Cultura/Educación

Kingsajz: sátira a tamaño real desde el subsuelo del comunismo polaco

Por Carlos Manuel Estefanía.

A fines de los años ochenta, en una Cuba que empezaba a experimentar los efectos indirectos de la perestroika soviética, tuve la oportunidad de ver una película polaca inusual. Fue gracias al relajamiento —selectivo, pero real— de la censura nacional, que películas antes impensables comenzaron a colarse en los circuitos del ICAIC. En ese contexto vi, si mal no recuerdo en la  sala del cine Chaplin, una comedia polaca, fantástica, en la que unos enanitos vivían bajo tierra y algunos de ellos lograban escapar a la superficie gracias a una pócima mágica que los hacía crecer.

Olvidé su título, pero jamás la historia. Años después, ya en Suecia y en contacto con inmigrantes polacos, recuperé la memoria. Indagando sobre aquella trama surrealista, volví a dar con su nombre: Kingsajz (título original en polaco, una deformación fonética de King Size, es decir, «Tamaño Rey»). Con él, accedí a toda la información que ahora comparto sobre una de las sátiras más audaces realizadas en vida del comunismo europeo, justo en vísperas de su caída.

Un mundo subterráneo hecho a medida del autoritarismo

Kingsajz, dirigida por Juliusz Machulski en 1987 y estrenada en 1988, es una comedia de ciencia ficción, fantasía y aventura que combina humor absurdo con crítica política. La acción se desarrolla en la Polonia comunista tardía y en un reino ficticio subterráneo llamado Szuflandia («Tierra de los Cajones»), escondido bajo el Instituto de Investigaciones del Cuaternario. Allí viven los krasnoludki, pequeños duendes sometidos al mando tiránico del dictador Nadszyszkownik Kilkujadek, quien ejerce un control absoluto y prohíbe el acceso a una fórmula mágica conocida como kingsajz.

Esta poción permite a los enanitos alcanzar el tamaño humano y, con ello, escapar al mundo de la superficie, donde hay libertad, mujeres y otros placeres. El protagonista, Adaś Haps (interpretado por Grzegorz Heromiński), un alquimista disidente, logra fabricar el elixir por su cuenta, lo que amenaza el orden establecido por Kilkujadek. El régimen envía entonces a sus agentes a capturarlo y evitar que otros tengan acceso a la fórmula liberadora.

En su huida, Adaś recibe la ayuda de su amigo Olo Jedlina (Jacek Chmielnik), quien ya vive en el mundo humano gracias al kingsajz, y de Ala (Katarzyna Figura), una diseñadora de moda hija de un krasnoludek. A lo largo de la historia, ambos lo ayudan a evadir a los represores y lo acompañan en su lucha por la emancipación. En el clímax, Olo regresa a Szuflandia para rescatar a su amigo y, tras enfrentarse a los secuaces del régimen, todos logran salir.

El giro final: una libertad en miniatura

La película culmina con una escena que, en su aparente simpleza, encierra una de las críticas más profundas y premonitorias del film. Los protagonistas, ya transformados en humanos, se ven viajando en un tren… que pronto descubrimos es una maqueta de juguete. Un niño gigante juega con ellos sin saber que estos “humanos” alguna vez fueron enanos que escaparon del autoritarismo. Es una vuelta de tuerca tan sutil como demoledora.

Ese desenlace insinúa que el mundo “libre” no es necesariamente sinónimo de completa libertad. Que en esta nueva dimensión —la de la Europa postcomunista— nuevos poderes han sustituido al viejo poder comunista, y que el ciudadano, si bien en otro entorno, ha vuelto a convertirse en un enano, atrapado ahora en estructuras de control más sofisticadas, disfrazadas de democracia, consumo o integración supranacional. La ilusión de haber crecido es desmentida por la realidad: seguimos siendo piezas en un juego cuyo tablero nos es ajeno.

Una sátira del comunismo… y algo más

La película funciona como una alegoría feroz del comunismo polaco. El reino subterráneo de Szuflandia representa la sociedad autoritaria, burocrática y cerrada en la que los ciudadanos viven reducidos, tanto en tamaño como en derechos. El acceso restringido al kingsajzrefleja la concentración del poder y los privilegios en manos de una élite que decide quién puede “crecer”, es decir, quién puede alcanzar autonomía, oportunidades y vida plena. El control de la poción simboliza la monopolización de la libertad, que solo es accesible para unos pocos elegidos o subversivos.

El film también critica la censura, la represión ideológica, la vigilancia constante y el miedo que imperaban en los sistemas totalitarios. El humor absurdo, el uso de objetos desproporcionadamente grandes y las situaciones surrealistas ayudan a subrayar la ridiculez del sistema burocrático, mientras que los decorados contribuyen a crear un mundo visualmente fascinante.

