rubio y Verne comparten el don de la cartografía fantástica. Verne navegó mares imposibles, descendió al centro de la Tierra y viajó en globo a territorios desconocidos; Rubio, en cambio, explora paisajes mentales y emocionales, imagina e inventa geografías íntimas y propone rutas que sólo existen en la mente y la mirada. Su país es la imaginación, su pasaporte ella misma cual velero. Sus cuadros son mapas, diarios de expedición, bitácoras de lo invisible. Como Verne, Rubio narra, inventa, desafía la lógica y nos invita a ser cómplices del viaje, sus obras son relatos visuales donde el espectador es aventurero y testigo a la vez…
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Obra: «Half Moon Cay», 1995, de Lydia Rubio.















