Por Carlos M. Estefanía.
Vivir en el exilio no significa habitar un vacío; implica observar desde otra orilla y aprender a leer los paisajes ajenos como espejos de lo que algún día podría ser nuestra patria. Esta semana en Botkyrka, mientras los árboles se visten de rojo, naranja y dorado, comprendí que incluso en la caída de las hojas hay una enseñanza: la vida se renueva en cada desprendimiento, y las sociedades, como los bosques, deben aprender a soltar lo que ya no sirve para dar espacio a lo nuevo.
En mi municipio, Botkyrka, la modernización del viejo ayuntamiento me habló de respeto por la historia y al mismo tiempo de voluntad de progreso. Renovar sin borrar la memoria es un arte delicado, como sostener la vida entre manos envejecidas y jóvenes al mismo tiempo.
La empresa DeLaval, líder mundial en soluciones para la industria láctea, ha llevado a cabo una significativa inversión en la expansión y modernización de su finca experimental y centro de innovación, Hamra Gård, ubicada en Tumba, en el municipio de Botkyrka, cerca de Fittja. Esta inversión marca una nueva era en la innovación para la compañía, con un fuerte enfoque en el bienestar animal, la sostenibilidad y el desarrollo de tecnologías de vanguardia para la producción lechera.
La ambiciosa expansión, cuya primera palada se dio en agosto de 2022 y que ha sido inaugurada en septiembre de 2025, ha transformado a Hamra Gård en una de las fincas lecheras más avanzadas del mundo. El proyecto incluye la construcción de nuevos establos para vacas lecheras, terneros y novillas, lo que ha permitido aumentar la capacidad total de la finca a más de 1.000 animales.
El corazón de la inversión es un nuevo y avanzado establo para el Sistema de Ordeño Voluntario (VMS), equipado con la última tecnología de ordeño robótico de DeLaval. Este establo no solo mejora la eficiencia y el bienestar de las vacas, sino que también funciona como un centro de visitantes con áreas de observación, permitiendo a clientes e investigadores de todo el mundo conocer de primera mano las innovaciones de la empresa.
La inversión de la empresa DeLaval en Hamra Gård me recordó que la iniciativa privada puede ser un motor de desarrollo si se guía por la innovación y la ética: no basta crecer, hay que crecer con dignidad. Cuba necesitará, algún día, empresas y ciudadanos capaces de avanzar sin pisar los derechos de los demás.
El cuidado de la tercera edad en Botkyrka se convirtió en un foco de interés nacional esta semana con la visita de una figura clave del gobierno sueco. El martes, el municipio acogió a Anna Tenje, ministra de Personas Mayores y Seguridad Social del partido Moderado, quien desde 2022 forma parte del gabinete del primer ministro Ulf Kristersson. La ministra acudió personalmente al centro residencial Allégården con un objetivo claro: observar de primera mano el exitoso modelo de «embajadores lingüísticos», una iniciativa pionera de Botkyrka que ya está siendo reconocida como un ejemplo a seguir en todo el país.
Pero ¿qué son exactamente los «embajadores lingüísticos» (språkombud) y por qué han captado la atención del gobierno? Lejos de ser traductores externos, esta innovadora figura es un empleado del propio equipo de cuidado —como un auxiliar o cuidador— que recibe formación especializada para convertirse en un catalizador de la comunicación dentro de su lugar de trabajo. Su rol es actuar como un apoyo de colega a colega, fortaleciendo las habilidades lingüísticas de todo el equipo.
El impacto de esta figura es profundo y multifacético. Para el personal con sueco como segundo idioma, el embajador es un apoyo invaluable que ayuda con el vocabulario técnico del día a día, la redacción de informes y la confianza al hablar, fomentando un ambiente laboral más seguro y cohesionado. Esta mejora en la comunicación interna se traduce directamente en beneficios cruciales para los residentes: se minimizan los malentendidos en áreas críticas como la medicación o las necesidades diarias, garantizando un cuidado más preciso y digno, lo que eleva drásticamente la seguridad del paciente.