Un prodigio visual salido de Łódź

Los escenarios de Kingsajz son memorables: teléfonos gigantes, zapatos enormes, una tetera del tamaño de un coche, utensilios de cocina colosales. Estos objetos se construyeron en los estudios cinematográficos de Łódź bajo la dirección del diseñador Janusz Sosnowski. Algunas escenas se enriquecieron mediante pintura mate (matte painting) realizada por artistas de los estudios Barrandov. Todo ello dio lugar a un universo visual coherente y convincente, en el que cada detalle reforzaba la sensación de que los personajes eran realmente diminutos y vivían atrapados en un sistema de escala y control.

Las localizaciones reales también aportan autenticidad: Szuflandia se representó en la villa de Edward Hetschel, ubicada en la calle Wólczańska 17 de Łódź. Algunos de los decorados aún se conservan y se exhiben en el Museo de Cinematografía de esa ciudad, testimonio de la maestría artesanal con la que se realizó esta película.

Recepción y legado

Con una duración de 105 minutos, Kingsajzfue bien recibida por el público polaco de finales de los ochenta, en una sociedad harta del comunismo y hambrienta de símbolos de resistencia. Se convirtió rápidamente en una obra de culto, apreciada tanto por su carga crítica como por su estética innovadora.

En portales como IMDb, alcanza una calificación de 7.3 sobre 10, y en Alchetron, 7.5. Más allá de los números, su verdadero impacto está en la memoria colectiva polaca. Se le recuerda como una de las comedias más influyentes de los años 80 y como una de las películas que, bajo la apariencia de entretenimiento, ayudó a minar los cimientos del autoritarismo desde el interior mismo de la cultura.

Conclusión

A través de personajes inolvidables como Olo, Adaś, Ala y el temible Kilkujadek, Kingsajzdemuestra que el humor, la imaginación y la sátira pueden ser armas poderosas contra la opresión. La elección de un tono cómico no resta gravedad a su mensaje, sino que lo potencia: en lugar de denunciar con solemnidad, se burla de los dictadores reduciéndolos —literalmente— al tamaño de una caricatura.

Pero más allá de su crítica al comunismo, el film deja una advertencia aún más inquietante: incluso quienes creen haber escapado del control pueden estar simplemente en otro tipo de vitrina. La escena del tren de juguete no es solo una ocurrencia divertida, sino una premonición lúcida de la Europa postcomunista: una sociedad donde la libertad prometida ha sido reemplazada por nuevas formas de sujeción, en las que el ciudadano —ahora aparentemente libre— es transformado en un nuevo tipo de enano, más sofisticado, más moderno, pero igualmente manipulado.

Volver a ver Kingsajz después de tantos años no fue solo un ejercicio de nostalgia, sino una revelación. Esa película que vi en la Cuba socialista, que olvidé por décadas y reencontré gracias a un comentario fortuito entre polacos en Suecia, sigue siendo actual. En su reino de enanitos, en su lucha por crecer y escapar, late el corazón de todas las resistencias.

Y es que a veces, para despertar de la opresión, basta con recordar una película que nos hizo reír… mientras nos hablaba muy en serio.

Carlos M. Estefanía es opositor cubano radicado en Suecia.

Ficha técnica

  • Título original: Kingsajz
  • Año de producción: 1987 (estreno en 1988)

  • País: Polonia

  • Género: Comedia, fantasía, aventura

  • Duración: 105 minutos

  • Idioma original: Polaco

  • Director: Juliusz Machulski

  • Guion: Juliusz Machulski y Jolanta Hartwig-Sosnowska

  • Productor: Andrzej Sołtysik

  • Música: Krzesimir Dębski

  • Fotografía: Jerzy Łukaszewicz

  • Montaje: Mirosława Garlicka

  • Diseño de producción: Janusz Sosnowski

  • Estudios de rodaje: Estudios de Łódź y exteriores en la villa de Edward Hetschel, Łódź

  • Efectos visuales: Estudios Barrandov (pintura mate)

  • Decorados gigantes: Exhibidos actualmente en el Museo de Cinematografía de Łódź

Reparto principal:

 

  • Jacek Chmielnik – Olo Jedlina

  • Grzegorz Heromiński – Adaś Haps

  • Katarzyna Figura – Ala

  • Jerzy Stuhr – Nadszyszkownik Kilkujadek

  • Joachim Lamża – Zyl

  • Maciej Kozłowski – Waś

  • Otros actores destacados: Leonard Pietraszak, Witold Pyrkosz, Liza Machulska, Beata Tyszkiewicz, Jan Machulski, Wiktoria Padlewska, Halina Machulska, Marek Walczewski, Zdzisław Kuźniar, Sławomir Kryński.

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