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Zoé Valdés llegó a París tras huir de Cuba en 1983. Para ella, todo estaba por reinventar, por descubrir: el Sena y sus muelles, el olor de una baguette bien horneada, su sabor, el metro. Y luego está el idioma; aprender francés para ella implica, como para Eugène Ionesco, la escritura espontánea de frases que se convierten en poemas un tanto surrealistas, poemas inconscientemente, inconscientemente surrealistas.
Los primeros «capítulos», en realidad breves textos basados en sensaciones, son seguidos, regalos personales de Zoé Valdés, por extractos de estos ejercicios de frases que escribió durante sus inicios parisinos.
Menos cómoda cuando se aventura en una poesía declarada como tal, a menudo hermética, como ella misma reconoce, despunta en descripciones de atmósferas, de atmósferas de época donde a veces aflora la nostalgia del paso del tiempo y del país abandonado.
La colección es también una especie de guía literaria de París, de las direcciones donde vivió o vivió a finales del siglo XIX el fundador del Estado cubano , José Martí, él mismo poeta y novelista, o Gustave Flaubert, Balthus, o incluso lugares poco conocidos por los propios parisinos como una pequeña capilla cerca del Sena, así como los (lamentados) cines porno de la rue de la Gaîté. Todo ello está dominado por la sombra de Cioran, omnipresente, una referencia literaria embellecida por algunos encuentros, una sombra recurrente para Zoé Valdés.
También desfilan cubanas, más conocidas en su región que en Europa, como Alicia Parlá, apodada la Reina de la Rumba, cuya carrera internacional, desde los años 30, ha sido fulgurante, o Catalina Lasa, a la que se podría llamar la Reina del Bisturí, quien, mucho antes que Orlan, pero no por razones artísticas, quiso constantemente modificar su rostro: cincuenta y una operaciones, más una quincuagésima primera que fue la última, de la que no se recuperó.
Hay mucho encanto en esta colección de textos breves, su primer libro escrito en francés, textos tan libres como su autora, que esta vez sabe controlar sus fantasmas y sus fantasías y que por ello es más humana. Una palabra al final de uno de los últimos textos lo resume perfectamente: «En Francia nadie te regañará por vivir». »
París era una rumba , ed. La Acción Ordinaria, 208 pág., 22 €.
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