Por Ángel Velázquez.
Pocos días restan para el advenimiento del 1 de enero. La «revolución castrista» cumplirá a 61 años de existencia bajo el mando del «Estado totalitario» y del «partido único». La mayoría seguiremos preguntándonos lo mismo: ¿Cómo, por qué y hasta cuándo? Llevo varios días leyendo sobre el tema y pensando qué nuevo se puede decir al respeto. Mucho de lo ya escrito merece, en mi modesta opinión, continuidad, verosimilitud y esencia analítica. Nos repetimos continuamente para imaginarnos un fenómeno adscrito al terror, la traición, el nacionalismo ideológico, el gangsterismo y, sobre todo, lo que constituye una moda en el arte y la política: el análisis del totalitarismo a partir de la relación «poder y sumisión» advertida y narrada por Hannah Arendt en «Los orígenes del totalitarismo». Pero en consecuencia el fenómeno cubano parece más complejo y rebasa los límites de las apariencias empíricas del terror y la sumisión.
Un reciente libro publicado este año por Ediciones B, Buenos Aires, ha sonado la alarma. Se trata de un estudio «cuasi exotérico, cuasi comparativo» sobre la fundación y evolución de la estrategia comunista cubana a lo largo de 100 años. Los comienzos del comunismo en Cuba no se remontan, según el libro de Cesar Reyner Aguilera «El Soviet caribeño», a la fundación del PCC en 1925 en La Habana y Manzanillo, sino a 1919, cuando se inauguró en la capital del país la llamada «Sección Comunista de Cuba», parte y dependencia de una sucursal del «Comintern». Desde entonces el objetivo parece indicar, dentro del partido, la creación de un «círculo esotérico» mediante el cual se dominaría las acciones del partido y se controlaría cualquiera tendencia de inspiración nacionalista de los ignorantes comunistas cubanos.
Bajo la dirección de Fabio Grobart, polaco de origen judío, Aguilera explica a lo largo del libro como se fue organizando el círculo esotérico, dominante, en una suerte de (NCIS), Núcleo central de Inteligencia Soviética para evitar que el PCC se desubicara y se desvinculara de la doctrina estalinista. Lo triunfal en 1959 no es la revolución nacional, sino estalinismo inducido.
¿Sigue trabajando la NCIS dentro de las filas del PCC en los días que corren? No tendría sentido, si ya, desde 1989, desapareció de la geopolítica mundial la Unión Soviética. El influjo puede ser una reminiscencia significativa en el orden moral y psicológico. Pecado vs. sufrimiento. Cristianismo marxista vs. budismo esotérico. En esta época la gente de Cuba comete menos pecados que la caída en depresión. Es la diferencia esencial notable a propósito de entender espiritualmente qué ha pasado en Cuba durante estos últimos 60 años después del esoterismo político e ideológico de la NCIS.
«El sol del mundo moral», el pecado ante la revolución salvífica se ha transmutado en un defecto «fisiologismo antinatural»: la gente, erosionada en la sensibilidad, proyectada con la capacidad de aguantar el dolor, combate primordialmente la depresión psicológica huyendo hacia los espacios de libertad extra nacionales tratando de respirar aire libre. No combate directamente contra el Estado moral, sino contra sí mismo, contra el sufrimiento individual sobreviviéndolo. En Cuba se ha puesto de relieve un modelo de «budismo sin budismo» en el imaginario del inconsciente colectivo. Y por tanto la «contrarrevolución budista» no es una contrarrevolución social, cultural y política. Estamos en espera (como lo deseaba Nietzsche) de la finalización del «último hombre» en Cuba.
Ángel Velázquez Callejas es historiador, escritor, presidente de Ego de Kaska Foundation.
Artículo conciso, pero a la manera de Ángel Velázquez contundente