Por José Rey Echenique
Asusta Eliécer Ávila con esa petición de demandar el fin del bloqueo interno. Este joven cada vez que se acuesta y se levanta al otro día, se muestra un poco más descontextualizado. Es el líder de un grupo virtual llamado «Somos más», que más bien podría llamarse «somos na», porque no se nota dentro del abigarrado hormiguero de la cubanidad. Hasta rima incluso.
Eliécer Ávila, pertenece a esa masa de jóvenes víctimas de un largo proceso de despersonalización, «psiconfundidos», globalistas por aburrimiento, que alguna vez formaron parte del aparato de la dictadura y que hoy ignoran innumerables episodios de la historia precedente. Fueron muchachos integrados, buenos militantes, que conservan en su oratoria las palabras, cadencias y expresiones típicas de la jerga burocrática de la revolución.
Muchos de estos jóvenes desconocen los rigores de la historia vivida en los 60, 70, y 80, por hombres que perdieron la vida, la libertad y la familia y que hoy viven en el exilio o que, desafortunadamente, ya no están. Es esta una historia real, un asunto pendiente, en la existencia de muchas familias cubanas, dignas de ser respetadas. Es la historia de la fragmentación de la familia cubana, en otras palabras.
Pedir el fin del bloqueo interno en Cuba, es algo así como pedir cualquier cosa para no estar callado; es como estornudar, sin taparse la boca, en tiempos de coronavirus.
En este momento, las reglas del juego en la política han cambiado. El gobierno de Estados Unidos le ha puesto 15 millones a la cabeza de Maduro y su gabinete como recompensa, y esto no es poca cosa. Sucedió así cuando se le puso precio a la cabeza de Manuel Noriega, el dictador Panameño, con el cual Castro tenía buenas relaciones allá por los 80. El gobierno de Donald Trump, va en serio. Si cae la dictadura de Maduro, (de quien se dice que ha perdido el sueño, y que orina muchísimo en las noches) la dictadura cubana tendrá sus días contados, y saldrán a la luz muchas tramas oscuras y expedientes llenos de borrones.
Eliécer Ávila, es la prueba fehaciente de que los jóvenes no deben aspirar al poder político en una Cuba futura, que demandará, en cambio, de hombres curtidos en este difícil arte de conducir a las masas. Fueron los jóvenes, precisamente, los que destruyeron el país, hace ya seis décadas, con alegre irresponsabilidad. Cuba necesita borrar los viejos esquemas y no continuar chapoteando en el mismo caldo de cultivo socialista, que provocó la cirrosis económica y política de nuestra isla, en las últimas décadas.
Hacen falta líderes experimentados, no jóvenes que ni siquiera llegan a los 40 años y, principalmente, urge la ayuda de los Estados Unidos, para enfrentar las deudas económicas en las que estarán sumidas varias generaciones de cubanos, una vez que se haya extirpado la malignidad castrista. Estados Unidos en la Cuba futura, tendrá que ser nuestro principal socio comercial, para poner de una vez y por todas, el mapa de Cuba en el siglo XXI.
No necesitamos reformadores, sino hombres dispuestos a demoler el anticuado modelo castrista y que enseñen al pueblo a ser responsable con su historia. Hay que hacer una Constitución y formar una justicia independiente y un ejército que custodien a esa Constitución, algo para lo cual ningún socialista está capacitado, porque el socialismo es limitación de la propiedad privada, y esto es, a su vez, es limitación de la libertad, porque convengamos, la libertad debe ser inviolable en nuestra Carta Magna futura.
Han surgido demasiados reformadores aquí en el exilio, que pretenden lavarle la cara al régimen y seguir invocando las nostalgias, de cuando se atragantaban con el sirope pedagógico de la resignación, en una Cuba decadente.
En Cuba hay que cambiarlo todo, porque todo lo creado y no creado, ha sido el resultado del miedo. Todo ha sido el fruto de esa actitud del cubano tratando de salvar la cabeza a través del disimulo, y la evasión. Los cubanos, luego de 60 años de dictadura, tenemos sicología de sobrevivientes y eso, de alguna forma, viene a complicarlo todo. Vemos las cosas a través de cristales cóncavos y convexos y no vemos, desprejuiciadamente, la realidad que nos rodea. Por eso los líderes de la Cuba futura tendrán que enseñar al pueblo a desaprender viejos vicios. Necesitamos maestros que nos enseñen a desaprender para poder cambiar la realidad de nuestro país, aunque parezca paradójico.
La cosa no es tan simple. Pasarán muchos años, para que la sociedad cubana pierda la costumbre de, imaginariamente, ver mesías donde no los hay. Esto toma bastante tiempo, pero, esencialmente, estará en manos de personas que peinan canas, esos que están hoy en peligro de perecer por esa peste china que nos obliga a cerrarnos al mundo.
De todas formas, tengo fe en que la realidad de nuestro país cambiará muy pronto.
El tiempo, como siempre, pondrá las cosas en su lugar, de esto no me cabe dudas. Mientras, yo seguiré sentado a la puerta de mi tienda, viendo pasar a los falsos profetas y tratando de releer las cartas de los abuelos.
José Rey Echenique, poeta, narrador, ensayista.
Muchas gracias por este artículo. Muy claro.
Los curtidos de ahora fueron los jóvenes de ayer, los responsables de la Cuba de hoy, los que se dejaron quitar la patria, la constitución, la libertad, la nación, la democracia, estos jóvenes de hoy son la consecuencia de los jóvenes de ayer, bendiciones