EDITO

ED. Asesinatos de blancos en Estados Unidos: las historias de Iryna Zarutska y Charles Kirk

Por Zoé Valdés/El Debate.

En los últimos años, el debate sobre la violencia y los asesinatos en Estados Unidos ha cobrado gran relevancia tanto en los medios como en la opinión pública. Dentro de este contexto, los asesinatos de personas blancas suelen ser motivo de polémica, especialmente cuando se entrelazan con componentes raciales, políticos o migratorios. Este artículo explora el tema a través de dos figuras simbólicas: Iryna Zarutska, una joven ucraniana exiliada, y Charles Kirk, un joven activista, influencer, escritor, conservador, quien herido de gravedad mientras impartía una conferencia en el campus de una universidad norteamericana ha sucumbido al disparo en el cuello que recibió. A través de sus historias, pretendo reflexionar sobre la complejidad social, política y mediática que envuelve este fenómeno.

Estados Unidos es un país con altos índices de violencia armada y homicidios en comparación con otras naciones desarrolladas. Según datos oficiales, los asesinatos afectan a personas de todos los orígenes étnicos, aunque la forma en que los medios y la sociedad perciben y abordan estos crímenes varía según la raza –origen– de las víctimas y los agresores, así como el trasfondo político de los involucrados. En estos momentos los blancos son la diana principal de la mayor violencia.

Iryna Zarutska representa a miles de inmigrantes que llegan a Estados Unidosbuscando un futuro mejor al huir de una guerra. Las historias de inmigrantes europeos suelen recibir menos atención mediática cuando son víctimas de violencia, en comparación con otros grupos. Sin embargo, estos casos evidencian que la inseguridad afecta a todos, sin distinción de origen. La historia de Iryna, una joven ucraniana que pierde la vida trágicamente, asesinada por un negro delincuente juzgado en catorce ocasiones y liberado por una jueza negra, en territorio estadounidense, pone en relieve la vulnerabilidad de los recién llegados y las dificultades que enfrentan –pese a su deseo y buena conducta– para integrarse a una sociedad marcada por la polarización y la violencia. Hago hincapié en los colores de la piel, porque el asesino cuando terminó de sangrar a Iryna manifestó satisfecho que: «Me he echado a una blanca». Los negros en Estados Unidos no tienen reparos en usar el color de la piel para discriminar a los «blancos», a los «amarillos» (asiáticos), etcétera…

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