Por Carlos M. Estefanía.
Las campanas del Ayuntamiento de Estocolmo repicaban en el aire el pasado viernes 9 de febrero de 2024, marcando el comienzo de una jornada laboral que para mí empieza un poco más tarde de lo habitual. Mientras aguardo la llegada del tren que me conducirá desde la Estación Central de Estocolmo a Uppsala, mi atención se desvía hacia el sonido melódico que llena el ambiente. Identifico de inmediato su origen: no provienen de ninguna iglesia cercana, sino del imponente edificio del Ayuntamiento, ese palacio de la burocracia administrativa que se erige como un símbolo de poder y tradición en la ciudad. Es un tributo a la evolución pacífica de un sistema que, a diferencia de sus pares continentales, ha sabido adaptarse y reformarse sin perder su esencia a lo largo del prolongado tiempo de paz, esperemos que la entrada de Suecia en la OTAN no sea su punto final, arreglándosela durante dos siglos sin tenerlas que ver con los típicos embates sufridos por sus colegas del resto del continente, los cuales se han visto enfrentados permanentemente a revoluciones, guerras civiles e internacionales y por si fuera poco a ocupaciones extranjeras, con todo lo que ello implica en cuanto al recambio de las élites gobernantes.
He tenido el privilegio de adentrarme en sus recintos en más de una ocasión, y cada visita me ha dejado maravillado por su belleza interior. No es de extrañar que este magnífico edificio haya sido escenario de innumerables películas, tanto suecas como internacionales, donde sus protagonistas, reales o ficticios, se ven envueltos en la atmósfera única de la entrega del premio Nobel. Pero dejando de lado las impresiones subjetivas, veamos algunos datos interesantes sobre esta emblemática construcción.
Fue concebido por el visionario arquitecto Ragnar Östberg, quien supo combinar con maestría diversos estilos arquitectónicos, desde el románico hasta el renacentista italiano, dando vida a una obra única en su género. Estratégicamente ubicado en la isla de Kungsholmen, ofrece una vista privilegiada de la ciudad, dominando el paisaje urbano con su majestuosa presencia. Su construcción se inició en 1911 y culminó en 1923, justo a tiempo para recibir la Exposición de Arte, Artesanía y Tecnología de Estocolmo, un evento que marcó un hito en la historia cultural de la ciudad. La imponente torre del Ayuntamiento, coronada por tres relucientes coronas doradas, se erige como un símbolo icónico de Estocolmo, visible desde distintos puntos de la ciudad. En su interior alberga salones y estancias de una belleza inigualable, como el Salón Azul y la Sala Dorada, que han sido testigos de innumerables eventos oficiales y ceremonias destacadas a lo largo de los años. Y como guinda del pastel, el austero patio de ladrillo, con su vista al lago y una amplia terraza ajardinada, nos sorprende con sus estatuas, entre las cuales destacan tres desnudos de mármol que representan a figuras icónicas de la cultura sueca. Estos desnudos, con los rasgos de artistas contemporáneos, causaron sensación y polémica en su época, reflejando la capacidad del Ayuntamiento para inspirar debate y reflexión.
Dato curioso que no podemos olvidar las 3,000 placas de cobre verde claro que adornan su tejado, donadas por los propios habitantes de la ciudad, cada una con el nombre de su generoso donante grabado en ellas. En cuanto a las campanas del Ayuntamiento de Estocolmo que tanto llamaron mi atención aquella mañana, debo contar que son parte integral de este emblemático edificio y desempeñan un papel importante en la vida cotidiana de la ciudad. Aunque no hay una cantidad exacta de campanas en el Ayuntamiento, sí se sabe que hay un conjunto de campanas que se utilizan para diversas ocasiones y ceremonias.
Una de las campanas más destacadas es la que suena para marcar el inicio de eventos importantes, como ceremonias de premiación, recepciones oficiales y otras celebraciones relevantes para la ciudad. Esta campana es un símbolo de la autoridad y el prestigio del Ayuntamiento de Estocolmo. Además, las campanas del Ayuntamiento también pueden sonar en momentos de emergencia o para comunicar mensajes importantes a los ciudadanos, como alertas de peligro o eventos comunitarios. Esos artefactos sonoros del Ayuntamiento de Estocolmo son más que simples instrumentos musicales; son símbolos de tradición, autoridad y comunidad, que conectan a los ciudadanos con la historia y el espíritu de la ciudad.
En conclusión, el Ayuntamiento de Estocolmo es mucho más que un simple edificio administrativo; es un símbolo de la historia y la identidad de la ciudad, un testigo silencioso de su evolución a lo largo de los siglos, y un lugar donde la belleza arquitectónica se combina armoniosamente con la importancia histórica y cultural.