Por Denis Fortun.
Naces, te reproducen y reproduces tú, creces y el sitio donde te desenvuelves, te desarrollas, es una Isla que en medio de ese proceso acabas odiando, y no por su geografía, sino su geopolítica. Y huyes, escapas, te pones el bendito traje de exiliado, corbata incluida (a no ser que prime tu estómago y no los valores, la vergüenza; porque desde el momento que priorizas la barriga y obedeces a la desfachatez calórica y de pacotillas, ya no tienes derecho a vestirte de destierro), y finalmente te estableces afuera con todo eso que trajiste contigo: “la palma, el colibrí, La Edad de Oro”, y otras joyitas de melancolía delirante de marca mayor. Y un día, después de muchos años de inmovilismo allá, de ese terror que aún de lejos, del lado de acá, te congela, un sábado de julio ves que tu pueblo se tira a la calle y amén que el mundo vira el rostro, le importa un puto pito la suerte de miles, de millones, y esos que dicen ser “solidarios” con nuestro dolor, con el bendito calvario que va por seis décadas, son tan pálidos en su postura que es mejor se hubiesen callado, tú de todas formas apuestas por eso que es nuevo, eso que luce verde porque va cargado de esperanza, y que merece lo apoyes. Y compras tu bandera y tu t-shirt alegórico, vas a las calles de Miami, dónde sino, al Versailles, y vociferas a punto de desgañitarte, quedándote ronco, pero conmovido coño. Y por primera vez en mucho tiempo crees que se avisora un cambio (con los pro y los contras de los cambios, con los advenedizos y los que se aprovechan y a última hora se montan en la guagua que supuestamente llevará ese cambio a alguna parte; sin embargo, confía, es un cambio, ya veremos luego…) ¿Cómo entonces, eres capaz de defender el derecho de un tipo tan abyecto, ese juglar que durante años ha legitimado a ese régimen, y vienes a decirme que el tal Silvio tiene que cantar y que “nosotros” no podemos ejercer la censura, tal y como han hecho ellos por años…?
No, tú, “correcto amoroso” que me lees, a esa gente hay que darle de lo mismo que ellos “ofrecieron y todavía ofrecen” a esos que ellos han “excomulgado”, por la única razón de disentir y alejarse del rebaño. No, el día que esa Isla cambie y sea serio su cambio, se habrá de proscribir y censurar, borrar todo aquello que los legitima, incluyendo poetas y bardos revolucionarios, y es bueno, muy bueno desde ahora, hacer presión porque al tal juglarcillo de la corte, ese Rodríguez de marras, le suspendan su concierto en España, escenita que servirá únicamente para engordar su bolsillo y dar otro toque de colorete a esa dictadura; que le corten hasta la luz de sus ancestros y no cante. Porque, “amiguito correcto, amoroso y reconciliatorio”, no olvides que tipos como esos, los bardos y juglares revolucionarios, por mucho han “girado” por el mundo promocionando a una terrible y sangrienta dictadura, dándole crédito, participando en primera fila, en la construcción, mercadeo y venta, de una estafa. Y esa promoción ha tenido consecuencias.
Por último, si un día te descubres tarareando una de las canciones de este payaso despreciable mientras limpias tu apartamento, coño, pregúntate para qué te fuiste de esa Isla… Porque, no te quepa dudas, tu lugar no es este, y no porque yo te lo prohíba, sino simplemente tú estás muy confundido y tu corazón, además, palpita por esa izquierda de caviar y mortadella, esa izquierda beligerante y trasnochada que le da soporte y apoyo total a esa mierda…
Denis Fortun es poeta y narrador.
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