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Relato Social

Acerca de la huelga sexual anti-Trump

Por Carlos M. Estefanía.

Esta mañana, 13 de noviembre de 2024, en el programa El Estudio de la Mañana, de la televisión estatal sueca, el tema de conversación se tornó candente: una huelga sexual, impulsada por mujeres anti-Trump en protesta contra sus políticas. El reportaje presentó un mosaico de voces que, en su mayoría, defendían esta iniciativa con una intensidad que oscilaba entre la frustración y el rechazo a los resultados electorales norteamericanos. Sin embargo, algo en el tono de esta discusión suscitó  en mí preguntas incómodas. ¿Es esta protesta una reacción legítima contra un líder que incomoda a parte del electorado femenino o es un fenómeno que, llevado al extremo, podría alimentar divisiones y prejuicios?

Según el reportaje, la huelga sexual surge de redes sociales como TikTok, inspirada en el movimiento surcoreano “4B”, una iniciativa de protesta que busca separar la vida de las mujeres del dominio masculino. En Estados Unidos, el impulso se ha mezclado con el descontento de ciertos sectores feministas hacia Trump, especialmente en temas de derechos reproductivos. Aunque es innegable que la protesta ha ganado apoyo, la situación no es tan clara: muchos cuestionan si una medida así logra algo más allá de una respuesta simbólica y si no corre el riesgo de trivializar la lucha de mujeres en contextos con menos libertades.

La televisión sueca, al igual que otros medios occidentales, suele simplificar las motivaciones de estos movimientos, asumiendo que los hombres apoyan a Trump por inercia o complicidad. Sin embargo, no todos los votantes masculinos se identifican con la figura estereotípica de «macho conservador». De hecho, el apoyo a Trump entre sectores masculinos de minorías, como los hispanos y afroamericanos, invita a cuestionar los motivos reales detrás de esta narrativa de “género versus poder”.

Se asume, a menudo sin matices, que el apoyo masculino a Trump es una especie de defensa de un patriarcado en declive. Sin embargo, esta visión puede ser limitada. La “masculinidad tóxica”, un concepto que sugiere que ciertos comportamientos atribuidos al género masculino son perjudiciales, se ha convertido en un término recurrente en estos debates. Desde la educación preescolar hasta las universidades, cada vez es más común percibir una narrativa que intenta redefinir la identidad masculina se inicia cuestionando, en algunos casos, las formas tradicionales de masculinidad y termina atacando todo lo que huela a hombría.. Esta “guerra contra la masculinidad” es un fenómeno amplio, que excede los límites de Estados Unidos y plantea, con o sin intención, la necesidad de espacios seguros para los hombres, lo mismo en el discurso establecido que en la realidad social, presuntamente «patriarcal».

La huelga sexual en sí no es un invento reciente; Aristófanes ya había explorado la idea en su obra Lisístrata, donde las mujeres atenienses deciden abstenerse de intimidad hasta que sus esposos acepten firmar la paz. Sin embargo, Lisístrata presentaba a estas mujeres no como un colectivo indignado que desestimaba a los hombres, sino como compañeras que buscaban la paz sin renegar del amor. La obra reflejaba un feminismo de otra índole, uno en el que el bienestar de ambos géneros estaba en juego. Comparar ese contexto con el de la huelga anti-Trump sugiere que hemos pasado de la colaboración al conflicto.

Este no es un fenómeno gratuito, es el resultado de un lavado de cerebros que desde los medios e industrias culturales se le viene haciendo a la población, particularmente a su parte femenina desde el mismo momento en que Trump anunció su primera candidatura a la presidencia. En series como The Handmaid’s Tale y The Plot Against America, vemos visiones distópicas de un futuro donde el patriarcado se convierte en una amenaza explícita para las libertades del ciudadano, en particular de las mujeres.. Estas producciones reflejan el miedo de algunos a un retorno a tiempos más restrictivos, aunque muchos ven estos miedos como excesivos en una democracia moderna. No obstante, esa representación ha llevado a algunos sectores a ver en Trump y su base un reflejo de autoritarismo, incluso cuando los apoyos de Trump incluyen a comunidades que han sufrido históricamente el autoritarismo de distintas maneras.

El contexto de esta huelga sugiere que estamos ante una protesta de índole emocional, pero también cultural, en la que el espectro de una derecha percibida como «peligrosa» se enfrenta a la identidad de género y a una izquierda que, según ciertos sectores, instrumentaliza estos temas para influir en la opinión pública. Es importante reconocer que muchos votantes de Trump ven en él una defensa contra políticas que consideran restrictivas, no hacia las mujeres, sino hacia valores tradicionales y la libertad de pensamiento.

En última instancia, la huelga sexual anti-Trump plantea preguntas más amplias sobre cómo se define la resistencia en la era moderna y contra quien. Es por ejemplo las restricciones al aborto que con el se asocia (entre otros muchos cambios) una medida contra la mujer, cuando la mitad de los abortados o incluso mas en ciertos países pertenece a ese género. Mejor reflexionar sobre el hecho antes de decir, por ideología, no al sexo.

Carlos M. Estefanía. Disidente cubano radicado en Suecia.

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Photo by charlesdeluvio on Unsplash

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