En definitiva, el programa que la ministra Tenje vino a estudiar no es simplemente un curso de idiomas, sino una inversión estratégica en el capital humano del sector. Al elevar la competencia comunicativa de todo el personal, Botkyrka demuestra cómo un apoyo focalizado puede transformarse directamente en lo que más importa: un cuidado de mayor calidad, más seguro y, sobre todo, más humano.

Esa misma calidez se reflejó en la energía de los jóvenes estudiantes que, en un inspirador acto de liderazgo, organizaron una jornada de juegos para los más pequeños, demostrando que el futuro del municipio está en buenas manos. Eso me hizo pensar en la Cuba que soñamos: un país donde los que llevan décadas de sacrificios y los que apenas comienzan su camino puedan encontrarse, aprender unos de otros y cuidar de los más vulnerables. Pero también vi contradicciones: muchas viviendas permanecen vacías mientras miles esperan por ellas. La abundancia y la escasez conviven, recordándonos que la justicia y la equidad no son automáticas; se deben cultivar día a día, como un jardín que requiere sol y cuidado constante.
Más allá de Botkyrka, Suecia enfrenta dilemas que atraviesan el alma de su sociedad. La historia de Rolf, un anciano que pidió a su hijo ayuda para morir, me ha conmovido y alarmado. Debo declararme contrario a la eutanasia: la vida humana es inviolable y ningún sistema de justicia o eficiencia económica puede poner precio a la existencia de los más frágiles. Temo que esta tragedia no sea un hecho aislado, sino el inicio de la apertura a la legalización de la muerte asistida en Suecia, un camino que, en nombre de la autonomía, podría empujar sutilmente a los ancianos, enfermos o vulnerables a tomar decisiones por presión social o económica. El otoño, con su luz tibia y melancólica, me recuerda que cada vida, como cada hoja que cae, tiene un valor irreemplazable, y que protegerla es nuestra obligación más sagrada.
El reacomodo político de Suecia y los debates sobre el Estado del bienestar nos enseñan que la democracia no es perfección, sino conversación, corrección y aprendizaje. En la economía, la tensión entre bancos y ciudadanos muestra que incluso en sociedades avanzadas hay quienes deben recordar que la justicia económica es tan importante como la política. Para Cuba, estas lecciones son claras: libertad política y justicia social deben caminar juntas; de lo contrario, ninguna democracia será auténtica.
El viraje sueco hacia la OTAN, las maniobras en Gotland, esa isla de catedrales y murallas medievales imponentes y la vigilancia del Báltico me hace ver que la seguridad también se construye con la decisión a veces inconsulta de los políticos, y que la neutralidad o la alianza no son dogmas, solo discursos, elecciones expuestas a la sabiduría o la imprudencia de los poderosos. Cuba, algún día, tendrá que decidir su lugar en el mundo con aún más sentido de responsabilidad y horizonte abierto que el de los suecos de este tiempo, creo.
Al final de esta semana, bajo los árboles encendidos de Botkyrka, siento que el otoño es una metáfora perfecta de la vida y de la historia. Las hojas caen, se descomponen y alimentan la tierra; el frío llega para preparar la primavera. Así también debe ser la Cuba que soñamos: capaz de desprenderse de lo que nos ata, de aprender de los errores, de transformar el dolor en esperanza, sin sacrificar la dignidad de los más vulnerables en nombre de la eficiencia o la comodidad.
Como hombre alejado de su tierra por más de tres décadas y sin retorno alguno, escribo estas líneas para mis compatriotas, convencido de que cada cubano en la diáspora debe contar lo que ve, con sus luces y sombras, para que algún día podamos construir juntos una nación donde la dignidad humana sea la brújula que guíe todas las decisiones. Hoy lo hago bajo los árboles encendidos del otoño sueco, que con su belleza efímera me recuerdan que todo cambio es posible y necesario. Algún día, cuando llegue el momento de reconstruir la nación, sabremos qué ejemplos seguir y qué errores evitar. Esa será nuestra mayor contribución a la Cuba que soñamos: un país que, como el bosque en otoño, sepa desprenderse de lo viejo para abrir camino a una primavera de dignidad y libertad, y que jamás ponga en juego la vida de los más vulnerables.
Carlos M. Estefanía es un disidente cubano radicado en Suecia.