Por José María Ballester Esquivias/ El Debate.
La disolución anticipada de la Asamblea Nacional, anunciada por Emmanuel Macron nada más conocerse el resultado de las elecciones europeas –desastroso para los tres partidos que le apoyaban, agrupados en una única candidatura– ha colocado a la vida política francesa en su situación más incierta en décadas.
Principalmente porque, por el riesgo que supondría la llegada al Palacio de Matignon –sede de la jefatura del Gobierno– del presidente de la Agrupación Nacional, Jordan Bardella o del líder de extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon.
Los primeros sondeos dan como plausible la primera opción, al tiempo que otorgan un resultado abultado a la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular, improvisadamente constituida y en la que los seguidores de Mélenchon hacen las veces de fuerza predominante.
Un escenario que incita a preguntar si el segundo mandato presidencial de Macron no está definitivamente lastrado, sea cual sea el resultado de las elecciones legislativas anticipadas.
En opinión de Mathilde Siraud, redactora jefa de Política del semanario Le Point, y una de las periodistas mejor informadas de lo que se pergeña en las altas esferas del poder político –sus crónicas la delatan–, «al anunciar la disolución de la Asamblea Nacional, Emmanuel Macron quería dejar atrás los resultados de las elecciones europeas. Pero ni siquiera su propio bando estaba preparado para la posibilidad de unas elecciones legislativas anticipadas. La campaña promete ser difícil, si bien el presidente apuesta por mantener el control, protegido que está por la Constitución. Ha repetido que permanecerá en el poder hasta 2027. Pero muchos de los que le rodean se muestran escépticos sobre su capacidad para completar su mandato».
Marc Eynaud, del semanario conservador Valeurs Actuelles, coincide con su colega en que el Jefe del Estado seguirá siendo dueño del calendario político, empezando por el suyo…