Por Zoé Valdés/La Gaceta de la Iberosfera.
Al verdadero temporal que azota en España desde hace varios años debiéramos ponerle su auténtico nombre de una buena vez, se llama Pedro Sánchez y su gobierno. Pedro Sánchez es la gota fría siniestra, el advenedizo que nadie esperaba, el elemento bestial y demoledor de ambición y discordia.
Perdón, sé que la tragedia real no merita que se le desplace a un segundo plano, pero es que, inclusive, situándola donde debe ir, en el primer orden, hemos podido constatar el nivel de ignominia de Sánchez y sus ministros, lo que no debemos pasar por alto.
Tres días estuvieron los españoles abandonados a su suerte. Casi cuatro días sin autorizar a las fuerzas principales del país en caso de emergencia. Los muertos flotaban, el hambre y la sed se extendió, el pillaje comenzó. El horror se amparó de varias ciudades y pueblos. El dictador atinó a bajarse de un helicóptero y, tras echar una parrafada hueca durante 30 minutos, se largó por donde mismo vino, subido soberbiamente en el helicóptero; no pisó el barro, ¡qué va! No, señor, porque miren ustedes, lo dijo una diputada de Sumar, Aina Vidal, «los diputados no estamos para achicar agua». No, ellos están para empeorar la situación, es que no falla. Ellos son la auténtica tragedia de España, esa izquierda acomodada que ni siquiera atiende cuando desde Francia, el país vecino, con cuatro días de antelación a los angustiosos sucesos se les avisó de que se avecinaba un accidente atmosférico de calado mayor…